Editorial

25 de octubre de 2020, 5:00 AM
25 de octubre de 2020, 5:00 AM


Cinco días después de la elección, el tiempo más corto de la historia democrática de procesos electorales, el país conoció los datos finales oficiales de los comicios recientes con el resultado que se adelantó en la madrugada del lunes: el candidato Luis Arce, del Movimiento al Socialismo, ganó en primera vuelta con 55,10 por ciento.

Se dio así por finalizado un largo ciclo de postergaciones de la fecha por la emergencia del Covid-19 y finalmente se tuvo un corto pero muy intenso proselitismo donde hubo de todo: desde una guerra de encuestas hasta la guerra sucia de desacreditación del oponente, con pocos espacios para las propuestas y programas gubernamentales.

Desde las 18:20 horas del viernes reciente, Bolivia tiene un presidente electo, Luis Arce Catacora, y un vicepresidente electo, David Choquehuanca Céspedes, en espera del acto de posesión formal anunciado para el 8 de noviembre.

El Órgano Electoral Plurinacional, organizador de los comicios, tuvo errores y aciertos en este proceso: su mayor desacierto fue la suspensión del sistema de difusión de resultados preliminares faltando apenas 12 horas para el inicio de la votación, por fallas que se presentaron en las pruebas y simulacros de funcionamiento de la operación; pruebas que debieron realizarse con mayor anticipación.

En contrapartida, los tres mayores aciertos del TSE fueron haber desarrollado una elección transparente y sin fraude, en una jornada tranquila sin incidentes ni observaciones y haber realizado un cómputo en un tiempo récord de cinco días, frente a los 15 días que tomó conocer los resultados en las elecciones de 2014.

Los resultados mostraron una vez el arrastre popular que tiene el MAS particularmente en las áreas rurales, provincias y cordones populares de las grandes ciudades, sectores donde las otras dos agrupaciones, Comunidad Ciudadana y Creemos, fracasaron.

La recuperación de la preferencia electoral por parte del MAS, que fue bastante mayor que en la fraudulenta elección del 20 de octubre de 2019, llamará la atención de unos y otros: en el propio Movimiento al Socialismo para entender qué factores cambiaron para que ahora tuvieran mejor resultado que el pasado año; y en los otros partidos para identificar autocríticamente en qué fallaron en estos 12 meses para tener un peor resultado que el pasado año.

Inevitable será, en esos análisis, la discusión sobre el papel del factor Evo Morales y Álvaro García Linera en la fuerza de su propio partido: los hechos demostraron fehacientemente que al MAS le fue mejor sin ambos en la carrera electoral.

Y también una vez más se constata en las urnas que sin una candidatura electoral unificada de los oponentes al Movimiento al Socialismo, nadie tendrá ninguna opción de ganar al partido de Morales en una buena cantidad de años.

En paralelo tendrán que hacer un trabajo político y partidario profesional, y emprender con bastante tiempo y con estrategias la difícil misión de seducir al electorado que hoy por hoy prefiere seguir votando por el MAS, si quieren tener alguna chance de poder dentro de cinco años.

En el saldo final, una vez más ganó la democracia, porque el poder resultante, para gusto de unos y disgusto de otros, es la voz del voto de los ciudadanos, ese que tuvo la oportunidad de manifestarse en forma ejemplar el domingo 18, y contra ellos no hay nada ni nadie. Es la democracia.

Tags