18 de noviembre de 2024, 15:00 PM
18 de noviembre de 2024, 15:00 PM

Mi generación o sea de los nacidos a inicios de los ´40 y que hoy bordean los 80 años hubiera dejado atónito a Charles Darwin, el científico que estudió la evolución y la capacidad de adaptación al cambio de ciertas especies, y nos hubiera declarado - a los ochenteros humanos - sin duda alguna como especie evolucionada y de gran capacidad de adaptación, ¿porqué?

Somos una generación que como dicen, ha vivido en dos milenios distintos y en dos siglos distintos. Los cambios a los que hemos tenido que adaptarnos han sido enormes.

Yo todavía he escuchado música en discos de 78 RPM, tocados en la vitrola RCA Victor a cuerda de mi tía Lilí, a la que cada vez había que cambiarle la aguja que se gastaba pues eran de plomo. El disco duraba 4 minutos y si se caía se deshacía en mil pedazos. Hoy con Spotify, tengo en una mano toda la música producida hasta hoy en el mundo .

He hablado todavía por teléfono mediante una señorita “telefonista” que permitía las conexiones telefónicas. Hoy me comunico, converso y hago videoconferencias gratuitas con cualquier parte del mundo mediante el celular.

He volado de niño en el Junkers de aluminio corrugato que el LAB le compró a Alemania en 1932 y en los famosos bimotores a hélice DC3 que volaban en la década de los ´40. Ahora vuelo en Airbus a Europa en menos tiempo que lo que tardaba en ir a La Paz por tierra.

Nos enfermábamos y nos curaban “a ojo” de coqueluche, pulmonía, diarrea, disentería. La poliomelitis siempre rondaba cerca. Ahora “escanean” hasta el último milimetro de nuestros “churiquis”.

Usábamos pantalones cortos, pues los largos se agujereaban inevitablemente en la rodilla, ¿será por eso que hoy los venden ya agujereados?

Animarse a dirigir la palabra a la pelada amada era una increíble proeza que requería gran coraje, y lograr después verla a solas era prácticamente imposible.

En el colegio ejercitábamos “la letra palmer” para escribir de manera elegante e impecable, pues escribir bien era una inequívoca señal de cultura y educación. Hoy debemos y sabemos solo teclear con el dedo gordo las teclas del celular. Ya no escribimos absolutamente nada.

Para investigar, necesitábamos ir a una biblioteca o con suerte y padre platudo podíamos consultar en casa los 20 tomos de la Enciclopedia Británica, Hoy “googleamos” o vamos a la IA para tener cualquier información y la obtenemos al instante, “en tiempo real” como dicen.

Cuando regresé a Santa Cruz en 1970, no habían pizzas, ni hamburguesas, ni pollo frito ni sushis, ni coca cola, no había comida chatarra y por eso la mayor parte de su población era decididamente flaca. Eso se puede claramente verificar con fotos de la época.

En las calles de barro, había solo el semáforo del correo, ¡trofeo de la modernidad urbana! Y uno se estacionaba en cualquier parte porque las calles estaban totalmente despejadas, solo circulaban los jeep Willis y los carretones. Habiendo vivido eso, sin embargo, hoy resistimos heroicamente el actual caos urbano y hasta conducimos en el ¡Es mucha proeza!

Ya éramos prácticamente de la tercera edad cuando aparecieron las primeras computadoras. Recuerdo que en el Comité de Obras Públicas de Santa Cruz se tuvo que alquilar una casa entera de dos pisos para instalar la IBM, que sin embargo tenia una memoria mucho menor que la de un actual celular chino. La información se guardaba en tarjetas perforadas y las muchachas que aprendieron el oficio se llamaban “perforistas”. Luego vinieron las cintas magnéticas y los discos flexibles o floppy disk., para que al final, todo termine “en la nube”.

En la memoria de la Mac Classic que compramos para hacer la revista “reflejos de la semana” ya en los ´80 del siglo pasado no entraba el texto completo de la revista de 30 páginas, por tanto se debía hacer por partes mediante “floppy disks”. Mi sobrina Cecilia era la responsable y recuerdo que se desesperaba y se enfrentaba a puñetes a la MAC a la cual insultaba como “mocha”. Los jóvenes no conocen nada de eso porque llegaron directamente a los flash memory, la nube y el disco duro de un tera.

Son ochenta años de permanentes y profundos cambios, y aquí nos tienen, casi “chalingas”, ahora lidiando con la física cuántica, la neurociencia , la robotización, la realidad virtual, el cambio climático, la resiliencia y la inteligencia artificial. Como dijimos, los ochenteros, por nuestra capacidad de adaptación seriamos los “adulaos” de Charles Darwin…

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