Opinión

Envilecimiento del MAS

2 de enero de 2023, 4:00 AM
2 de enero de 2023, 4:00 AM




El MAS llegó al poder como ningún otro partido político lo había hecho en la historia de Bolivia. Un 53,7 por ciento de votos le daba la autoridad para transformar e impulsar al país, pero ese caudal fue desperdiciado, como lo está siendo el 55% con el que Luis Arce ganó las elecciones de 2020.

El proyecto nació como una promesa de inclusión, de nacionalización de recursos naturales, de gobierno del pueblo y para el pueblo. Sin embargo, 17 años después, varios grupos de indígenas, especialmente de tierras bajas, se sienten discriminados y son desplazados de sus territorios. El gas, que era el principal recurso natural, se agota y apenas alcanza para abastecer al mercado interno, mientras el país incumple compromisos con otros mercados como el de Brasil y Argentina. 

El Gobierno del MAS dejó de escuchar al pueblo, ensoberbecido en una torre llamada Casa Grande del Pueblo, solo se oyen murmullos y hay ojos vendados que no ven la realidad ni escuchan al ciudadano que tiene ideas propias y libres, que no agacha la cabeza.

El proyecto del Instrumento Político de los Pueblos, que nació en el seno de la COB para dar participación política a los sindicatos, ahora está sumido en una pelea interna, cuyos misiles están dañando al país. Las críticas del ala evista contra el Gobierno escalaron a niveles que no se habían visto, como que dentro de un mismo partido haya acusaciones de narcotraficantes, corruptos y ladrones a ministros de Estado, con devoluciones del mismo calibre.

Se trata de una relación tóxica, porque las fisuras internas llegaron a extremos, mientras existe una especie de desesperación para mantener la mayoría parlamentaria que ya estuvo en peligro durante la aprobación del Presupuesto General del Estado. Fuentes de la misma Casa Grande del Pueblo revelan que al primer mandatario le aterra la idea de que el ala evista y la oposición se unan para aprobar un referéndum revocatorio en su contra y que, finalmente, lo saquen del Gobierno.

Miembros del Consejo Nacional de Defensa de la Democracia (Conade) y de la oposición sugieren que la captura violenta y posterior envío del gobernador Luis Fernando Camacho al penal de Chonchocoro ha sido una acción para limar las asperezas en el MAS e intentar comenzar un año con aguas no tan turbulentas entre renovadores y radicales; un trofeo de guerra que les permita recuperar la unidad perdida. 

El objetivo de poder fue más que el irrespeto a un pueblo y a su autoridad electa, dada la forma en que fue detenido, incluso violando una resolución que impedía la ejecución de mandamientos de apremio durante la vacación judicial y organizando un operativo al estilo de las más duras dictaduras conocidas en la década de los 70 y 80.

En ese contexto comienza un año muy duro para Bolivia, mucho más de lo que la población esperaba. A la incertidumbre económica que proyecta un escenario con menos crecimiento, con más endeudamiento y menor inversión pública, se suma la preocupación por un escenario político y social de confrontación, en medio de amenazas gubernamentales contra la dirigencia de Santa Cruz, disfrazando de justicia lo que se llama represión y persecución política.

El MAS comenzó como un proyecto que pudo transformar Bolivia, pero en el curso de 17 años que lleva de ejercicio de poder se ha ido envileciendo con muchos hechos de corrupción, descontrol en las fronteras y en las tierras que son tomadas por grupos financiados por mafias organizadas, con guerras internas que no permiten que las autoridades nacionales proyecten una Bolivia mejor, sino que utilizan a todo el país para servir a mezquinos afanes de prorrogarse en el poder.

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