Opinión

Envidia sana

18 de junio de 2020, 3:00 AM
18 de junio de 2020, 3:00 AM

En estos tiempos del coronavirus, quienes vivimos en Cochabamba tenemos motivos de sobra para envidiar a nuestros compatriotas que viven en la sede de gobierno y El Alto por la calidad de su alcalde y alcaldesa, respectivamente, que están actuando en forma coordinada y han tomado en serio la tarea de precautelar la salud de la población que vive en sus jurisdicciones.

Y no se trata de poblaciones que sean conscientes de su propia salud, especialmente en El Alto. Pero, ambas autoridades han desarrollado esfuerzos sostenidos para enfrentar las criminales consignas dirigidas a minimizar los efectos de la pandemia y aprovecharla con fines sectarios (especialmente por los mensajes que provienen de Buenos Aires) y, pese a las dificultades y ciegas oposiciones, tomar previsiones para evitar o postergar lo más posible el colapso de su infraestructura de salud.

Probablemente ha ayudado a esa acción conjunta la decisión de UN, partido al que pertenece la alcaldesa de El Alto, de traspasar su lealtad a la Presidenta del Estado, aliada del alcalde paceño (hasta entonces, los operadores políticos de ese partido eran los más firmes opositores y detractores de la gestión del alcalde paceño, y obstaculizaron militantemente cualquier acción conjunta entre ambos alcaldes).

Por esa forma de actuar en forma coordinada han logrado cierto éxito en la tarea de neutralizar a los grupos radicales y evitar que la actitud sectaria del gobernador paceño y el ineficiente funcionamiento de su respectivo Sedes afecten la política de control sanitario que están desarrollando.

Una situación de esa naturaleza no se presenta en Cochabamba ni, me parece, en Santa Cruz, donde cada repartición estatal trata de seguir su propio camino, como si estuvieran en disputa o competencia con el gobierno central y entre ellas mismas.

En Cochabamba, la situación alcanza ribetes dramáticos. Tanto la gobernadora (que adoptó un par de decisiones positivas, pero que ha sido ganada nomás por su dependencia partidaria del MAS), como el alcalde parecería que coordinan, más bien, para obstaculizar toda iniciativa dirigida a preservar la salud de la población.

No sólo que su actuación desde el comienzo de la pandemia ha sido de una negligencia criminal, sino que incumpliendo las mínimas normas de seguridad sanitaria incluso han convocado, en el caso del alcalde, y justificado, en el caso de la gobernadora, a movilizaciones de sus partidarios que han incidido en la expansión de los contagios.

Además, como la nominación del director del Sedes ha respondido a una demanda sostenida de los gremios de los médicos, y no al deseo de la gobernadora cochabambina, que en un principio apoyó a un militante del MAS, ni del gobierno central, que quería que uno de los suyos sea el titular, ambos extremos lo han dejado a su cuenta y tiene que lidiar con un personal poco proclive al esfuerzo y con recursos muy limitados. Pese a ello, probablemente el Sedes sea, en estos momentos, la única instancia que ha tomado la lucha contra la pandemia de forma profesional e integral.

Un dato más. Sorprende a los habitantes de Cochabamba y puedo creer que a los de Santa Cruz, la decisión conjunta de la alcaldesa de El Alto y el alcalde de La Paz de reactivar una cuarentana más rígida a partir de la próxima semana, y la generalizada aceptación de la población, salvo de los opositores más intransigentes, no sólo radicales. Y ni qué decir de la forma en que están logrando que los choferes del transporte público comiencen a respetar las normas de salud que se exigen, extremo que parece imposible en Cochabamba y creo que en Santa Cruz.

Por último, la sana envidia surge cuando en La Paz y El Alto sus alcaldes gozan de la legitimidad emanada de la ley y de su presencia en su jurisdicción, mientras en Cochabamba se tiene un alcalde que por presuntas irregularidades cometidas en el ejercicio de sus funciones ha pasado mucho tiempo en prisión y que anuncia renunciar y al poco tiempo, al mejor estilo garciamecista, retira su renuncia. E igual sentimiento seguramente existe en Santa Cruz, donde su alcalde titular, muy cuestionado, está tan enfermo que se encuentra con licencia, y su alcaldesa en funciones parece no ganar la legitimidad social que es tan necesaria para un buen ejercicio de esa responsabilidad.

En fin, parecería que del viejo susto que muchos tenían de vivir en La Paz por la altura y ser sede de todas las movilizaciones nacionales, ahora esta ciudad podría convertirse en refugio de quienes deseamos autoridades que piensen en su comunidad. Y para su beneficio, ojalá que esta envidia no sólo exista mientras se mantenga el peligro de la pandemia…

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