Opinión

La talibanización de Bolivia

26 de agosto de 2021, 5:00 AM
26 de agosto de 2021, 5:00 AM

Hace poco circuló en las redes un video donde una mujer musulmana de pie delante de un cartel escucha a una multitud de hombres que le gritan. El rostro descubierto humilla la cabeza y se arrodilla. Luego, uno de sus detentores decreta algo, otro se apega a la mujer, le apunta con un revólver a la cabeza y dispara. Abatida, la víctima se desploma y tal que un animal muerto, yace sobre una mancha de sangre en la acera.

Esas imágenes hieren la sensibilidad de cualquier persona que la vea. Resulta imposible mantenerse indiferente ante la sangre fría del victimario, a la indolencia de los que presencian la ejecución y a la indefensión de la mujer. Asombra que ninguno de los presentes haga ademán o interceda para salvarla. Eso sí, varios filman la espeluznante escena para que quede registrada. El único juicio que mereció la inmolada fue el del fanático que decretaba, quién sabe qué argumentos sicópatas en su idioma mencionando incontables veces a Alá.

Nos separa un continente de ese video, pero no la barbarie. El mismo sentimiento de horror nos invade al ver la ejecución de la mujer musulmana o el modus operandi del Gobierno de Arce Catacora con la expresidenta Jeanine Áñez. Las autoridades masistas no pronuncian la palabra Alá, pero con la misma exaltación irracional, obsesiva y criminal corean la palabra “golpe” cada que mencionan a Áñez. La mantienen arrodillada, atormentada y le apuntan con el arma del poder y disparan, una y otra vez a vista y paciencia de la oposición, la prensa, la ciudadanía y la comunidad internacional.

De la misma manera que en el video el yihadista decreta la muerte de la mujer tras un simulacro de juicio, el régimen boliviano, sin un proceso justo, lógico ni legal y pletórico de morbo ha decidido terminar con la vida de la ex senadora beniana. Avalado por los noticieros que dan palestra a monólogos gubernamentales tupidos de amenazas y filmaciones de una expresidenta enferma, dopada y cuyos derechos humanos están siendo vulnerados. Para remate, y porque no encuentran una causa para mantenerla tras la rejas, repiten la figura de genocidio, que es una fórmula patentada por la cúpula masista que les funcionó en el pasado. ¿Genocidio? ¿A una mandataria que salvó que Senkata explotara cegando la vida de media ciudad de El Alto? ¿A qué infame se le puede ocurrir culparla por pacificar el país cuando toda los jerarcas del proceso de cambio se escaparon en un avión mexicano dejando el país en un vacío de poder apocalíptico? El mensaje es claro y ejemplar: todo aquel que cuestione la perpetuidad del Gobierno socialista será destruido. Todo aquel que opine diferente terminará como Jeanine Áñez, a quien quieren acabada, embrutecida y mejor muerta, porque la vida humana para los dictadores vale menos que la ambición de poder.

Áñez es el trofeo político por ser el eslabón más frágil de la cadena que le dijo NO al jefe de las cinco federaciones de Chapare. Ella es el chivo expiatorio por ser mujer y si ella intentó suicidarse, debe ser porque la impotencia de verse maltratada, vilipendiada y abandonada es abismal y comprensible que en las mismas circunstancias cualquiera decidiría quitarse la vida.Ahora bien, frente a este drama humano, me pregunto a qué monstruo se le ocurre decir que la expresidenta se cortó las venas para llamar la atención? ¿A qué mente enferma se le puede ocurrir llevar a un hipertenso a un hospital a 3.800 metros sobre el nivel del mar para realizarle una tomografía? Habrá que ser desalmado para declarar que “se le reforzará la seguridad” para evitar un nuevo intento de suicidio. Los matasanos de los gobiernos dictatoriales argentinos revivían a los torturados para que los represores les siguieran aplicando picana. Así, “reforzando la seguridad carcelaria” de Jeanine Áñez el régimen se asegurará que sea solo la mano de Lidia Patty y la del fiscal General las que ajusten el garrote, cada día un poco más, así el régimen poseído de sadismo al ritmo de los aplausos del socialismo internacional tenga el privilegio de ajusticiar a la expresidenta con eficacia.

Ahora bien, nos preguntamos todos ¿hasta qué punto el Gobierno del Arce Catacora, los jerarcas masistas y su jefazo van a incitar al odio? ¿Hasta cuándo nos obligarán a tragar el fierro candente de la mentira? Estamos ingresando en una espiral en la que la cotidianidad boliviana se ha vuelto una pesadilla de discursos de resentimiento y desquite por parte de Arce, Choquehuanca y las expresiones agriadas de Castillo y Lima. Cada día los “levanta dedo” parlamentarios dan un giro de tuerca para que una mañana amanezcamos sin país. De acá en MAS y en nombre del dios “socialismo” ya solo nos esperan las casas de tortura, los desaparecidos y el cadalso.

Por esa razón el jefazo y sus consejeros quieren a Jeanine Áñez en el cementerio, ella encarna la dignidad, la justicia y la democracia. Ella es el espejo que les devuelve la imagen de un fraude abominable, la violación de un referéndum perdido, los desaciertos que forzaron una cuarta reelección y la inutilidad de sus informes chutos pagados. Han decretado el fin de la pluralidad. Tristemente vivimos una realidad macabra en la que la mentira burda, la ojeriza refinada son instrumentos para acallar la voz de cualquier oposición. Lo que no es socialismo es enemigo y debe ser silenciado y enterrado.

Queda claro que si Jeanine Añez muere, sabremos con nombre y apellido quiénes fueron sus asesinos. Habrá sido una muerte anunciada y la confirmación de la talibanización de Bolivia. No estaremos obligados a llevar burka sino una mordaza y desapareceremos bajo un manto negro de silencio y tierra. Pasará exactamente como en La Habana donde se aniquilaron las protestas ciudadanas, sin más trámite que los consuetudinarios.

¿Será que vamos a permitir que nos intercambien fundamentalismo por Estado de derecho? ¿Será que observaremos de palco el asesinato de Jeanine Áñez? No hacer nada para salvarla es comparable a la complicidad de tan abominable acto. Dicen que el silencio otorga…

Luisa Fernanda Siles es Escritora

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