Opinión

El elefante, la estrategia y las universidades

Gonzalo Chávez/Economista

26 de mayo de 2021, 12:26 PM
26 de mayo de 2021, 12:26 PM

Cuenta una vieja historia de Indostán que en una oportunidad 6 hombres ciegos querían saber cómo era un elefante. Emocionados, comenzaron a tocar partes diferentes del paquidermo. El primero se aproximó a la trompa y palpandola exclamó: es como una cobra pero sin veneno. El segundo, acarició el lomo del paquidermo y dijo convencido: es como una pared fuerte y alta. El tercer no vidente, tanteó el colmillo y sin dudarlo afirmó: es como una lanza. El cuarto palpó sus poderosas piernas y gritó: es como un frondoso árbol. El quinto le tocó la cola y dijo todos están equivocados, es delicado como el pincel de un maestro de la pintura. Finalmente, se aproximó el sexto invidente y le tocó las orejas y con voz profunda y convencida dijo: No, waways. Es como un silpancho cochabambino bien servido.


Los seis invidentes discutían efusivamente sobre la mejor forma de describir un elefante. Aunque cada uno tenía parte de razón, era imposible que entiendan en el conjunto del mamífero. Cosa similar ocurre con la estrategia de un país, una empresa o institución, muchos saben que existe y conocen alguna parte pero generalmente, nadie conoce su totalidad, visión/misión y objetivos finales.


Usualmente, la estrategia se confunde con la lista de cosas que hacer, el cumplimiento de algunos indicadores, la aspiración de la empresa, algún cambio tecnológico o muchas veces con el entusiasmo de los empleados. A rigor y siguiendo Michael Porter, una estrategia de una empresa es la manera de conseguir una ventaja competitiva, que la hace única, y le permite sobrevivir en el mercado a largo plazo.


Para que este concepto se operativice uno de los pasos fundamentales es una buena lectura del entorno económico, social político, jurídico y cultural. Coloquemos un ejemplo concreto sobre los desafíos estratégicos que tienen las universidades en la post pandemia.


Las universidades enfrentarán una situación económica delicada en los próximos años por la contracción de la economía y su lenta recuperación. Las universidades estatales tendrán menos recursos públicos para gastar e invertir, y las universidades privadas también enfrentarán restricciones financieras.

También se vislumbra escenario de una mayor competencia en la industria de la educación superior. La pandemia y la globalización han impulsado los cursos en línea. Ahora un estudiante de Bolivia o de Burundi puede tomar clases en diferentes universidades en cualquier parte del mundo. Así mismo, hay un cambio significativo en los mercados laborales, estos requieren profesionales y técnicos de manera más rápida.


En el contexto social, cultural y político, las sociedades están cada vez más polarizadas y enfrentadas. La majestad del saber, la calidad de los datos y el conocimiento científico ha sido sustituida por la verborrea de medias verdades en las redes sociales. Nuestras sociedades están cada vez más tribalizadas y la confianza social está seriamente comprometida. Los valores y principios están diluidos en la intolerancia y el fanatismo ideológico.


Frente a estos desafíos, las universidades deben responder con estrategias integrales de transformación. Sin ningún orden de prioridad de la educación superior debe ser, cada vez más, inclusiva. Por causa de la crisis de la pandemia nadie debe quedarse sin estudiar. Para esto se necesitan proyectos de apoyo financiero estatal y programas de becas privados amplios para que los jóvenes compitan en base al desempeño académico por estos recursos. Cabe resaltar que el elemento central de una nueva estrategia educativa es entender que la inversión en capital humano es y seguirá siendo la mejor manera de salir de la crisis y la manera más óptima de pavimentar un futuro de desarrollo diferente.


Otro desafío central es el cambio de los modelos educativos. Nuestros programas de licenciaturas y maestrías son demasiado escolarizados, muy largos y de impacto dudoso. Acortar estos programas, pero sobre todo, revalorizar los técnicos superiores, los cursos ejecutivos, los bootcamps es una tarea urgente.


Cambios en el modelo académico también son centrales. Habilidades del siglo XXI van desde las matemáticas pasando por la programación y terminando en las habilidades blandas como: Creatividad, emprendimiento, trabajo en equipo, resilencia, o liderazgo


La transformación del modelo educativo y académico requiere de un horizonte de transformación digital, como instrumento y no objetivo en sí mismo. La digitalización no es solamente el uso del zoom repitiendo una hora monótona de enseñanza. Implica una revolución en la forma de enseñanza donde los alumnos ya no solo aprenden en clases, sino en las bibliotecas virtuales, trabajando en equipo, resolviendo un desafío, o en el internet. En un ambiente digital, el aprendizaje está más en manos de los alumnos. Los profesores también enseñan de manera diferente con presentaciones más cortas, guiando a los alumnos en los mares de información que existen en el internet y despertando la curiosidad de los estudiantes.


Es conocido que la educación de calidad requiere de investigación. En este tema todas las universidades país están muy atrasadas. El elemento central tiene que ver con el financiamiento. Sin fondos públicos o privados concursales no hay investigación. En casi todos los países de América Latina existen estas políticas públicas hace años.


La nueva normalidad, implicará modelos híbridos, clases presenciales y en línea. Esta es una gran oportunidad para las universidades. Por ejemplo, se puede tener más estudiantes de otras regiones del país pero también del mundo, asimismo se puede atraer profesores que viven en el exterior.


Y en un mundo cada vez más polarizado, las universidades juegan un papel central en la reconstrucción de la confianza social promoviendo el reencuentro y el equilibrio con un trabajo basado en valores y principios como: solidaridad, tolerancia, igualdad, libertad, respeto por la ciencia.

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