7 de noviembre de 2021, 5:10 AM
7 de noviembre de 2021, 5:10 AM

Según el geógrafo inglés Sir Halford John Mackinder (1861-1947), las grandes guerras -y hemos tenido muchas a lo largo de los últimos siglos- han sido causadas por el crecimiento desigual de las naciones. Tal cosa no se debe en su totalidad al mayor genio o energía de algunas comunidades en comparación con las demás; en gran medida resulta de la inequitativa distribución del suelo que se ocupa y de lo que podría llamarse “oportunidad estratégica” de unos sobre otros a lo largo de la historia de las civilizaciones (Ideales Democráticos y Realidad, 1919).

Piénsese en cuán diferente hubiera sido el destino de los trece estados originales que formaron los Estados Unidos de América si el país se hubiera fundado en otro lugar y con otra gente. Partir en 1776 desde una excelente ubicación y contar con una buena dirigencia permitió a las 13 excolonias británicas pasar a ser 50 estados y adueñarse de más de medio continente en un lapso de solo 120 años.

EEUU siguió ganando espacio hasta convertirse en potencia bioceánica con legítimas pretensiones de poder mundial, ya insinuada desde fines del siglo XIX tras su victoria ante España. La nación que fundó George Washington tuvo una enorme ventaja dadas las ubérrimas condiciones del espacio ocupado y ganado, la excelencia de su élite y la abundancia de recursos naturales que sus logros territoriales le proporcionaron.

No existe en la dura arena geopolítica mundial “igualdad de oportunidades” entre naciones. Algunas nacen bien, otras nacen mal, algunas se fortalecen y superan desventajas mientras otras se ahogan -por incompetencia- en sus desventajas o por no saber aprovechar sus pocas ventajas. Al contrario, los pueblos fuertes procuran conseguir de terceros débiles lo que les falta, a veces con resultados positivos, otras con fracasos. Históricamente, se puede inclusive cuantificar la desaparición de estados absorbidos o aniquilados por estados que tuvieron mejores posibilidades y supieron sacar provecho de lo que tenían. Todo dependerá al final de las condiciones objetivas de cada cual, pero también en grado sumo de la calidad y continuidad de sus conductores.

No es cuestión de ser superior o inferior, malo o bueno, de aquí o de allí, sino de quién es capaz de aprovechar su oportunidad en materia de terreno útil y proyección en el tiempo, además de la capacidad de la élite y del valor prioritario que ésta le asigne al lugar que ocupa su pueblo para defenderlo o ampliarlo, esto último si puede y si así le conviene.

Los países que valoran el espacio y preservan recursos siempre tendrán buenas chances. Los que no reconocen ni el valor del espacio ni la necesidad de proteger sus propias materias primas, terminan en el cementerio de las naciones o se transforman en estados frágiles, en un triste yunque de estados martillo más previsores y con mayor capacidad estratégica.

Agustín Saavedra Weise es Economista y Politólogo


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