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11 de septiembre de 2024, 4:00 AM
11 de septiembre de 2024, 4:00 AM

Orlando Saucedo Vaca

El reciente discurso del presidente Luis Arce dejó a Bolivia con más dudas que certezas. Lo que se esperaba era una explicación técnica y detallada que brindara soluciones viables. Sin embargo, lo que recibimos fue un discurso lleno de excusas y una narrativa más académica que responsable. El presidente optó por culpar a factores externos y al pasado, eludiendo la autocrítica y, sobre todo, el reconocimiento de que el modelo socialista que defiende nos ha conducido a esta situación.

Arce señaló la falta de exploración en hidrocarburos como una de las causas principales de la crisis actual. Sin embargo, surge una pregunta inevitable: ¿dónde estaba el ministro de Economía en ese momento? Luis Arce fue un actor clave en las decisiones durante los años de bonanza. Si el problema es la falta de previsión, ¿por qué no lo alertó antes? Resulta irónico que, años después, reconozca errores sin admitir que fueron las políticas de su gobierno las que sentaron las bases de esta crisis.

El despilfarro de recursos públicos en empresas deficitarias es una consecuencia directa de un modelo estatal que ha priorizado proyectos con fines políticos sobre la eficiencia económica. Las arcas del Estado se vaciaron en iniciativas que no construyeron una base sólida, sino que fueron utilizadas para mantener el control político, en lugar de crear un desarrollo sostenible.

Resulta desconcertante que el presidente culpe a los empresarios por la falta de dólares en el país. En un contexto donde las políticas de su administración han restringido la libre empresa y generado inseguridad jurídica, resulta contradictorio responsabilizar al sector privado. La presión tributaria ha aumentado y la persecución política ha debilitado a los empresarios, pero aún así se les culpa de los problemas de divisas.

Además, Arce también culpó a la Asamblea Legislativa de bloquear créditos internacionales, pero omitió que estos préstamos estarían destinados a proyectos específicos, no son de libre disponibilidad y, en su mayoría, se utilizarán para importar insumos para dichos proyectos. Esto no contribuye a resolver los problemas estructurales del país, sino que refuerza el ciclo de dependencia y perpetúa la mala gestión.

El presidente señaló al mercado mundial como uno de los responsables de la crisis. Si bien es cierto que los precios han subido, las políticas intervencionistas que han distorsionado el mercado interno son mucho más relevantes para entender nuestra situación. La creación de empresas públicas ineficientes y la falta de incentivos para la inversión privada han sido factores determinantes en esta espiral de declive.

Cuando Arce menciona los efectos del cambio climático, parece ignorar que su propio gobierno ha permitido la deforestación y las quemas indiscriminadas en regiones como Santa Cruz. Estas acciones, que han sido toleradas y promovidas, no solo han causado daños al medio ambiente, sino que han exacerbado los problemas económicos que ahora denunciamos.

Arce propuso la exploración de hidrocarburos como una solución a largo plazo, pero, ¿cómo puede esto ser suficiente cuando enfrentamos una crisis que requiere soluciones inmediatas? Si bien la exploración puede ser útil en el futuro, la idea de que resolverá la crisis actual es otra muestra de cómo se siguen postergando los problemas de fondo. Lo que Bolivia necesita ahora son medidas concretas y efectivas que atiendan la emergencia económica de hoy, no promesas para el 2029.

El impulso de los biocombustibles es otra de las propuestas del presidente, pero insistir en que sean empresas públicas quienes lideren estos proyectos es continuar con un enfoque que ya ha fracasado. Si realmente se quiere un desarrollo sostenible, es necesario dejar que el sector privado asuma el liderazgo, en lugar de seguir apostando por estructuras ineficientes.

El presidente insinuó que el sector privado podría participar en las plantas de biodiésel, pero sabemos que la competencia siempre será desigual bajo este esquema, donde el Estado domina gran parte de la economía. En Bolivia, hemos visto cómo los intereses políticos tienden a imponerse sobre los económicos, y no es difícil prever que esto continuará. Al final, el Estado terminará sancionando o incluso expropiando a los empresarios, quitándoles sus activos y eliminando cualquier posibilidad de competencia justa si no hay un cambio de enfoque.

La creación de más empresas públicas para sustituir importaciones es otro error que se repite. Esta es una receta socialista que ya sabemos no funcionará. Además, quienes se harán cargo de estas empresas serán sus propios correligionarios, que no tienen experiencia en gestión ni conocimiento técnico. En lugar de fomentar la eficiencia y la competitividad, estas iniciativas solo servirán para aumentar la burocracia sin generar los ingresos necesarios para sostener la economía.

Lo más preocupante es que el déficit fiscal, que arrastramos desde hace más de 12 años, fue ignorado por completo en el discurso presidencial. Este es un problema estructural que ha sido agravado por el enfoque de gasto público desmedido y la centralización del control económico. Reconocerlo significaría admitir el fracaso del modelo que el gobierno ha promovido, y es algo que el presidente no está dispuesto a hacer.

El discurso de Arce fue un recordatorio de que Bolivia sigue atrapada en un sistema que no ofrece las soluciones que necesita. Las promesas vacías y los proyectos a largo plazo no cambiarán la realidad de una economía que anda sobre el alambre bajo el peso de un modelo insostenible. Bolivia necesita reformas profundas que rompan con la ineficiencia que ha caracterizado este enfoque.

En definitiva, si no se toman acciones inmediatas y se ajusta el rumbo, el costo de esta crisis será mucho mayor de lo que estamos dispuestos a admitir. Es necesario dejar atrás el modelo socialista que nos ha llevado a esta situación, lo que implica que el liderazgo del país debe renovarse, alejándose de aquellos que perpetúan las políticas que han fracasado, si realmente queremos un cambio estructural y un futuro sostenible para Bolivia.

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