Opinión

Ley del Cáncer, aprobada por Evo a regañadientes

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9 de septiembre de 2019, 4:00 AM
9 de septiembre de 2019, 4:00 AM

Los lectores de esta columna han visto al presidente Evo Morales cientos (o quizás miles) de veces en la televisión realizando diferentes actividades. Ha jugado fútbol, bailado, discurseado, cantado coplas machistas, subido a helicópteros y aviones, asistido a encuentros internacionales, etc. Pero casi nunca se lo ha visto visitando hospitales para acercarse a conocer cuál es la realidad de la salud en Bolivia, lo que implicaría conocer las condiciones del trabajo del personal de salud y la situación de los pacientes. Casi nunca.

Este año, que es electoral, y que por primera vez Morales no tiene asegurada la victoria, sus asesores le demandaron mostrar más apertura en ese tema. Mostrarse más humano (hasta adoptó un perrito). Por eso, primero aprobó el SUS, un sistema de seguro universal sin recursos suficientes para financiar al personal médico, los materiales necesarios ni los estudios de laboratorio. Pero como propaganda ha servido. Segundo, decidió impulsar, finalmente, tras una nueva dramática huelga de hambre de los enfermos y casi 14 años en el poder, la Ley del Cáncer. Esta les dará progresivamente tratamiento gratuito a esos enfermos. Pudo haberlo hecho hace una década y así miles habrían salvado la vida.
A Morales no le gusta ser presionado. Lo demostró en sus confrontaciones con los discapacitados, los indígenas del Tipnis, el Comité Cívico Potosinista, los ambientalistas, etc. Y por eso, tercamente, se negó a intentar una solución para los enfermos de cáncer, y en general para todo el sector de la salud.

Finalmente lo hizo la semana pasada, pero en el acto de la firma de la ley estaba con la cara larga, enojado. Firmó a regañadientes. ¡Unos cuantos enfermos habían logrado doblarle el brazo! Si por él hubiera sido, no firmaba nada y se iba a inaugurar alguna obra, como él mismo admitió que hace cuando está de mal humor.

Por eso, en el evento, dijo lo que dijo: que se sentía “abandonado” por los enfermos de cáncer porque estos no lo apoyan en su actual batalla contra los médicos y porque, hace dos años, cuando se hizo la primera vacunación contra el papiloma humano, los enfermos no lo respaldaron.

¿Podemos imaginarnos un grado más alto de megalomanía? Realmente Morales cree ya que está por encima de todo y de todos, que hasta los enfermos moribundos deben rendirle pleitesías. Lo que ha hecho es ratificar su profundo desprecio por esas personas.

El mandatario que juega fútbol cada dos días, que baila con colegialas, que usa su helicóptero como si fuera radiotaxi, que farrea “ocultadito” con whisky Etiqueta Azul, que se hizo un palacio de 42 millones de dólares, que tiene una suite en la que entrarían 15 familias, que cuando se resfría viaja a Cuba a hacerse tratar, ese mandatario ¡“se siente abandonado” por las personas que sufren cáncer! No se puede caer más bajo, señor presidente Evo Morales.

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