11 de abril de 2022, 4:00 AM
11 de abril de 2022, 4:00 AM

El inicio de la Semana Santa invita a una profunda reflexión como seres humanos, como sociedad y como Estado. En estos días se revive la Pasión de Cristo, que buscaba una transformación esencial de la humanidad y que ofrendó su vida para que aquel mensaje trascienda las fronteras y todos los tiempos. “Ámense los unos a los otros”, tan sencillas palabras que no alcanzan una plasmación total después de más de 2.000 años.

Hay similitudes entre aquel tiempo y el actual. Hace 2.000 años la población buscaba una esperanza, cansada de la corrupción, las desigualdades y los privilegios de unos cuantos. ¿No es así ahora en Bolivia y en el mundo? La corrupción no ha sido derrotada y es parte de la vida cotidiana cuando se cobran coimas para toda clase de trámites, entre otras irregularidades que se presentan a todo nivel en el Estado. 

En tiempos de Cristo había desigualdades y privilegios de la élite religiosa que definía el destino de los pueblos. En la actualidad sabemos de la extendida podredumbre que envuelve al sistema de justicia. También de la discriminación a los que piensan diferente porque no son sumisos frente a los gobernantes.

En aquel tiempo reinaba la posverdad y ahora también, el agravante es que ahora vuela a través de las redes sociales.

El planeta recibe la Semana Santa en medio de una guerra provocada por la invasión de Rusia a Ucrania. Un hecho que cada día desnuda un capítulo de horror: desde los bombardeos a edificios de viviendas en varias ciudades, la destrucción de hospitales o el asesinato a mansalva de civiles. Una guerra que no se sabe cuándo acabará y que genera impacto económico, social y político en todo el mundo. 

La Semana Santa llega a Bolivia en medio de cifras que espantan. En 2022 se han recibido 800 denuncias adicionales de violencia contra la mujer. Los casos de feminicidio siguen en ascenso. Tanto hace 2.000 años como ahora, la mujer es asumida como propiedad/ganado de muchos varones que se sienten dueños y que creen que tienen el derecho de golpearlas y hasta matarlas porque son incapaces de respetar a parejas libres, independientes y realizadas.

En el tiempo en que ocurrió la Pasión de Cristo la mayoría de la población estaba sumida en la miseria, mientras una élite gozaba de privilegios insultantes. Lo mismo ocurre ahora, cuando se insiste en disfrazar el desempleo y el hambre con discursos triunfalistas que no reflejan la realidad de la mayoría de los bolivianos.

Jesucristo buscaba una mejor sociedad, hablaba con la verdad y era seguido por miles de personas. Hubo una fiesta cuando él llegó a Jerusalén porque su mensaje iba a ser escuchado en una de las ciudades más grandes, pero -en cambio- fue tomado preso, torturado y finalmente condenado. ¿No se reconoce una similitud más en estos tiempos y en Bolivia? 

Por todo lo anterior, es preciso que esta Semana Santa permita una reflexión y un desarme. Primero en los hogares, para que pare la violencia intrafamiliar: que se acaben los golpes, los feminicidios y también las violaciones. Que se acabe la falta de respeto a cada miembro de la familia, especialmente a las madres, hijas o hermanas.

Es preciso que la reflexión sea social y que demande un trato menos político y más preocupado por mejorar las condiciones a los ciudadanos: igualdad de oportunidades para trabajar, que se acabe la discriminación estatal a los empresarios privados y a quienes piensan diferente. 

Que los gobernantes se den cuenta de que no son dueños de la verdad y que deben abrirse a escuchar argumentos y propuestas que llegan de los que son diferentes, pero que pueden sumar y construir una convergencia y una fuerza imparable para mejorar los días de todos los habitantes.

Que sea una Semana Santa de reflexión y de acción. Todos buscan ser mejores seres humanos, pues es en el individuo que se operan los cambios. Que así sea.

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