11 de julio de 2022, 4:00 AM
11 de julio de 2022, 4:00 AM


Para quienes hemos visto y sufrido muchos golpes de Estado en los años de la Guerra Fría, nos resulta curioso que en el país se siga hablando de un “golpe” que se habría producido hace dos años y medio.

En ese tiempo, en aquella época, se habrían producido otros “golpes” y nadie recordaría uno que se hubiera dado en tiempos que, para esas pocas, serían remotos.

Que en noviembre de 2019 hubo un golpe es inverosímil para un país en que eso de los golpes era cotidiano, casi rutinario. A tal punto que se cuenta de un turista que llegó al hotel París de La Paz y pidió una habitación con una ventana que le permita observar un golpe de Estado.

Pero un golpe que se habría dado sin que los militares asuman la Presidencia y el Parlamento siga funcionando es algo muy curioso en el país con el récord mundial de golpes de Estado.
Y un presidente que haya salido del país muy aprisa, temblando de miedo, lloriqueando, a moco tendido, no figuraba en la historia del país. Víctor Paz Estenssoro se subió al avión que lo llevaría al exilio el 4 de noviembre de 1964, sin lloriquear, dejando a los militares golpistas en el Palacio Quemado. Sabía que el Parlamento había sido disuelto y que la Constitución estaba en la chirola.

Ahora nos dicen que alguien rompió la tradición de dignidad que mantuvieron todas las víctimas de los golpes. El tipo se puso a llorar. Y pidió viajar no a Lima, como había hecho Paz Estenssoro porque allí tenía que dar clases en la universidad, sino a México, para comunicarse con otros auditorios, de Sinaloa.

El tipo escapó. No como lo hizo Melgarejo, a caballo, reventando la cabalgadura, sino en un avión enviado desde el norte de México.
Todo el relato del golpe de 2019 se ha desarmado. Esta nota se llama contra-golpe porque quiere reflejar aquel momento en que los huérfanos dejados por el cobarde trataban de salvar por lo menos algo de dignidad.

Jorge Tuto Quiroga se lo ha dicho de frente. Eso no fue un golpe; fue la fuga de un cobarde. Un presunto caudillo que prefirió poner los pies en polvorosa antes que enfrentarse a sus enemigos: todo el pueblo de Bolivia.

Lo único que se podría decir en su defensa es que, a pesar de sus lágrimas, de su cobardía tan vergonzosa, le quedó algo, una pizca de criterio, de olfato, cuando pidió viajar adonde están sus socios.
Lo importante es “la nigocio”.