29 de junio de 2022, 4:00 AM
29 de junio de 2022, 4:00 AM


La producción de coca en Bolivia se incrementó un 15 por ciento del año 2019 al 2020, lo que representa el porcentaje superior en comparación con Perú donde la hoja creció un 13 por ciento, mientras en Colombia la superficie ocupada por el arbusto se redujo un 7 por ciento. Los datos son del Informe Mundial sobre las Drogas de 2022, publicado esta semana por la Oficina de Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (Unodc).

Los cultivos de coca en territorio boliviano pasaron de 25.500 hectáreas, en 2019, a 29.400 hectáreas, en 2020. Ese crecimiento viene a confirmar la tendencia al alza de cocales que se registra de manera sostenida desde el año 2016.
El dato es una confirmación de una proyección inicial que el mismo organismo de Naciones Unidas había presentado en el primer trimestre del año.

La ley boliviana establece un límite de 22.000 hectáreas de coca permitidas con el argumento del consumo tradicional. De esa cantidad, 14.300 hectáreas están permitidas en la zona de los Yungas de La Paz y solo 7.700 hectáreas se aceptan en el trópico de Cochabamba, que comúnmente se nombra como Chapare.

A principios del año, el presidente Luis Arce anunció que la meta anual de erradicación es de 10.000 hectáreas. A principios de junio, el Viceministerio de Defensa Social y Sustancias Controladas informó que se habían destruido algo más de 3.000 hectáreas de coca excedentaria en el país.

El informe de Unodc también incluye datos referidos al consumo de drogas. Señala, al respecto, que unos 284 millones de personas entre 15 y 64 años consumieron drogas en todo el mundo durante el 2020, lo que significa el 26 por ciento más que una década anterior.

Los jóvenes están consumiendo más drogas y los niveles de este tiempo son más altos que los de la anterior generación. En América Latina, las personas menores de 35 años representan la mayoría de quienes reciben tratamiento por trastornos relacionados con el consumo de drogas, dice el informe.

La producción de cocaína alcanzó récords históricos en 2020, con un importante crecimiento en Sudamérica, y se advierte un repunte de su uso tras un descenso durante la pandemia del covid-19, debido a que los confinamientos limitaron los ambientes sociales en los que habitualmente se consume esta droga.

El año de la medición, esto es el 2020, 21,5 millones de personas consumieron cocaína, lo que representa el 0,4 por ciento de la población mundial entre 15 y 64 años.
Volviendo a Bolivia, no hace falta ser matemático para saber que, si se siembra más coca, es para producir más cocaína, y por tanto también crece la ilegalidad y la cadena de crimen y violencia que se arma alrededor de la producción y venta de la droga.

Por eso ya no resulta novedoso en el país decir que hay más narcotráfico que nunca en esta época, y las pruebas se obtienen no solo cada vez que las autoridades presentan adobes de cocaína incautada en alguna factoría perdida en los parques nacionales que para eso utilizan las mafias, sino cada vez que se producen hechos que antes veíamos ocurrir solo en otros países, como el caso de la ejecución de tres policías en Porongo, a manos del crimen organizado en torno al narcotráfico.

Cuando las sociedades comienzan a acostumbrarse o a ver como ‘normal’ crímenes como el del Urubó, es que han cruzado una línea de la que es muy difícil volver atrás. Ojalá que el país, y en particular Santa Cruz, no se encuentren ya del otro lado de esa división.

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