13 de mayo de 2022, 4:00 AM
13 de mayo de 2022, 4:00 AM


El problema de la escasez de maíz en el país ha abandonado la discusión técnica, numérica, de cuantificación y de las posibilidades bolivianas para conseguir el autoabastecimiento, para trasladarse al terreno político, donde una de las partes en conflicto tiene más experiencia y mejores posibilidades de transformar un debate de producción en un asunto de supuesta especulación, agio y pronto una acusación a “la derecha”.

El capítulo más reciente de esta historia la escribió el ministro de Desarrollo Rural y Tierras, Remmy González, quien dijo que Bolivia dispone de más de un millón de toneladas de maíz y que el consumo interno es de 995.000 toneladas, es decir, sobraría el grano.

Enseguida acusó a los grandes productores “malintencionados” de montar un supuesto escenario de inestabilidad de precios y de ocultar el producto para forzar el uso de la biotecnología.

El mismo ministro amenazó con suspender las exportaciones de pollo, carne de res, leche y huevo “si no se garantiza la comida de los bolivianos a precio justo”.

El presidente de la Asociación Nacional de Avicultores, Ricardo Alandia, le respondió que Bolivia solo exporta carne de res y no así carne de pollo, huevos ni leche.

La amenaza gubernamental dejó al descubierto que algunas autoridades del área específica, nada menos que el titular de Desarrollo Rural y Tierras, desconoce la actividad productiva en el campo y los productos que el país exporta. Que el Gobierno diga que tiene los mecanismos para suspender la exportación de productos que, en los hechos, no se venden al exterior lo deja mal parado, porque da la impresión de que el trabajo desde el escritorio de su oficina en algún edificio de la sede de Gobierno no le permite saber de campo, tierra, semillas ni cosechas.

No hay escasez, dicen las autoridades al referirse al maíz, y en esa expresión resumen su posición frente a las quejas de los que utilizan el grano en la producción avícola y porcícola principalmente, que lo único que demandan es que se permita importarlo o se autorice la siembra de maíz genéticamente modificado, con lo cual el país podría incrementar la cantidad del grano en más del 60 por ciento sin aumentar la actual superficie cultivada.

El maíz no es un producto menor que se pueda “ocultar” en una caja de zapatos. En lugar de elaborar complejas teorías de conspiración y demostrar desconocimiento de la materia, el Gobierno lo que tiene que hacer es garantizar la provisión de este insumo para que la alimentación de los bolivianos no se sienta afectada ni con escasez ni con elevación de los precios.

Si a las autoridades les queda dudas sobre el tema, lo que podrían hacer es buscar los galpones donde supuestamente se esconde el maíz y mostrarlo a la opinión pública, o visitar las denominadas “balanzas”, que son ferias de venta del grano, donde directamente no hay maíz, ni barato ni caro.

Acusar sin sentido o taparse los ojos para no ver la escasez real del maíz no contribuye a resolver un problema de solución relativamente sencilla: importar maíz o sembrar con biotecnología que mejora la eficiencia productiva, como hacen muchos países. Ni los pollos ni los cerdos se mueren ni sufren ningún efecto por consumir maíz genéticamente mejorado.

Tampoco se puede tapar el sol con un dedo cuando se intenta desconocer que la prolongada sequía en el Chaco ha mermado sustancialmente la producción de maíz, una actividad que ocupa no a unos pocos grandes productores, sino a muchos pequeños productores en el campo.

Tags