Opinión

Hombre del Renacimiento: homenaje a la vida de Ubaldo Nallar

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18 de junio de 2021, 5:00 AM
18 de junio de 2021, 5:00 AM

Como pocos, Ubaldo Nallar Terán impactó la vida de muchos en Santa Cruz de la Sierra y en distintas latitudes de la tierra. Conocido dramaturgo, actor, empresario y gestor cultural, él creó una familia extendida en los cinco continentes, uniendo a sus miembros mediante lazos de amistad, amor y gusto por la vida y el arte. Ubaldo batalló contra el corona, pero su corazón no resistió. Su partida deja un vacío muy grande no solo entre quienes lo queríamos, sino en muchos otros que al estar cerca suyo sintieron los destellos de la luz que irradiaba.

Quienes tuvimos la dicha de compartir con él, sabemos que Ubaldo era una figura descomunal, fuera de este mundo. Fue un hombre visionario, que soñó en grande y alcanzaba lo que se proponía. Amaba las manifestaciones artísticas en todas sus formas, como el teatro, la música, la literatura, la pintura y la gastronomía. Dedicó su vida a construir sueños. Fue osado, visionario y fue, antes que nada, un hombre de extrema dedicación a los suyos.

En sus poco más de 40 años, Ubaldo obtuvo una cantidad impresionante de logros. Fue elegido para viajar al Vaticano y conocer al papa Juan Pablo II estando aún en colegio. Escribió, actuó y dirigió obras de teatro desde muy joven, creando diversos elencos y formando compañías. Abrió un café, que luego transformó exitosamente en restaurante y destino cultural. Convirtió una de las esquinas de la plaza en una parada obligatoria, demostrando cómo se puede innovar y crear sustentabilidad en el apoyo a las artes. Representó al país en diversos escenarios, tanto en las tablas como en gestión cultural y ganó premios y reconocimientos por ello. Publicó sus obras. Se convirtió en activista y defensor de derechos ambientales durante los incendios que azotaron la Chiquitania, impulsó mejores prácticas ecológicas en su local y arborizó el espacio público. Como si eso no bastara, en medio de la pandemia abrió un museo dedicado al singani en su amado Lorca.

Pero prefiero resaltar su lado humano. Siempre admiré el carácter autodidacta innato de Ubaldo. Su aguda curiosidad lo llevó a desarrollar una visión del mundo muy especial, de la que aprendí mucho. De Oruro llegó cargando consigo una estricta educación alemana y los resabios de la influencia cultural británica en esa ciudad. De sus raíces sirio-libanesas y cruceñas, el amor por la llanura tropical, por la selva y un gusto sinigual por preparar y compartir culinaria exquisita. Aprendió desde muy pequeño inusuales tradiciones de la mano de ambos linajes, de fuerte raigambre matriarcal. Cuidó a tres hermosas tías en su hogar. Bebió también del amor que tejen en uno las familias grandes, cultivando la suya propia y extendiendo su corazón a los amigos que tuvo cerca. Y quienes formamos parte de su familia por elección, disfrutamos no solo de su cariño y generosidad. Nos mostró un mundo más colorido, más interesante e inquisitivo. Y nos enseñó qué es sentir y ejercer amor profundo y sincero por quien no es de nuestra sangre.

Soy testigo del inmenso aporte de Ubaldo. Logró una simbiosis armónica y delicada de la cultura cruceña con el resto del mundo, elevando y reconociendo lo local, sin perder nunca de vista la importancia de lo universal. Conectó a personas de tantas nacionalidades, creando tertulias que se reunían cotidiana e informalmente en Lorca y en su hogar. Fue por él que conocí a mi esposo. Quienes concurríamos a Lorca lo hacíamos sin ser enteramente conscientes de que gravitábamos hacia un espacio mágico que nos cobijaba. Al ponerse el sol, llegábamos a encontrarnos con esa gran familia: quienes actuaban o cantaban, quienes se sentaban a disfrutar un café, un plato de comida o simplemente a ponerse al día con él y entre nos. Mediante historias, anécdotas, risas, abrazos y rodeados de su cariño, Ubaldo nos marcaba con huellas indelebles. Permeaba con cada gesto suyo nuestra memoria, dejándonos el inmenso legado que fue su vida y su existencia en nuestros corazones.

Podría contar tantas cosas de Ubaldo. Podría decir cuánto reía al escucharme decir viejas expresiones cruceñas, cuánto disfrutaba creando veladas especiales en su casa para sus amigos, de los planes que teníamos para hacer proyectos de transformación del centro, o cuántos viajes nos prometimos hacer. El dolor que su ausencia ha generado es porque es difícil imaginar el centro o Lorca sin su presencia. Tocó tantas vidas, que cuesta entender su abrupta partida y asimilar la pérdida que deja, porque lo hubiéramos querido entre nosotros por más tiempo.

Ubaldo demostró cómo ser fiel a sí mismo, a sus sueños e ideales. Los compartió con el mundo y se atrevió a querer siempre más arte y cultura al acceso de todos. Me hizo un miembro más de esa gran familia que eligió para él. En esta semana en la que lloramos su ausencia, las huellas indelebles que dejó en mí me impulsan a intentar plasmar en palabras, la quijotesca tarea de describir su inmenso legado.

Ana Carola Traverso-Krejcarek - Socióloga

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