14 de abril de 2022, 4:05 AM
14 de abril de 2022, 4:05 AM

El título me lo he robado del norteamericano Henry Miller, un autor sin remilgos, próximo al paroxismo, locuaz, desordenado en sus argumentos, anárquico, confuso, racista, grosero, un verdadero erotómano, pero, para mí, muy interesante. Describe la Nueva York de los años 30 y parece odiarla, porque la refiere hostil, pobre, sucia, inundada de pordioseros y ratas, plagada de desocupados, cuando lo más amable que existía, por lo menos para él, era el sexo fácil, regalado, con secretarias o con jovencitas desesperadas que se ofrecían a cambio de trabajo. También con prostitutas avezadas que no le temían a nada. Basta leer lo que acontecía en ese Brooklyn caótico invadido por gentes de toda clase (por lo menos en la mente de Miller) para convencernos de que Bolivia se ha convertido en algo similar a “el país de la jodienda”.

Con excepción del sexo fácil que no es tan facilón en Bolivia, aquí hasta un analfabeto puede llegar a gobernar, y los iletrados, con asistir a algunas marchas y echarse unas arengas impetuosas, torpes, y zalameras hacia el jefe, pueden, de la noche a la mañana, pasar de lustrar zapatos a ocupar una diputación. Estos ya no aprenden lo que no aprendieron en la escuela, entonces se empeñan en lo inmediato para cumplir con sus funciones, que es la mentira como principio fundamental, la celada, el robo y la sumisión. Los parlamentarios, hombres y mujeres, que saben algo o mucho, quedan apabullados ante el griterío de la turba ignara que aprueba leyes necias a fuerza de mayorías cavernarias. Ese, un panorama de la democracia en esta nación, sistema que cada día se hunde más.

En “el país de la jodienda” la justicia no sirve para nada o, para decir mejor, sirve para quienes tienen dinero o poder. Los operadores de justicia ven dinero y lo arreglan todo. No existe nación más injusta que esta, donde se ha instalado un “fiscalato” extorsivo y acosador contra quienes no comulgan con el gobierno de turno. “Justicia para los amigos, cárcel para los enemigos”, es la norma. El mal está en las inicuas elecciones judiciales, únicas en el mundo por descabelladas.

Eso provoca que el prostituido sistema legal boliviano asuste a los extranjeros. Los ahuyenta confiscándoles sus propiedades, chantajeándolos con amenazas y hasta enviándolos a prisión para exprimirlos. Con los nacionales eso es pan de cada día, porque son cientos o miles los avasalladores del partido, que, bajo el lema vicepresidencial de que “la tierra es de todos”, se adueñan de los caminos armados de palos, ocupan propiedades en plena producción o toman parques nacionales. Mas son tan bellacos que quieren convencer que la “seguridad jurídica” existe.

¿Qué nación puede vivir eternamente bloqueada? En “el país de la jodienda” todos los días hay bloqueos. Nadie puede estar seguro de llegar a su destino, porque, por cualquier motivo, alguien pone ramas, llantas, banderas, en una calle o carretera y aparecen algunas señoras furiosas, que se sientan en la acera para pedir algo. No se trata de nada extraordinario: basta que falten tejas para una escuela, que un diputado se haya emborrachado, que un alcalde se gastara con su chola dineros de la caja chica, que no pasara durante unos días el camión basurero, para que se interrumpa la carretera Santa Cruz-Cochabamba o la Interoceánica o cualquier otra. El hecho es que este país enclaustrado por la geografía se encierra más todavía por la locura de unos cuántos. ¿Qué culpa tiene la ciudadanía de que un diputado se emborrache o un alcalde tenga una chola gastadora?

Cunde el narcotráfico, pero nadie dice quiénes son los dueños del negocio. Van a la cárcel algunos policías, los sentencian a veces, pero ninguno conoce cuál fue el destino de la marmaja. Los gobiernos protegen a los narcos, mas bufan de ira cuando se afirma que Bolivia, es un “narco-Estado”. Echaron a la DEA nada más que para tener las manos libres con el negocio de la droga. Pero la DEA no necesita instalar oficinas en Bolivia mientras todo lo mira y lo anota. La coca avanza como una marea verde y el gobierno dice que disminuye. Pero el cinismo llega a su clímax cuando se afirma que en el Chapare no se fabrica cocaína, que los miles de hectáreas de hojas son para el “acullico”, para refrescos, remedios y gelatinas. ¿Quién es el capo ahí? Pues “nadies”. “Nadies” sabe quién es el “capo di tutti capi”. Solo se sospecha con temor.

En “el país de la jodienda” no podía faltar el fraude. Es una nación de viciosos fraudulentos, expertos en dar vuelta la tortilla. El fraude cunde por todas partes, pero se luce en la política, en las elecciones. El fraude debe ser uno de los delitos más abominables, porque burla la voluntad de las personas, engaña a quienes depositan su fe en el Estado. Aquí, en “el país de la jodienda” el fraudulento anda libre y exige derechos, mientras que los estafados no son oídos y una mujer, la más ofendida y engañada de todo el planeta, hoy está encerrada en un calabozo.

“El país de la jodienda” gasta todo lo que su tierra produce, despilfarra los impuestos, pero aprieta el cogote de los productores. Impone cupos a las exportaciones y banda de precios a los emprendedores, mas hace la vista gorda con el contrabando y con la explotación ilegal de minerales como el oro. No sabe protegerse si no es de interés de los “hermanos”. Se ha dejado arrebatar mucho y se dejará quitar más porque cuenta con una diplomacia lamentable.

Sin embargo, nadie entiende que con tanto libertinaje la nación parezca tan despreocupada y alegre. Bolivia siempre espera un milagro para sobrevivir. A ver si en estas fechas santas rezamos todos.

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