Ética aplicada a la educación
Por Alberto Salamanca/Abogado
La ética es la disciplina que estudia la moral, y, a su vez, la moral se ocupa de definir lo que es bueno, justo y correcto. Para comprender lo que constituyen los valores positivos —como la justicia y la bondad— es necesario contrastarlos con los valores negativos, es decir, con lo injusto, incorrecto y malo.
En este sentido, la ética examina estos valores dentro del contexto social, estableciendo un marco en el que se fomente la aplicación y el desarrollo de aquellos considerados positivos, definidos así por cada sociedad.
La ética en el ámbito educativo aborda los principios morales que deben guiar las prácticas dentro de las instituciones académicas. Este campo se centra en reflexionar sobre los dilemas éticos que surgen en el contexto educativo, tanto en la enseñanza como en la administración de centros educativos, desde el nivel escolar hasta la educación superior.
Aplicada a la educación, la ética implica el análisis de normas y valores que rigen las interacciones entre los diversos actores involucrados en el proceso educativo: estudiantes, docentes, administradores e, incluso, padres de familia.
De estos principios morales y éticos emerge la deontología, o el conjunto de normas que regulan la conducta y las relaciones en el contexto educativo. Este código deontológico establece pautas sobre el comportamiento aceptable en cada institución educativa, delimitando tanto las acciones permitidas como las restricciones aplicables al ámbito académico y social.
Dentro de las instituciones educativas, especialmente en la educación superior, la ética abarca una serie de elementos fundamentales que guían el comportamiento y fortalecen las relaciones. Entre estos destacan la justicia educativa, el respeto por la diversidad, la no discriminación, la responsabilidad personal y profesional, la confidencialidad y los procedimientos éticos de evaluación.
Estos valores no solo establecen normas de comportamiento moralmente aceptadas, sino que aseguran que todos los integrantes de la comunidad educativa comprendan y respeten estas pautas, fomentando así un ambiente de convivencia armónica y justa.
Cada uno de estos principios representa un área de análisis y desarrollo. Su implementación práctica impacta directamente en factores esenciales como la disciplina académica y estudiantil, los derechos y obligaciones de estudiantes, docentes y personal administrativo, así como en la necesidad de llevar a cabo evaluaciones justas y objetivas.
Asimismo, la regulación del uso de tecnologías, como la inteligencia artificial, la realidad virtual, la realidad aumentada o el big data, entre otros, y la gestión de conflictos de interés forman parte integral de este marco ético, garantizando decisiones y prácticas que promuevan la equidad y la integridad en el ámbito educativo.
Su aplicación, particularmente en el ámbito de la educación superior, contribuye a crear un ambiente inclusivo y responsable, que no solo impulsa el aprendizaje, sino también el desarrollo de una ciudadanía ética y consciente.
La adhesión a estos valores es esencial para construir un sistema educativo que no solo forme individuos competentes en sus disciplinas, sino también ciudadanos comprometidos y responsables con su entorno, preparados para tomar decisiones responsables en sus vidas personales y profesionales.