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3 de junio de 2023, 4:00 AM
3 de junio de 2023, 4:00 AM

El arduo, sistemático y denodado trabajo  diario sin pausa; la fortaleza  de la fe sujeta a todos los avatares posibles  durante cinco siglos, con miembros excepcionales  en la difícil  labor del estudio y la meditación; el cultivo depurado de la inteligencia, la  solidaridad con el prójimo y la aproximación  constante a los pueblos, conllevan constitucionalmente a erigir una institución jesuítica respetada y confiable, cuyos  antecedentes se tornan  no inmaculados, por la acción de algunos miembros dominados por la neurosis sexual.

En el decurso de la existencia del mundo, no hay ninguna institución de fe,  militar o policial, educativa, de gobierno o privada, que pueda afirmar  la inexistencia, entre sus miembros, de algunos varios que deleznaron los principios constitutivos de la institución, la lealtad y las obligaciones de  la influencia espiritual  y el temor reverencial del cargo que, precisamente,  los atrajeron para pertenecer o postular a la institución.

El afrontar conflictos en una institución no significa neurosis, en una  u otra época, los deseos, intereses, convicciones  colisionan con de los que nos rodean; así  los conflictos interiores  son partes que integran la vida.

Los actos de un animal están determinados  por el instinto, como ser su apareamiento, defensa de la cría, búsqueda de alimentos ante el peligro, y están  más o menos prescriptos. En contraste,  la prerrogativa  y la carga  de los seres humanos es su capacidad de elegir y de asumir decisiones.

Para no caer en el abismo  de la neurosis  de los pedófilos y agresores sexuales, deberíamos saber responder a estas condiciones cuádruples: ¿Queremos realmente ser sacerdotes, abogados, médicos o buenos ciudadanos, o solo  consideramos dichas profesiones y status como  provechosas y respetables? ¿Deseamos  realmente que nuestros hijos  sean felices  y los hijos de los otros, o solo hablamos de labios para afuera? ¿Estamos realmente tristes por la muerte de un padre o una madre, o simulamos  tristeza? ¿Aceptamos las consecuencias de nuestras decisiones?

El tomar una decisión, como la de abrazar el sacerdocio, otra profesión  o la condición de ciudadano, presupone la voluntad  y capacidad de asumir la responsabilidad  implícita; hay un riesgo de equivocarse, empero, se impone la prevalencia de aceptar  las consecuencias sin culpar por ello a los demás, volcando  frustraciones no superadas en seres inocentes.

Cuando no se es equilibrado con el instinto y los cuestionamientos interiores, surge la neurosis como conflicto básico y, en los agresores sexuales radica entre los instintos, con su ciego  apetito de satisfacción y el medio  que coacciona  que es la familia y la sociedad, convirtiéndose en el superego  como lo afirmaba Freud. También el argumento  de  que la oposición entre  las tendencias egocéntricas primitivas (infancia) y la conciencia es la   fuente básica  de los conflictos, no explica las divisiones existentes en el interior del neurótico sexual y decanta inexorablemente en un fin desastroso que arruina  la vida de la persona y de las personas inocentes  con las que se relaciona  tomando ventaja de su jerarquía.

La institución jesuita  es irreprochable  en sus nobles objetivos de solidaridad, transmisión de la educación y aprehensión de la sabiduría para acercarse a Dios durante cinco siglos, no obstante estos principios elevados, como toda institución, sea cual fuere su esencia o quididad, es vulnerable a miembros sin fe, ingresados solo para obtener seguridad de supervivencia, sin firmes convicciones menos una monolítica e indestructible moral; por ello no se debe estigmatizar la institución.


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