15 de mayo de 2022, 4:00 AM
15 de mayo de 2022, 4:00 AM


Los tentáculos del narcotráfico se extienden sin control en Bolivia. Son casi diarias las noticias vinculadas al tema, unas por el hallazgo de paquetes (cada vez más grandes) de cocaína; otras por los crímenes o ajustes de cuentas. Sorprende la que acaba de ocurrir con algunos miembros del pueblo ayoreo involucrados con el tráfico de estupefacientes.

Ni el más creativo guionista de cine pudiera haber creado una trama como la que ocurrió en la zona de Cuatro Cañadas, al este de Santa Cruz. Miembros de la comunidad ayorea Suejai interceptaron una camioneta que iba cargada con cocaína, robaron la droga y la ofrecieron a un comercializador, según registran audios que ya están en poder de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico.

Sin embargo, los efectivos antidroga no actuaron de inmediato y, entretanto, los narcotraficantes dueños de la mercancía volvieron y dispararon contra ayoreos para recuperar su botín. Uno de los indígenas recibió impactos de bala en su motocicleta, perdió el control, cayó y murió. Otros dos estaban desaparecidos y cuando se los recuperó tenían signos de tortura.

Nadie sabe cuánta droga había en la camioneta interceptada ni en otra que logró huir del ataque de los miembros de esa comunidad. Se cree que los kilos se cuentan por cientos. Lo que sí se sabe es que ambos vehículos iban a una ‘narcopista’, ubicada en una propiedad privada y que en sus alrededores había una especie de depósitos ocultos para guardar los estupefacientes.

Pero este caso, ocurrido en la zona este del departamento cruceño, no es el único que involucra a comunidades. Desde hace años se conoce que en el departamento de Potosí hay comunidades indígenas, tomadas por el contrabando y el tráfico de drogas, a donde no ingresa la Policía. Ocurre también en la localidad de San Germán, en la carretera entre Santa Cruz y Chapare, y quién sabe en cuántas más del territorio nacional.

A todo ello se suma el involucramiento de jefes policiales antidrogas con el narcotráfico o la presencia de capos del Primer Comando de la Capital (una de las mafias más grandes y peligrosas de Brasil) operando en Bolivia.

También se supo de narcos, capturados en otros países, que portaban documentos de identidad falsos en los que ostentaban nacionalidad boliviana. La penetración del narcotráfico en parques y áreas protegidas de Bolivia es otro hecho informado por el mismo Gobierno.

Grandes fábricas de droga fueron halladas en el parque Noel Kempff, varios dirigentes indígenas denunciaron la presencia de factorías en la zona del Tipnis y en otras más. Los fabricantes de droga, aparte de dañar la vida y la salud de jóvenes y niños, están destrozando las áreas verdes que hay en Bolivia, las que -por cierto- no tienen control, porque los guardaparques fueron despedidos.

¿Qué más tiene que pasar para que haya una reacción clara y contundente en el Gobierno? Obviamente el tema no es de ahora. No por nada están presos varios ex jefes antidrogas del Gobierno de Evo Morales; pero ¿por qué no hay mayor determinación de parte de Luis Arce Catacora? El presidente y su gabinete tienen que dar señales potentes, porque el deterioro es mayúsculo y tiende a ponerse peor.

Que haya miembros de comunidades indígenas de oriente y occidente involucrados en el asunto es un hecho que debería generar un sacudón. Que sumen los escándalos de corrupción policial genera una profunda indignación ciudadana.

Bolivia ya no está para excusas ni promesas de parte de la Policía. El presidente de los bolivianos está en un punto de inflexión: o no hace nada y Bolivia avanza al despeñadero o toma el timón y gobierna como todo el país espera que lo haga.

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