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Prensa escrita en emergencia

23 de abril de 2020, 3:00 AM
23 de abril de 2020, 3:00 AM

“La competencia de los nuevos modos de difusión de la información y del ocio, vía internet o los teléfonos celulares, están causando brutales estragos en la prensa diaria. Los periódicos se hallan al borde del precipicio y buscan desesperadamente fórmulas para sobrevivir (…) ¿Qué es lo que agrava tan letalmente la vieja delicuescencia de la prensa escrita cotidiana?”. 

Así iniciaba Serge Halimi, periodista francés de Le Monde Diplomatique, su análisis sobre la situación global de la prensa escrita, en noviembre de 2009.
Casi once años después, surge nuevamente la pregunta sobre la situación de los periódicos. 

Hoy, con más preocupación, pues a la competencia informativa (y desinformativa) de las redes sociales y al descenso progresivo del consumo de la prensa impresa, se suma el contexto del Covid, que ha tenido un particular impacto en la prensa boliviana. 

Esta se ha visto forzada a cesar la circulación de sus ejemplares impresos, por las disposiciones sanitarias de la pandemia. Razón por la cual, la Asociación Nacional de la Prensa (ANP) solicitó en una misiva del 6 de abril algún tipo de apoyo al gobierno de la presidente en transición Jeaninne Añez. 

La carta aún no habría sido respondida. Pero la alarma roja ya ha sido encendida: la prensa escrita está en emergencia. 

En consecuencia -y a propósito del significativo esfuerzo del periódico EL DEBER para sacar hoy esta publicación impresa- considero fundamental reflexionar sobre el estado y el futuro de la prensa escrita nacional.
Inicialmente, cabe aclarar que el reto para la vigencia de la prensa escrita no es reciente, ni tampoco se limita al contexto nacional, como mencionaba el análisis de Halimi. 

Los efectos del creciente consumo informativo en las redes sociales y la consecuente disminución de consumo de la prensa impresa tienen alcance global. 

Sin embargo, en el caso boliviano, la situación de la prensa escrita se ha visto agravada en la última década por tres factores a nivel local. 

Por un lado, porque durante el gobierno del expresidente Evo Morales Ayma (2005-2019), se practicaron una serie de acciones que afectaron económicamente a los medios de comunicación, periódicos incluidos. 

Entre aquellas, están la propaganda gubernamental otorgada de manera discrecional a determinados medios, acorde a las simpatías ideológicas que se compartían e incitaban; o las trabas impositivas planteadas a medios considerados “de oposición”. 

Por otro lado, porque Bolivia atravesó un particular periodo de crisis política y social, a partir de las irregularidades atribuidas al gobierno de Morales, en las elecciones del 20 de octubre pasado, que también afectó a la circulación y consumo del periodismo impreso. 

En tercer lugar, por la vigente disposición nacional de cuarentena total, que afecta nuevamente a la sostenibilidad de la prensa escrita. “Las ediciones impresas equivalen a aproximadamente el 95% de nuestra fuente económica de subsistencia” indica la citada misiva de la ANP. 

En consecuencia, alarma la posibilidad de que más de un millar de trabajadores de la prensa puedan perder sus fuentes laborales y que el periodismo boliviano pueda sufrir una irreparable mutilación, pues en su formato escrito ha tenido una de sus vetas históricas para desarrollarse.

Finalmente, es preciso recordar que el periodismo permite mediar entre la sociedad civil y el poder político; representa las demandas ciudadanas y transmite las determinaciones de los estados, mientras hace seguimiento al cumplimiento de las mismas. 

Ergo, perder la prensa escrita significaría prescindir de un importante canal para lograr uno de esos cometidos, cuyo fin es contribuir a la sostenibilidad democrática. Una condición que aún permanece frágil en Bolivia. 

Por ello, y por todo lo mencionado, considero necesario defender a la prensa escrita, al tiempo que se demanda su máxima calidad y se construyen políticas públicas para su sostenibilidad. Ciudadanos, periodistas, empresarios mediáticos y representantes del Estado boliviano somos responsables de esta titánica, pero fundamental tarea.









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