31 de julio de 2022, 4:00 AM
31 de julio de 2022, 4:00 AM

Desde la cúspide del poder se afirmó que Bolivia es una isla alejada de la crisis económica. No es ninguna novedad. En la narrativa oficialista, la idea de que estamos aislados y protegidos por el manto sagrado del modelo económico social comunitario y productivo es antigua. Este es un mantra muy difundido en la liturgia de la propaganda del Gobierno. En el pasado se hablaba de economía blindada y más recientemente, se menciona la impermeabilización del aparato productivo.

La idea de la isla de la fantasía económica no corresponde a la realidad de los hechos. En los textos de economía, para simplificar el análisis, se habla de economía cerrada. La autarquía es una ficción pedagógica que se utiliza en los cursos introductorios del área. En la práctica, un país siempre está conectado con la economía internacional. Para medir esta relación se tiene la balanza de pagos que registra, de manera sistemática, las transacciones comerciales y financieras de una economía con el resto del mundo. También existen las relaciones internacionales informales e ilegales, como el contrabando y el narcotráfico que afectan una economía. En Bolivia este acápite es particularmente relevante.

 La manera formal a través de la cual una economía está conectada con el mundo es: a) la balanza comercial, exportaciones menos importaciones; b) la inversión extranjera directa, de salida y entrada; c) los préstamos internacionales, recibidos y realizados y d) las remesas internacionales, que en nuestro caso serían los recursos que los bolivianos envían, a los parientes pobres de Bolivia, desde Buenos Aires, Madrid o Washington o el dinero que los extranjeros en Bolivia mandan a otros países.

En ningún momento este tipo de flujos se cortan. En el caso de las exportaciones; por ejemplo, este año, Bolivia se beneficia de los espectaculares precios de los minerales y los granos. Las exportaciones no tradicionales (oro y estaño metálico) sobrepasaron los 2.200 millones de dólares. Así mismo, es a través de la balanza comercial que constatamos, azorados si me permiten el espanto, la caída significativa de las ventas de gas natural a Argentina y Brasil de $us 6.500 millones en 2014 a $us 2.269 millones en 2021. Las cuentas fiscales de la “isla” de la fantasía serán durantemente afectas por esta reducción. Para bien o para mal, las exportaciones tienen un efecto en la economía boliviana.

Las masivas importaciones, legales e ilegales, también alimentan la economía boliviana en diferentes sectores. Crean empleos, aunque son de mala calidad, y ayudan a que los precios sean más bajos en el mercado interno. Sin este otro oxígeno la “isla bonita”, en las coquetas palabras de Madonna, colapsaría especialmente en el sector informal.

La falta de inversión extranjera directa es uno de los problemas que explica por qué no tenemos gas natural. Las inversiones en la exploración local fueron muy bajas. Hubiera sido otra historia, si en este instante nuestras reservas de gas natural fueran elevadas. Estaríamos aprovechando los precios espectaculares de este energético en el mercado mundial. Los “isleños” quemamos parte los puentes con la economía mundial. Y el gas se hizo gas.

Bolivia tiene una deuda externa adquirida fuera de la isla de aproximadamente el 32% del producto. Hace unos meses atrás los “nativos” de la isla fueron a intentar renegociar una deuda de $us 2.000 millones. El mercado internacional privado les aceptó solo cambiar $us 800 millones a una tasa de interés más cara y a un plazo menor. Por haber llevado a renegociar $us 2.000 millones y haber conseguido sólo $us 800 millones, las autoridades de la “isla” buscan obtener el premio Leontiev de finanzas internacionales.

Todos los años Bolivia recibe como $us 1.000 millones de remesas internacionales que provienen de otros países y que ayudan a la economía local Tolata, Tarija o Yapacani.

Como se puede constatar en estos datos de la balanza de pagos, la idea de que somos una isla económica en la cual no desembarcará la crisis, es una fantasía ideológica y no una realidad económica. Los efectos positivos y negativos del contexto internacional están presentes en la economía boliviana, nos guste o no.

La isla de la fantasía era una serie de TV a finales de los ochenta, donde los ricos iban a realizar sus sueños. Los anfitriones eran el señor Roarke y Tatoo. Quien en cada capítulo, al inicio del programa, gritaba: “El avión, el avión” anunciando la llegada de los visitantes. En el caso de Bolivia, no se anuncia la llegada del avión. Más bien, el avión sale del corazón del país rumbo al mundo para realizar las fantasías o pesadillas de otros.

Gonzalo Chávez Álvarez es economista                  

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