5 de junio de 2022, 4:00 AM
5 de junio de 2022, 4:00 AM


La educación sigue siendo el mayor problema a enfrentar por las economías de bajos y medianos ingresos, sin embargo, esta no es una deficiencia que se hubiera agravado por la crisis sanitaria derivada del covid-19 y tampoco por la guerra. El problema ya viene siendo crítico desde mediados del siglo pasado, primero por el índice de analfabetismo y luego por la baja calidad de aprendizaje. Quizá lo que ha expuesto aún más la pobreza de la educación en los países menos avanzados hayan sido los saltos tecnológicos hacia la digitalización global, lo cual desnudó las carencias y desventajas de una niñez y juventud poco preparada para enfrentar estos nuevos desafíos que les depara su presente y futuro.

Un último estudio del Banco Mundial sobre la calidad del aprendizaje en la primera infancia señala que el bajo nivel de acceso y la calidad de la educación en las primeras etapas de la vida agravan la crisis. Se estima que el 53% de los niños de 10 años de edad en los países de bajos y medianos ingresos se ven afectados por el escaso nivel de aprendizaje, lo que significa que no pueden leer ni comprender un texto breve. En los países menos desarrollados esta pobreza de aprendizaje llega hasta el 80%. Por lo tanto, más allá de garantizar el acceso a la educación debemos asegurar la calidad de la enseñanza, invirtiendo en infraestructura educativa, tecnología y recursos humanos especializados en pedagogías adecuadas a cada nivel educativo.

La educación memorística basada en textos retóricos sobre el lenguaje, escritura y la gramática, o los antipedagógicos libros de ciencias, biología y geografía, son parte de la historia educativa. Ahora la preminencia del sistema educativo debe estar centrada en la formación del ser humano, en el desarrollo de sus aptitudes y actitudes que le permitan explorar e investigar, potenciando su aprendizaje y conocimiento con lo vivencial y emocional. El analfabetismo no solo se elimina con mayor acceso a la educación, sino garantizando la calidad del aprendizaje y la comprensión de las distintas áreas de formación desde los primeros años de escolaridad hasta la adolescencia preuniversitaria, en lo cual también desempeña un rol fundamental la familia y su entorno educativo.

Otro aspecto esencial de la pobreza de la educación es la ausencia de formación ética, de valores, principios y derechos. Esta situación tiene al mundo en una crisis de moralidad al límite de la anarquía, donde prima el poder de la cleptocracia, mientras que los corruptos en los sistemas judiciales y en las mismas fuerzas del orden público se encargan de perpetrar la impunidad. Debemos asegurarnos que en nuestras escuelas no solo se formen intelectuales, sino personas de bien que contribuyan a una sociedad más justa e incluyente y una administración pública honesta, transparente y sin corrupción.

Hoy, los organismos internacionales y las corporaciones globales están enfocadas en la revolución de la Educación 4.0, como herramienta indispensable para la inclusión de las personas en la economía global digital, lo cual debe ser incorporado en los sistemas educativos, en particular de los países en desarrollo, de forma tal que la educación de sus ciudadanos sea la base de su crecimiento y no el ancla que los mantiene estacionados en su pobreza. Este es el mayor desafío planteado como el cuarto Objetivo de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas al 2030, al que se destinan importantes recursos y cooperación internacional que no podemos desaprovechar.

La Educación 4.0 que hace parte de la cuarta revolución industrial, según un último Reporte del World Economic Forum (WEF), está basada en cuatro herramientas esenciales: primero, el desarrollar habilidades de ciudadanía global, incorporando contenidos centrados en la sostenibilidad del planeta y la convivencia en una comunidad globalizada, incorporando el aprendizaje de idiomas universales y el lenguaje digital; segundo, el desarrollo de herramientas para aumentar la innovación y la creatividad de los estudiantes, incluyendo tópicos que fomenten la resolución de problemas, el pensamiento analítico, la creatividad y el análisis sistémico; tercero, la creación de habilidades tecnológicas que incluyan instrumentos de programación, manejo y seguridad de la información; y cuarto, el desarrollo de la interrelación personal, que incorpora aspectos de adaptabilidad a entornos cambiantes, inteligencia emocional, liderazgo, empatía y responsabilidad social.

Estas innovaciones en los sistemas educativos de países como Bolivia, no solo implican una revolución educativa hacia la modernidad, sino el dejar atrás un sistema ideologizado con un fuerte componente anticolonialista y anclado en las costumbres y creencias prehispánicas, de sociedades ya asimiladas e incorporadas en un nuevo tejido social marcado por el mestizaje de distintas razas y nacionalidades. En la medida que no entendamos que somos una sociedad diversa pero con la misma necesidad de una educación moderna para nuestro desarrollo, seguiremos padeciendo y lamentando nuestra ancestral pobreza.

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