22 de marzo de 2022, 4:00 AM
22 de marzo de 2022, 4:00 AM


Las imágenes de ciudades devastadas por los bombardeos, las interminables filas de mujeres y niños desesperados en pos de un refugio, los millones de refugiados que intentan salvar la vida en la frontera más próxima, los resplandores incendiarios de las zonas bombardeadas y el drama de heridos y muertos se habían consolidado en el imaginario social como aquellos eventos superados por la humanidad. Nos jactamos de ser una sociedad cuyo principio rector es la razón, el conocimiento y la ciencia. 

No hay otra forma posible de no definir el actual momento de la historia, que no sea como el instante fulgurante de la razón humana, de la victoria inapelable de la racionalidad y el triunfo de la sensatez en pos de la felicidad, terrible error, Putin ha liberado las fuerzas que la modernidad había soterrado en el confín del olvido; las fuerzas del mal.

Podríamos argüir en contra de esta aseveración que no es la primera guerra en lo que va de la modernidad y la posmodernidad y que, en realidad, la historia universal está salpicada de terribles conflictos bélicos, amén de las dos guerras mundiales; empero, esta es la primera del siglo XXI en que todas las formas posibles de aniquilar al ser humano se muestran sin tapujos. Putin no es un estratega nuclear, es un criminal avezado.

Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, Teodoro Adorno había calificado a Stalin como un fascista rojo. El calificativo era apropiado en virtud de que a pesar de haber sido la pieza clave en la derrota del fascismo, resultó tan o más sanguinario, antidemocrático y genocida que el propio Hitler. Putin es su clon, copia fiel del original. Si tuviéramos que dar una definición primaria de lo que este dictador representa en la historia actual, no habría muchas divergencias en calificarlo como el engendro posmoderno del fascismo alemán. Representa la forma más avanzada del fascismo en todas sus versiones.

Es obvio que las condiciones históricas en que surgió Hitler o Mussolini no son las mismas en que surgió Putin, este surge en un momento del desarrollo de la humanidad en que se han liberado todas las fuerzas posibles, y el imperio de lo light ha desdibujado incluso los límites que marcaban la distancia entre el bien y el mal, de manera que en las actuales condiciones el crimen fascista toma carta de ciudadanía después de su proscripción, Putin es en este sentido el nuevo Hitler. El Hitler posmoderno.

Es difícil predecir el curso que tomará la guerra iniciada con la invasión rusa, podría ir de un acuerdo vergonzoso para la humanidad a una guerra nuclear de la cual no saldría vencedor alguno, pero lo que sí es evidente es que, si todo toma un curso en que la civilización logre evitar un desastre atómico, habremos comprendido, como lo hicieron los hombres de la Escuela de Frankfurt al finalizar el siglo XX, que el mal, entendido como las fuerzas destructivas que cobija la naturaleza humana, quedó intacto después de Hiroshima, y que el triunfo de la razón solo fue un espejismo que en realidad alimentaba las formas más criminales y destructivas de la civilización.

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