Opinión

No todo está perdido, aún podemos perder alcaldías y gobernaciones

20 de octubre de 2020, 5:00 AM
20 de octubre de 2020, 5:00 AM

I. La noche que una empresa de encuestas dijo por la tele que Bolivia había elegido de nuevo al MAS con amplia mayoría me costó dormir pese a que venía acumulando días de cansancio. En la madrugada tuve un sueño extraño: acababa de instalarme en una casa en México y debía compartir vivienda con una pareja retro fashion muy pituca y un hombre solitario que vivía encerrado en un cuartito pequeñísimo y pobre, cuyo nombre era Ferdinand Altamira, o quizás Altamirano. Apenas entraban él y su sombra en el cuartucho que contrario al resto del edificio parecía hecho de venesta. Desde su ventana se veía una suerte de callejón en el que sucedía sin cesar una matanza perpetua y siniestra. Horribles asesinatos se veían desde el paupérrimo cuarto de Ferdinand, quien quizás apellida no más Bardamu, como el de Sartré. ¿Qué hacía mi alma exiliada en México esa noche, contemplando esa terrible ventana?

II.Un par de días antes de la elección conversaba, medio a la ligera, con la persona más trabajadora, corajuda y realista que conozco. “

Dios Padre va a querer que este … no vuelva”, me decía refiriéndose a Evo, lo que me hacía pensar de inmediato en el libro de Carlos Macusaya y en el Mallku diciendo que todo se resumiría esta elección a la lucha de clases sociales. En las últimas semanas gente muy sensata, cuando les decía que era muy probable que el MAS gane en primera vuelta, me respondía que el electorado boliviano se componía de tres tercios: uno de ellos azul, otro antiazul y el del medio a conquistar. Creo que esa lectura errada fue la base de la victoria del MAS. 

¿Cómo una generación entera, desde la cúpula García Linerista y sus huéspedes incómodos de la embajada mexicana, pasando por Carlos Mesa, Tuto Quiroga, Óscar Ortiz, Samuel Doria Medina y un largo etcétera, se farreó la esperanza de este país? La de inicios de siglo y también la germinada en contra de la afrenta antidemocrática del 21F. ¿Por qué el Gobierno terminó en manos de Jeanine Áñez, o más bien de Arturo Murillo? Todos son culpables. Las fracturas, los temas de lo boliviano siguen siendo los mismos que instauró la colonialidad: racismo, regionalismo, machismo. Nuestro lugar en el orden mundial sigue siendo el de un exportador de materias primas hasta reventar, aunque hayamos izado junto a la tricolor la wiphala y a la flor del patujú. Evo no gobernó para todos los bolivianos y sus adversarios hicieron dos años de campaña también para una parcialidad… y mientras tanto los bosques siguen ardiendo y el miedo entre nosotros nos provoca pesadillas que se convierten en realidad. Todas las hojas son del viento.

 III. Cuando la presidenta Áñez felicitó a los candidatos del MAS por su victoria el conteo oficial del TSE no llegaba al 5% y los resultados preliminares mostraban lo inverso a los de boca de urna: CC tenía 50, y el MAS, 30 puntos. Cuando Mesa reconoció el triunfo azul el conteo oficial estaba debajo del 20% y su nombre todavía lideraba. Mientras escribo estamos al 27% y las dos primeras fuerzas empatan con 39 puntos. ¿Qué nos dice eso del respeto que le damos a nuestra institucionalidad?

Todo el mundo se pregunta si ganó el MAS, si ganó el IPSP o si ganó la reducida élite que manejó a su total voluntad al país en los últimos años. Antes de las elecciones ya habíamos perdido todos, en especial la gente menor de 40 años en edad activa que sin importar el color político vive una profunda crisis de representatividad, no tiene trabajo estable y quizás no lo tendrá. El voto útil se convirtió en voto resistencia por una innegable respuesta fascista de nuestra sociedad. 

El verdadero voto regional lo dieron La Paz y Cochabamba, y no así Santa Cruz, que se fragmentó detrás de una candidatura ingenua y ultraconservadora que no estuvo a la altura de la movilización pasada ni del empuje simbólico y económico de esa gran ciudad.

¿Cómo será el gabinete de Arce? ¿Hará algo con la podrida justicia de este país? ¿Dejará en paz el Órgano Electoral? ¿El economista de la bonanza sabrá administrar un estado que él mismo ayudó a dejar en crisis? ¿La corrupción, abuso y despilfarro del Gobierno evista quedarán impunes? Seguro a Áñez y compañía les llegará su factura. ¿Y la planta de Bulo Bulo, los aeropuertos y obras fantasmas, las decenas de empresas estatales quebradas y todo el daño económico hecho al Estado Plurinacional? ¿Y los muertos de todos los bandos? No tengo razones para el optimismo. Ojalá que no perdamos, y no hablo solo del MAS, sino de esa generación de políticos que gobiernan hace 15 años, también las alcaldías y las gobernaciones del país.

 



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