6 de noviembre de 2021, 5:00 AM
6 de noviembre de 2021, 5:00 AM

En la Cumbre de Líderes de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) Bolivia no se adhirió a su declaración sobre los bosques y el uso de la tierra que sí lo hicieron 131 naciones, en donde se alberga el 85% de los bosques del planeta.

Bolivia no firmó y sí lo hicieron sus vecinos como Argentina, algunos estados de Brasil, Chile, Perú, Paraguay y casi todos los países de la región, incluso México, Cuba y Ecuador, por mencionar algunos. El compromiso incluye la inversión de $us 12 mil millones de fondos públicos de 12 países entre 2021 y 2025 para proteger y restaurar los bosques, además de otra inversión privada de menor cuantía.

Llama la atención el argumento teórico del presidente Luis Arce en el escenario Internacional y su comportamiento sobre el tema. Se manifestó en contra de los mercados de carbono, el sistema de compraventa de derechos de emisión a la atmósfera de Gases de Efecto Invernadero (GEI). Estas “falsas soluciones capitalistas” que menciona el ejecutivo fueron el argumento que dio motivo a la negativa, por su parte en Bolivia el riguroso cuidado de los bosques y la defensa de la madre tierra forma parte de una escenografía donde detrás de bambalinas también se cuecen habas.

Los recientes informes señalan que en Bolivia se quemaron más de 3,4 millones de hectáreas en lo que va del año. Un 94% de esas áreas pertenecen a Santa Cruz y Beni, y de ese porcentaje Santa Cruz concentra un 56,4% con una superficie quemada de 1,9 millones de hectáreas. El 46% (1,5 millones de hectáreas) de la superficie quemada se concentra en áreas protegidas nacionales y subnacionales. Más datos: El 21% (729 mil hectáreas) de las áreas quemadas a nivel nacional se concentra en 21 áreas protegidas subnacionales y el 18% (606 mil hectáreas) de las áreas quemadas hasta mediados de octubre se concentra en 20 territorios indígenas. Poco se sabe de la férrea intervención del Estado y de la captura y sanción a los responsables, mientras año tras año seguimos contando y sumando daño en la biosfera, degradando el aire, el suelo y las especies nativas tanto animales como vegetales.

Los líderes de estos países se comprometieron a realizar acciones como frenar la deforestación, conservar los bosques, ecosistemas terrestres, restaurar, facilitar políticas de comercio de desarrollo sustentable, producir y consumir productos básicos que eviten la deforestación y la degradación de la tierra. Reducir la vulnerabilidad, generar resiliencia y mejorar los medios de vida rurales, entre otras necesidades de carácter de urgencia.

Al mirar nuestra realidad sobran teorías y buenas intenciones, mientras que las prácticas siguen engrosando la columna del haber.

Lo interesante de esta reunión cumbre, impulsada por Naciones Unidas donde participaron no solo naciones sino instituciones y actores civiles que buscan reducir a la mitad la pérdida anual de los bosques naturales hasta llegar a la deforestación cero en 2030, es el compromiso asumido. Algunos sostienen dudas sobre el logro a alcanzar, otros, como Bolivia, ni eso, porque no se comprometió a tomar decisiones concretas en un plazo prudente para realizar acciones que nos benefician. El pretexto deja en entredicho nuevas relaciones que se enmarcan en la dinámica internacional y en el devenir de la historia contemporánea. Ya con un pie en territorio nacional es necesario conocer entonces cuáles son las verdaderas soluciones inmediatas para evitar tanta catástrofe ambiental que cada año repetimos sin haber aprendido nada.

Tags