6 de diciembre de 2022, 4:00 AM
6 de diciembre de 2022, 4:00 AM

Hace exactamente un año publiqué un artículo titulado “El presupuesto del horror” en el que analizaba el Presupuesto General del Estado (PGE) para la gestión 2022. Mi argumento era simple e iba al grano. El PGE 2022 era una película de terror que reflejaba intenciones macabras: el Gobierno había decidido gastarse el 80% del PIB, seguir endeudando al país a ritmo de galope y no soltar ni por casualidad las riendas de la economía. Un año después, el Gobierno renueva su crueldad y presenta una renovada versión de la película. Una que incrementa los niveles de pavor. Como diría mi amigo Jaime Dunn, esta nueva entrega podría titularse: “PGE 2023: la venganza”.

Empecemos por el monto. El PGE consolidado del 2023 plantea un gasto total de Bs 243.950 millones, es decir, $us 35.000 millones. Esto es un 3% más de lo que se gastaba con el PGE 2022. Si asumimos que el PIB crecerá un 5,1% este año, como dice el Gobierno, el PGE 2023 estaría comiéndose el 81% de nuestro PIB. Pero si le creemos más al Banco Mundial, que avizora solo un 4,1% de crecimiento, el PGE 2023 estaría comiéndose el 83% de lo que la economía produce. Aquí las comparaciones con otros países son importantes. Como ponía en mi artículo del año pasado, el presupuesto del Gobierno en Estados Unidos representa normalmente solo un 30% del PIB. En Chile, el presupuesto del 2023 representará solo un 25% del PIB y en Paraguay no sobrepasará el 40%. Gastarse, por lo tanto, 81 a 83% del PIB, es una brutalidad por donde se lo mire.

Y claro, la pregunta inmediata al comprobar el enorme gasto es ¿de dónde sale la plata? La respuesta, tal como el año pasado, y tal como en los últimos 9 años, es deuda. El PGE 2023 contempla un nuevo déficit de 7,49%, con lo cual el país alcanzará 10 años consecutivos de déficit fiscal a un promedio de 7% anual. ¡Seguimos echándole leña al fuego! Nuestra deuda total (interna y externa) sobrepasa, con holgura, el 80% del PIB.

Veamos ahora a dónde va el gasto. El año pasado, el 57% del presupuesto estaba destinado a gasto corriente. Para el 2023, este porcentaje sube a 59,2%. Un 16,1% va a gastos de capital y el resto, 24,7%, a otros usos que incluyen, el cada vez más oneroso, servicio de la deuda. Por cada dólar invertido en gasto de capital, por tanto, se gastan 3,6 dólares de gasto corriente.

Dentro del gasto corriente, solo la partida de sueldos y salarios llega a $us 6.790 millones que representa el 20% del presupuesto. El 2023 el Gobierno gastará casi $us 19 millones al día solo en sueldos y salarios. La estructura no cambia mucho con respecto al 2022. El 35% de los $us 6.790 millones se va al magisterio (un nido de corrupción e incapacidad que mantiene nuestra educación presa en la mediocridad), 10% a salud, 6% a la Policía y 6% a las FFAA. El resto, más o menos el 45%, va para los burócratas que ocupan una silla en la administración pública. Estos son, por supuesto, los miembros del partido que ocupan los 17 ministerios, 53 viceministerios y 200 entidades públicas que dependen de esos 53 viceministerios.

¿Y adónde va el gasto de capital ($us 5.600 millones)? El grueso va a las 70 empresas públicas que en su gran mayoría son deficitarias e ineficientes. La inversión pública es, entonces, otro grifo abierto por donde se nos va la plata a borbotones.

Como hemos dicho, los ingresos del Gobierno no alcanzan para soportar el enorme gasto. La película de terror alcanza aquí un clímax. El 40% de los ingresos establecidos en el presupuesto (de lejos el mayor ítem), proviene de financiamiento o deuda. El Gobierno planea recibir $us 4.000 millones de fuentes externas y $us 9.700 millones de fuentes internas. Esta última cifra provenía en su mayoría de las AFP que compraban los bonos del Gobierno. Ahora, lo más probable es que esta compra la haga la Gestora. Pongamos esto, entonces, en los términos más claros posibles. El Gobierno necesita prestarse plata para soportar el 40% de su enorme gasto y aún con eso no le alcanza. Como decíamos arriba, el resultado global del presupuesto será un déficit de 7,49%.

El segundo rubro más importante de los ingresos, después de la deuda, es el de los ingresos de operación (25%). El tercero son los impuestos que paga el ciudadano y las empresas de a pie como el IVA, IT, etc. (21%). Note entonces que, como pasaba el año pasado, las rentas petroleras (IDH e IEHD) ya no financian al Gobierno elefantiásico. Estas representan solo el 2,7% de los ingresos. Considerando además que solo el 30% de la economía es formal y paga impuestos, el baile lo está pagando un segmento muy chico de la economía.

Hay algunos elementos nuevos en este PGE que elevan los decibeles de pánico. Está, por ejemplo, el hecho de permitirle a YPFB vender sus ingresos futuros a cambio de financiamiento corriente. Esta es una medida desesperada que manda una pésima señal sobre las arcas de la empresa pública más importante del país.

El PGE 2023 se construye además sobre supuestos muy débiles y poco realistas. El Gobierno asume que nuestro producto crecerá el 2023 a una tasa de 4,86% cuando los organismos internacionales como el Banco Mundial y el FMI esperan solo una tasa de 3 y 3,2%, respectivamente.

Esta es, en resumen, la renovada película de terror. Más deuda y más gasto voraz cuando lo que necesitamos es ahorro. Para añadir más monstruos, hace unos días supimos que nuestras reservas líquidas (divisas) están ya por el piso en $us 800 millones. Hay que recordar, además, que este año tendremos que pagar alrededor de $us 1.800 millones de bonos emitidos anteriormente. Sin duda una película no apta para estómagos sensibles. Lo peor es que ya vimos estas secuelas y sabemos exactamente cómo terminan.

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