26 de junio de 2022, 4:00 AM
26 de junio de 2022, 4:00 AM


¿Cuántas veces hemos escuchado que “en Bolivia somos pobres porque queremos”? Se suele decir así porque nuestro país, pese a tener inmejorables posibilidades productivas, increíblemente no las aprovechó a lo largo de su historia, pero, además, cuando lo hizo, cuántas veces lo hizo mal. Por eso, los ciclos cortos de auge y el largo tiempo de pobreza. De ahí también aquello de ser un país “mendigo sentado en una silla de rico”, al desaprovechar los recursos que Dios nos dio, mientras otros progresan sin tener lo que a nosotros nos sobra.

Según la Real Academia Española (RAE), “pobre” es una persona que padece necesidad, al no tener lo necesario para vivir; mientras que “ignorante”, es quien desconoce algo, que carece de saber. ¿Sabe por qué es necesario aclarar esto?
Para muchos la pobreza es sinónimo de subdesarrollo, aunque Peter Drucker opina que no hay países subdesarrollados, sino mal administrados. ¿Resultado de la precariedad de conocimientos de los administradores de un Estado -cuando no- de la corrupción en el manejo de la cosa pública?

Un amigo me envió este pensamiento de autor anónimo: “El primer acto de corrupción que un funcionario público comete es aceptar un cargo para el cual no tiene las competencias necesarias”. Porque, seamos serios, no se trata de “administrar por administrar” un país, sino de gestionarlo bien para no defraudar la esperanza de una mejora de vida de la ciudadanía.

O es que ¿a Ud. le gustaría ser fatalmente pobre?
Las estadísticas dicen que en Bolivia se ha avanzado en la lucha contra la pobreza, pero también, que todavía hay millones de bolivianos que no comen tres veces al día porque no tienen un empleo digno para comprar más alimentos, de ahí su ingesta insuficiente; mucho menos, para ir a un médico particular en vez de batallar con la triste realidad del sistema público de salud; o, mandar a sus hijos a un colegio privado, cuando la educación estatal es deficiente.

Alguien dirá que “cuando hay dinero, hasta la pobreza es llevadera”, sin embargo, bueno sería entender que no todo lo tiene que hacer el Estado; de hecho, cuando se cree que es así, la sociedad va camino a un mayor sufrimiento.

Piense en lo siguiente: ¿Le gustaría tener un empleo digno y estable en el sector privado que le permita planificar su vida, estando cubierto, además, por la Ley General del Trabajo? ¿Estaría de acuerdo que el descuento que le hagan para su jubilación, lo pudiera administrar Ud. personalmente, por ejemplo, con un depósito a largo plazo en un banco privado? ¿Qué tal, si lo que la empresa paga cada mes “a la Caja”, pudiera disponerlo Ud. para contratar directamente un seguro privado de vida y salud, con atención a nivel nacional e internacional?

Si el Estado diera las condiciones adecuadas, el productor, el comerciante, el prestador de servicios del sector privado -de todo tamaño, en el campo y la ciudad- generaría cientos de miles de nuevos empleos formales y legales, garantizando buenos ingresos a las familias bolivianas; prodigando tributos para el Erario Nacional y divisas para apuntalar la estabilidad económica del país. Esa debería ser la tónica de la política económica, ejemplos hay de que ello funciona.

Aporto esta reflexión dada la urgente aprobación que los pequeños productores del agro están esperando de su Gobierno, para el uso de semillas genéticamente modificadas a fin de mejorar su productividad y contribuir al desarrollo del país.

Lo digo con todas sus letras y con la mayor honestidad intelectual posible: así como se pintan las cosas a nivel mundial, y la situación económica del país, la única posibilidad a corto y mediano plazo para no retroceder en la lucha contra la pobreza, es apoyar a dos sectores estratégicos altamente generadores de empleo: el sector agropecuario/agroindustrial y el forestal/maderero, ambos ligados a la exportación.

El planeta precisa alimentos accesibles y nosotros podemos dárselos; no producción “orgánica” que es cara y que hace aguas en países subdesarrollados, mientras muchos campesinos salen de la pobreza gracias a la agrobiotecnología, dado que la ciencia ha demostrado que los cultivos transgénicos producen alimentos tan o más seguros que los convencionales (usan menos plaguicidas); son más amigables con el medioambiente (menos diésel quemado); y, de gran beneficio para los productores, principalmente para los más pequeños.

Cuando se toman decisiones acertadas basadas en la ciencia, y se actúa en consecuencia, la pobreza, producto de la ignorancia, es superable…

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