16 de septiembre de 2024, 4:00 AM
16 de septiembre de 2024, 4:00 AM

En los últimos tiempos, desde la caída de Gonzalo Sánchez de Lozada en 2003, los meses de septiembre, octubre y noviembre, han marcado hitos lamentables en la historia boliviana del siglo XXI.

Hace 21 años, el 20 de septiembre de 2003, un sangriento operativo militar dirigido por Carlos Sánchez Berzaín, dejó el saldo de un soldado y cuatro civiles muertos, una niña entre ellos. La primera página del capítulo final del gobierno de Goni comenzó a escribirse con sangre. Semanas después, en medio de un radical bloqueo de caminos, se produjeron las llamadas masacres de Octubre Negro, con 67 víctimas fatales, hasta que el 17 de octubre, Sánchez de Lozada tomó un vuelo a Estados Unidos para no volver nunca más a Bolivia. En esa historia, Evo Morales fue uno de los principales bloqueadores y protagonistas.

En 2019, Bolivia sufrió uno el primer desastre ecológico de los últimos años: la quema de más de 4 millones de hectáreas en el oriente boliviano.  La tragedia fue de tal magnitud que incluso puso un freno a la campaña electoral en la que los principales contendores eran Evo Morales y Carlos Mesa. La historia de ese proceso es harto conocida: la votación de octubre, la rebeldía en las calles y la renuncia y huida de Morales.

En octubre 2020, en plena pandemia, y después del polémico gobierno de Jeanine Áñez, el pueblo boliviano volvió a las urnas y Luis Arce Catacora fue elegido presidente con el 55 por ciento de los votos. Evo Morales no estuvo en la papeleta de voto, pero puso al candidato del MAS, dirigió la campaña desde Argentina y, entre otras repudiables acciones, ordenó el llamado bloqueo del oxígeno que provocó la muerte de 30 personas por falta de atención médica oportuna y eficiente.

Hoy, en septiembre de 2024, Evo Morales prepara una nueva movilización: marcha desde Caracollo y bloqueo de caminos hasta forzar las normas y habilitarse como candidato para las próximas elecciones generales. Una vez más, el país soporta una tragedia ambiental, similar a las de 2019 y agravada por la lenta e insensible reacción del Gobierno. Nuevamente, Morales aparece como gestor de un repetido proceso de incertidumbre e inestabilidad.

¿Y quién está frente a Evo? El presidente Luis Arce, su exministro, y ahijado político a quien eligió para que candidatee a la presidencia, sin pensar que se convertiría en mandatario. Ese hombre que en las últimas horas salió al frente para decirle: “no arrastres al pueblo al enfrentamiento y a la muerte por tus caprichos y ambiciones de poder”.

Una pugna partidaria, la ciega ambición de un cocalero adicto al poder y los afanes reeleccionarios de un economista con escasa talla política tienen al país al borde una nueva crisis. Se acerca otro octubre con pronóstico reservado. Uno de los protagonistas es el de siempre y el otro es un presidente que promueve un cerco a la Asamblea Legislativa, que quiere salvar la economía a punta de deudas millonarias y que pretende quedarse en la Casa Grande del Pueblo hasta 2030.

Lamentablemente, la alicaída economía sufrirá las consecuencias de esta pugna ciega y mezquina y millones de bolivianos serán afectados en todas sus actividades. Triste panorama para un país que, definitivamente, merece otros líderes y un mejor destino.