14 de junio de 2021, 5:00 AM
14 de junio de 2021, 5:00 AM

Hay cientos de médicos Covid que dejan la vida y el alma en los hospitales, pero que no reciben el pago justo y merecido por su trabajo. El gobierno nacional siempre tiene a quién culpar, pero no asume la responsabilidad de resolver el problema cuanto antes y dar lo justo a quienes se esfuerzan más en esta pandemia.

Poco a poco se ha ido conociendo que hay personal impago en las principales capitales del país. Ya se sabe que el problema es nacional y que no se han concretado varios contratos que fueron anunciados en sendas conferencias de prensa por funcionarios del Ministerio de Salud.

Hay que recordar que, en plena pandemia y con muchos médicos y enfermeras con condiciones de riesgo, faltaron especialistas en terapia intensiva. Entonces y ahora, el Ministerio de Salud reconoció la imperiosa necesidad de contratar personal, pero resulta que a estos galenos nuevos no se les paga todo lo acordado, ni siquiera se les reconoce su esfuerzo diario con contratos de largo plazo, solamente los toman por tres meses o un poco más, sin que muchos de ellos tengan la certeza de que se les cancelará por el tiempo trabajado.

Mientras tanto, en las emergencias y en las unidades de terapia intensiva se libran duras batallas cada día y durante varios momentos del día. No solo es decidir sobre los tratamientos, sino fortalecer las emociones para ver morir a más de un paciente en cada jornada y tener que comunicar esa dolorosa noticia a familiares que aguardan esperanzados por la recuperación de su ser querido.

No solo es pedir medicamentos, sino ver la desesperación de padres, esposos o hijos que tienen que buscar dinero para proveer lo que el Estado debería cubrir: remedios imprescindibles que cuestan una fortuna y cuya venta en un mercado negro nadie controla.

Son médicos, enfermeras y auxiliares que hacen turnos de 24 horas seguidas; que además deben lidiar con sus propios temores de llevar el virus a sus familias. Ellos no dejaron de trabajar, a pesar de la incertidumbre acerca del pago, a pesar de la presión de su propia necesidad económica. Ellos mantuvieron abiertas las emergencias, mientras como respuesta se los acusaba de ser actores políticos contra el Gobierno.

Las respuestas desde el Ministerio de Salud siempre fueron evasivas, culpando a alguien más por los problemas: las gobernaciones o los municipios que ‘hacen mal su trabajo’ o los directores de hospitales ‘que no saben cómo se hacen los contratos’. Es decir, una búsqueda incesante de no asumir la responsabilidad nacional que les toca.

Si un padre o una madre ven que su hijo está haciendo mal la tarea, lo que hace es ayudarlo a que la haga bien, no es culparlo por hacerla mal.

Si hay una estrategia nacional contra la pandemia, el siguiente paso debería ser revisar si el personal con el que cuenta el Ministerio de Salud (comenzando por la cabeza) es eficiente y apto para hacerse cargo del problema con todo lo que ello implica. Si las gobernaciones o municipios hacen mal su trabajo -como muchas veces dicen el ministro y sus viceministros- pues es tiempo de hacer equipo y corregir las fallas, en lugar de lavarse las manos públicamente, con el único afán de no cargar con el costo político.

El personal de salud que está dejando la vida en las terapias y en las emergencias merece más respeto y consideración. Son los verdaderos soldados de este momento. Ya está bueno de patear los problemas sin darle solución, ya está bueno de improvisar.

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