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Los jóvenes danzarines de Urkupiña

20 de agosto de 2021, 4:00 AM
20 de agosto de 2021, 4:00 AM

Aquí no describo la fiesta, sino la participación de los jóvenes en la fiesta y su aporte en el cambio o progresión cultural mediante sus bailes, coreografía y disfraces de baile. La cultura, por sus contactos, dinámica, rituales, escenarios, generaciones, representaciones y discursos, es dinámica y, para los que consideran que la cultura es inamovible y estanca, los jóvenes no muestran que ella es dinámica y en continuo cambio.

Bueno, a lo que quiero. Los jóvenes que van a Urkupiña como danzarines aportan en la dinámica cultural mediante su protagonismo y su presencia y sus interpretaciones del baile, su representación y las innovaciones en los pasos, en la vestimenta, incluso en los ritmos.

Bailes tan tradicionales como la diablada y la morenada, por cierto, representaciones mestizas, producto del contacto de lo andino con lo ibérico, sufren innovaciones en la vestimenta y en las coreografías. La morenada, tradicionalmente, representa el trabajo de los esclavos llevados a las minas. La diablada es la mezcla de lo cristiano con las costumbres mineras, para ser breve. Un ángel domina y domestica a los pecados capitales, frente a la creencia de que el dueño de la riqueza de las minas pertenece al tío, no tan radicalmente opuesto al bien, como se representa en el cristianismo. Pues bien, las caretas, por ejemplo, tanto en la diablada como en la morenada, han sufrido innovaciones y lo seguirán haciendo. De las tradicionales caretas de yeso hemos pasado a las de hojalata, cargadas de tecnología. Los diablos arrojan fuego y son luzbel lanza coreografías luciferinas.

Las tradicionales chinas, por china supay, diablas, interpretadas por varones originalmente y poca en cantidad; ahora las china forman alas enteras en la diablada. Por razones ecológicas, ya no se hacen uso de plumas naturales ni cueros auténticos en los osos ni en los cóndores de las coreografías. En un conjunto puede haber más de un ángel, antes sólo había uno.

Esto en lo más tradicional. Los jóvenes han ido más lejos en sus innovaciones y propuestas. El baile de los caporales es una evolución urbana, ellos han creado este baile como adaptación de lo que se bailaba como saya (ahora la saya se baila como representación de la población negra de los Yungas, y es esta población la que lo reivindica, como cierta crítica a los caporales) y los negritos. La vestimenta es creación o evolución. Los caporales, incluso, se han presentado como la identidad de Bolivia. El mundial de fútbol de Estados Unidos presentó a Bolivia bailando caporales y no la diablada ni la morenada. Y esta danza se practica en todo el país y es disputada por otros países vecinos. En Virginia, USA, es de las danzas más populares, atrae a migrantes de otras nacionalidades. Los jóvenes, no sólo han sabido innovar su cultura, sino que la hacen internacional, la comparten con las generaciones jóvenes de otros orígenes.

El tinku (de origen macheño, norte de Potosí, y no sólo reducida a la danza, sino a un denso ritual cultural) es otra danza que ha sido reinterpretada por los jóvenes; es posible que ellos no estén interiorizados con los rituales macheños y sólo se hayan enamorado de la danza. En este contexto, los jóvenes han hecho más dinámica la danza, han entendido la vestimenta según sus conveniencias. Han hecho del tinku una de las danzas más juveniles en las entradas folklóricas, religiosas y universitarias.

Uno de los últimos “inventos” (con la ironía y admiración en ello) de los jóvenes es la danza del salay, reclamada por algunos pueblos de Chuquisaca como originaria. Está en discusión si algunos ritmos que adjetivan el salay son los creadores de la danza tal cual se la interpreta en las entradas y fiestas.

En todos los casos las danzas, la coreografía y la vestimenta son entendimientos de los jóvenes de la cultura y de las danzas que los atraen y deciden representar con convicción, bajo sus propios parámetros y entendimientos.

Estas acciones de los jóvenes, los participantes mayoritarios de las danzas en las entradas, hace que nuestras culturas, por lo menos la que se representa en danzas y coreografías, se presten a la dinámica y al entendimiento de los jóvenes, quienes posiblemente, no tengan un libreto escrito, sino una idea de lo que van a interpretar, empezando por el convencimiento de que quieren representar algo, desde lo tradicional o desde la novedad; la morenada y la diablada, los caporales, el tinku y el salay, en ese origen de antiguo a nuevo.

Algo que no siempre se reconoce a los jóvenes es que aportan a la cultura nacional, contra la crítica que se hace de ellos de que se alienan con ritmos internacionales y foráneos. En cuestiones de folklore, ellos no sólo se hacen con los bailes tradicionales, sino que los innovan y los contagian a otras generaciones y pueblos.

El aporte juvenil en las entradas de Urkupiña, el carnaval de Oruro, la entrada del Gran Poder y las entradas universitarias es enorme. Quieren a su cultura, la dinamizan, la reinterpretan y permiten su permanencia mediante el cambio o la modificación; es más, la hacen nacional y transcultural.

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