Opinión

Mientras la crisis del Covid-19 conmociona al mundo, la rivalidad entre EEUU y China queda más que en evidencia

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30 de julio de 2020, 3:06 AM
30 de julio de 2020, 3:06 AM

Lic. Gisela Araoz Corbalán - Internacionalista

Con el brote del coronavirus en China, convertido en pandemia mundial, ha llevado las tensiones China-EEUU a un nuevo extremo, intensificándolas prácticamente en todos los ámbitos de nuestra existencia, en el campo militar, tecnológico, económico y político.

La pandemia que estamos viviendo parece que lo eclipsa todo, es como empezar desde cero en todos los ámbitos, pero estas tensiones tienen un origen mucho más profundo.

Enero de 2020, Donald Trump asistía al World Economic Forum Davos y elogiaba su relación con el presidente chino Xi Jinping, tras firmar la llamada “fase uno del acuerdo comercial con China” con la cual se rebajaban las tensiones de una larga disputa iniciada por Trump.

A los pocos meses del brote del virus, Nueva York se convirtió en uno de los epicentros de la pandemia, al mismo tiempo empezaba a saberse que China había ocultado el brote durante semanas perdiendo un tiempo crucial que podría haber salvado vidas y se empezaba a especular con que el virus había salido de un laboratorio de Wuhan. Esto se convirtió en un blanco de ataque para el presidente estadounidense, expresando que: “esto es peor que el ataque al Pearl Harbor”, acusando a China de ser la responsable de la crisis del coronavirus.

China respondió a los ataques, rechazando los intentos de EEUU y de otros países de politizar el origen del coronavirus.

Esto empezó a ser una guerra de discursos con acusaciones mutuas. Pekín acusaba a EEUU de haber fabricado el virus durante los juegos militares internacionales de China, acusaban a los estadounidenses de haber llevado el virus a Wuhan. Una disputa geopolítica en que las dos partes utilizaban argumentos basados muchas veces en lo que parecen ser teorías conspirativas sin ningún fundamento. La relación entre China y EEUU se posesionó en un mínimo histórico desde el establecimiento de relaciones diplomáticas en las últimas cuatro décadas.

Un ejemplo es de cómo el gobierno de Donald Trump ha roto con el tradicional liderazgo mundial de EEUU ante crisis como esta, cortando la financiación a la OMS tras acusarla de favorecer a Pekín. Recordemos que durante la última pandemia ocurrida entre 2013 y 2016 del Ébola en África, EEUU asumió el liderazgo internacional coordinando los esfuerzos para combatirla. Hoy Washington ni siquiera intenta mostrar liderazgo, China lo ve, todo el mundo lo ve y China intenta sacarle partido, ya que la pandemia ha demostrado que se depende de ese país para conseguir material sanitario. Esto ha alimentado el debate sobre un cambio de estrategia desacoplando la economía estadounidense de sus fuertes lazos con China y Trump ha estado azuzando este debate en un sorprendente comentario planteando la posibilidad de desvincularse completamente de la economía china.

En diciembre de 2001, China entró en la Organización Mundial del Comercio, momento clave en el que pasó a formar parte de la economía mundial, ese acontecimiento disparó el crecimiento y la inversión. El mundo empezó a fabricar en china, lo que provoco un auge de la producción de bajo coste, ¿Qué hacia EEUU a finales de 2001? EEUU salía de los atentados del 11 de septiembre y se sumergía en dos décadas de guerra que aún no se ha cerrado del todo.

Cuando Xi Jinping en 2013 llega al poder, a China le iba muy bien en la economía, empezaba a superar a la estadounidense en poder adquisitivo, un parámetro clave. El nuevo líder se expresó sobre el gran sueño chino “debemos redoblar esfuerzos y continuar impulsando con firme determinación la causa del socialismo chino y seguir haciendo realidad el gran renacimiento de la nación china y el sueño chino”. Más seguros de sí mismos afirmaban que el éxito de china no era casualidad, que no se producía a pesar de un gobierno autoritario, sino gracias a él. Su comparación con su vecina India democrática les daba la razón, ya que en los años 80 ambas naciones estaban en el mismo nivel de desarrollo económico.

En octubre de ese año, EEUU tenía un tropiezo, su administración dejo de funcionar durante dos semanas, la polarización política había llegado a tal extremo que el Congreso no fue capaz de ponerse de acuerdo en cómo financiar servicios fundamentales, la intensa polarización quebraba el sistema político, consecuencia de una década de guerra y de crisis financiera. Al mismo tiempo Xi Jinping anunciaba en Yakarta el proyecto más ambicioso de la historia de china, una franja una ruta, una iniciativa también conocida como la nueva ruta de la seda. Este proyecto que heredaba un nombre histórico era un plan monumental que pretendía conectar la infraestructura con el resto de Asia, con Europa y con África. Su mensaje: miren lo que hemos construido en china, extendámoslo al mundo[1].

Y este mensaje ha encontrado numerosos adeptos durante los últimos siete años, más de 100 países se han unido a la iniciativa de un modo u otro, se está creando un bloque cada vez más extenso de países que se han vuelto muy dependientes de china para crecer y desarrollarse económicamente, se podía llamar su esfera de influencia[2].

Para china la iniciativa de la franja y la ruta es una enorme fuente de poder e influencia en los países en desarrollo. Es importante mencionar que en 2019 tres países europeos Italia, Grecia y Portugal se unieron al proyecto, países que aún se resienten de la crisis financiera de 2008 y que tras el desplome económico provocado por la pandemia necesitan más que nunca fuentes de crecimiento, estos países están en la UE y en la OTAN, son miembros clave de la alianza occidental y ahora están estrechando lazos con China.

Las incursiones de China en Europa no terminan ahí, el país asiático ha estado enviando material sanitario a muchos países del continente durante la pandemia, envíos muy mediáticos que se ven como un intento de enmendar su imagen de ser el origen de la pandemia. Y en otra iniciativa llamada 17+1, China ha creado una plataforma de cooperación con una serie de países de Europa central y del este del báltico hasta los Balcanes, la mayoría jóvenes democracias tentadas por la inversión china.

El frente militar chino ha avanzado rápidamente también, ha reforzado su presencia en el mar de la China meridional, EEUU ha intentado contrarrestar su influencia enviando buques de guerra para defender su libertad de navegación en la zona, pero China sigue avanzando en todos los ámbitos el poder militar.

No es de extrañar por tanto que la guerra comercial con China sea uno de los aspectos que ha definido hasta ahora la presidencia de Trump, se podría afirmar que su triunfo fue gracias a China, ya que en todos sus discursos hablaba de ese país y ha mantenido firme su opinión.

¿al borde de una nueva guerra fría?

Tenemos dos líderes, en EEUU y en China que son ahora claramente nacionalistas. Trump que quiere volver a hacer grande a América y Xi Jinping que ha ignorado las advertencias de Deng Xiaoping, “oculta tu fortaleza, espera el momento adecuado”.

China está desarrollando en la costa uno de los proyectos más importantes de la nueva ruta de la seda, un complejo portuario en la ciudad de Gwadar y se ha visto convertido en blanco de ataques, ya que China supone presencia directa en el mar arábigo y conexión con Kashgar. ¿Por qué mencionamos estos ataques? Porque nos hemos referido a la iniciativa de la franja y la nueva ruta como proyecto económico y político, pero cuanto más activos tenga China en el mundo más querrá protegerlos y aquí es donde entra la dimensión militar. Se estudian diferentes formas de gestionar eso riesgos, por ejemplo, en el caso de Pakistán han sub contratado al ejército pakistaní, a sus fuerzas militares para proteger expresamente el corredor económico entre China y Pakistán, así que tienen miles de soldados pakistaníes dedicados a salvaguardar a los trabajadores chinos y los proyectos a lo largo de ese corredor[3].

En estas circunstancias empezamos a ver un retroceso estadounidense en estos terceros países y no faltara mucho para que pasen del cisma diplomático que está aflorando actualmente a un cisma de rasgos más militares.

Parece haber muchas similitudes con la guerra fría entre EEUU y la Unión Soviética, pero hay una diferencia fundamental, en la guerra fría del siglo XX apenas existían relaciones entre la economía de EEUU y la de la Unión Soviética, mientras que en el siglo XXI Washington y Pekín hacen muchos negocios.

El nivel de interconexión económica, ya sea en la producción de iPhone o en prácticamente todo tipo de bienes y servicios ha sido un factor económico clave en las dos últimas décadas, desacoplar esas economías sería un desastre monumental para ambas partes.

Empezando con EEUU que ha prohibido a sus empresas trabajar con Huawei, el gigante chino de las comunicaciones 5G y con la pandemia puede que cada vez más sectores retornen la producción al país, ya que Donald Trump amenaza con adentrarse en la senda del desacoplamiento económico, siendo este el que podría convertirse en el mensaje central de su campaña para la reelección, retirar todos esos negocios de China y reconstruir la economía tras el coronavirus para volver a hacer grande a EEUU. 

Y así podría ser una nueva guerra fría con EEUU y China cortando cada vez más lazos económicos y políticos, replegándose en sus esferas de influencia. EEUU con su alianza occidental y China con su nueva ruta de la seda y como en la última guerra fría, esto significa que el resto del mundo tendrá que decidir de qué lado estar.

Para Europa esto podría ser una pesadilla, su economía está más ligada a China que a la estadounidense, pero claramente tendrán que decidir a quién defienden, históricamente la política europea respecto a china ha sido quejarse periódicamente sobre los derechos humanos, ganar el máximo dinero posible y delegar todos los asuntos de seguridad en los EEUU y sus aliados del pacifico.

La UE ha empezado a endurecer el tono hacia china, hace un año público un documento estratégico en el define una relación con China basada en tres ejes: colaboración, competición, pero también rivalidad sistémica. Ambas partes habían preparado una importante cumbre sobre inversión entre Europa y China para este año, en ella Europa quería exigir mayor igualdad de condiciones para las empresas europeas que operan en China. Cumbre aplazada a causa de la pandemia.

Donald Trump ha amenazado reiteradamente con iniciar una nueva guerra comercial con la Unión Europea, esta es la tesitura en la que se encuentra Europa ahora mismo, frente a la posibilidad de una nueva guerra fría entre unos complicados EEUU y una China cada vez más entrometida, ¿Qué deberían hacer?

A los europeos les interesa mucho el libre comercio, les interesa mantener todas las líneas abiertas de forma trasparente, pero ¿cómo va a ser posible esto si en los próximos años China continua en la misma dirección que ha tomado en los últimos cinco años, con aumento de control, de la represión, de las agresiones? Todos tendrán que decidir hacia dónde quieren ir, si priman los intereses económicos o priman los valores, en algún momento tendrán que decidir.

Finalmente, no se debe creer en reestructurar el orden internacional bajo el viejo paradigma de enfrentamientos entre potencias, se debe afrontar las relaciones internacionales en el marco de la legalidad del derecho internacional y del multilateralismo, así que es mucho más relevante resolver retos mundiales que podrían mejorar mucho si China contribuyera. Trump jamás ha pensado en implicar a China en la lucha contra el cambio climático porque para él se podría decir que el cambio climático es cuento chino.

Además de que, es hora que los países con ideas afines se unan e intenten minimizar al menos el conflicto o lo que este por venir, ya que es esencial mantener viva la cooperación multilateral, aunque sea con respiración artificial.

Este es el nuevo mundo que asoma por el horizonte, un mundo redefinido no solo por el coronavirus sino por un nuevo tipo de guerra fría.

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