Opinión

La cuarentena exige paciencia

4 de junio de 2020, 3:00 AM
4 de junio de 2020, 3:00 AM

Unos más otros menos, se puede afirmar que todos estamos hartos de la cuarentena; que queremos de una vez recuperar nuestra rutina previa a su declaratoria e irnos a un café, a un restaurante, a misa, a bailar, a los mercados. También queremos olvidarnos del temor al contagio, de dar la mano a nuestras amistades, abrazar a nuestros familiares…

Pero, no podemos hacerlo y nos cuesta dominar nuestras reacciones, así sea que sabemos que rompiendo la cuarentena en forma irresponsable lo único que conseguiríamos es aumentar geométricamente la posibilidad de enfermarnos y hacer que se enfermen quienes nos rodean.

Entonces, en los tiempos actuales muchos estamos recurriendo a las redes sociales no sólo para informarnos y participar en un mundo virtual, sino para desahogarnos, lo que ha provocado el aumento geométrico de las agresiones de unos a otros, dejando de lado argumentos y una disposición a intercambiar opiniones. De una u otra manera, todos nos sentimos portadores de la verdad y quien disiente pasa a una categoría de enemigo al que hay que descalificar. Peor aún, la categoría “error” ha desaparecido. Uno dice o comenta algún argumento ya no porque podríamos considerar que está equivocado, sino porque “debe” responder a “algún interés”.

En ese camino, el uso de la denigración al que no actúa como uno quisiera no tiene límite. Sin escrúpulo alguno se lo calumnia y difama, al mismo tiempo que se defiende a capa y espada al que se quiere.

En esas tribulaciones me encontraba cuando leí un texto de Federico Lombardi a propósito del coronavirus. Lombardi es un sacerdote jesuita que fue vocero de los dos últimos Papas (llegó a Bolivia con el Papa Francisco) y entre sus reflexiones recupero una que es pertinente a este comentario: “La prueba de la pandemia es sin duda una causa de tribulación por muchas razones diferentes, requiere caridad paciente en las relaciones con otras personas cercanas a nosotros, requiere paciencia en la enfermedad, requiere paciencia con visión de futuro para combatir el virus y reanudar el viaje en solidaridad con la comunidad eclesial y la comunidad civil de la que formamos parte. ¿Podremos superar el nerviosismo, el cansancio y el cierre en nosotros mismos para refrescar nuestros corazones con probada virtud y esperanza?”.

En estos momentos en los que vamos asumiendo la necesidad de que en el país debemos recoger el desafío de reconstruirnos integralmente luego de los 14 años de hegemonía del MAS y el coronavirus, parece que la pregunta que hace Lombardi –más allá de si uno es creyente o no— se convierte en un requisito: para acordar una visión de futuro es preciso superar el nerviosismo, el cansancio y el cierre en nosotros mismos, y agreguemos, la profunda desconfianza en los otros y la incapacidad de dialogar en circunstancias en que hay tantas demandas sociales, políticas, económicas, culturales… que deberían ayudar a encontrar respuestas de consenso.

En esa línea, quienes por la cuarentena hemos aprovechado las redes sociales como un espacio para difundir lo que creemos y poder entablar diálogo, es necesario que recuperemos la capacidad de presumir la buena fe de nuestros interlocutores, y que nos convenzamos de que para que un debate sea fructífero se debe tener un mínimo de conocimiento del tema que se discute, pues asumir como ciertas afirmaciones que no tienen sustento en la realidad interfiere mucho en la posibilidad de dialogar.

En una crisis de las características que tiene la que el país está atravesando hay muchos factores que pueden facilitar la adopción de acuerdos de largo plazo, que son mucho más importantes que los que impiden convergencias.

Además, como también escribe Lombardi, el “mundo está lleno no sólo de malas noticias, sino también de buenas noticias. Es nuestro deber reconocerlas y darlas a conocer, porque son las que nos guían más lejos y dirigen nuestra mirada hacia arriba, la fuente del amor, la meta de la esperanza”.
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