Opinión

El error de Jeanine

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15 de agosto de 2020, 5:00 AM
15 de agosto de 2020, 5:00 AM

Diego Ayo

Al gobierno presidido por Jeanine Añez le queda poco oxígeno. ¿Por qué?, ¿qué pudo suceder para que un gobierno que surgió con tanta fuerza se encuentre tan dañado? Es fundamental encontrar el fallo pues algún fallo. Siempre se puede recurrir a los argumentos conocidos: el MAS hizo un mal gobierno, la inmensa crisis económica heredada impidió impulsar una gestión más eficiente y el coronavirus restó vitalidad al gobierno de Áñez llevándolo al desmoronamiento en curso.

Si bien son razones válidas, se centran en buscar culpas ajenas. ¿Hay alguna culpa plenamente asimilable a este gobierno que no tenga que ver con la ineptitud del MAS, la crisis económica en curso o el coronavirus? Sí, creo que sí. Y esa culpa tiene que ver con un factor: la falta de acuerdos con los rivales. La falta de diálogo con “los otros”. He ahí lo que conviene entender. ¿Cómo lo logramos? Revisando la historia en tres momentos.

Un primer momento lo vivimos en la primera mitad del siglo veinte. ¿Cómo se llegaba a decisiones en aquella fase de nuestra historia? Partiendo traseros: matabas y gobernabas. Alguien levantaba la voz y lo callabas. Sucedió aquello, por ejemplo, el 12 de marzo de 1921, en lo que fue la masacre de Jesús de Machaca, o el 21 de diciembre de 1942 en lo que fue la masacre de Catavi. ¿Hubo más? Por supuesto, inhibiendo la posibilidad de construir un modelo político que rebasara la brutalidad visualizada. Fue la era del asesinato. Primer mecanismo dominante de relacionamiento con el “diferente”: haciéndolo desaparecer, y, en suma, negando su existencia.
Un segundo momento lo vivimos de 1952 a 1985. ¿Cómo se llegaba a decisiones en aquella fase de nuestra historia? Comprándote al rival: reconociste a los campesinos e indígenas, ya no los podías suprimir y debías llegar a un acuerdo con ellos. El mecanismo de acuerdo fue la prebenda o lo que llamamos la compra del rival: “tomá estos pesitos, ya no te enojes tanto, eres mi aliado, ¿bueno?”. Claro que sí, lo entendieron y se inauguró una era prebendal. Fue la era del regalo que dio a luz, por ejemplo, al Pacto Militar Campesino. Segundo mecanismo dominante de relacionamiento con el “diferente”: comprándolo, y, en suma, reconociendo su existencia, pero como una existencia subordinada. 

Un tercer momento lo vivimos de 1985 a 2020. ¿Cómo se llegaba a decisiones en aquella fase de nuestra historia? Ganando al rival por mayoría: la democracia inauguró la democracia representativa dotada de un congreso donde la mayoría se imponía a la minoría. He ahí la nueva forma de vinculación: no matabas ni comprabas al rival, pero lo ignorabas o usabas circunstancialmente. Fue la era de los pactos políticos como el Pacto por la Democracia o el Acuerdo Patriótico. Tercer mecanismo dominante de relacionamiento con el “diferente”: ignorándolo, y, en suma, no reconociendo su existencia, pero sabiendo que esa existencia, aun siendo rival, podía copar el tomar el poder en la siguiente gestión.
En resumen, o matabas, o subordinabas o ignorabas. He ahí las formas de vencer políticamente. 

¿Qué podía hacer el gobierno de Jeanine bajo ese prisma histórico? Veamos. ¿Usar el primer mecanismo de anulación del adversario?: no y no se requiere demasiada explicación al respecto. Baste saber que no puedes/debes eliminar al rival. ¿Usar el segundo mecanismo de incorporación subordinada?: no, y la razón parece simple en un momento de quiebra financiera. O sea que, aunque hubieses querido, ya Evo se gastó la plata. ¿Usar el tercer mecanismo de reencuentro político parlamentario?: no, y por la sencilla razón de que el congreso tenía una mayoría masista. En suma, no podías matar, no te alcanzaba la plata para subordinar y no tenías la menor fuerza en el congreso. Ah caray, y, ¿entonces? He ahí la pregunta que debió hacerse el gobierno de Jeanine a la luz de lo sucedido en el pasado. 

Considero que sí había y hay una cuarta forma de acercarte a los “otros”. ¿Cómo? Pactando. Si señor, inaugurando la democracia del “poder compartido”, también conocida como “democracia consociativa”: no te limitas a establecer acuerdos en el congreso. No, señor, llevas adelante acuerdos en tres frentes: en o con el congreso, con los entes descentralizados y con los actores sectoriales y empresariales. O sea, con (los rivales masistas en) el congreso, con las gobernaciones y municipios (aún si son del MAS) y, en especial, con los sindicatos y empresarios. ¿Qué logramos/lograríamos? Un cuarto mecanismo dominante de relacionamiento con el “diferente”: conversando y acordando con él, el “diferente”, en distintas dimensiones. 

¿Qué escenario tenía pues la presidenta? Un solo escenario que es precisamente el que explico: aquel del diálogo. Aquel del acuerdo. Aquel del acercamiento con “el otro” o “los otros”. Insisto: no se podía matar, no se podía comprar al rival y no se podía vencerlo en el congreso. Sólo se podía edificar este tipo de salida democrática. No se lo hizo y cuando se quiso hacerlo, ya los rivales no quisieron. El gobierno actual creyó que la luz de los primeros meses iluminaría por siempre. Vaya error.

La única opción es ir a elecciones el 18 de octubre.

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