1 de marzo de 2022, 4:00 AM
1 de marzo de 2022, 4:00 AM

El 1 de septiembre de 1939 Hitler invadió Polonia, 16 días después Francia y el Reino Unido le declararon la guerra como respuesta a una invasión cuyo fin era apoderarse de Europa y avanzar hacia la destrucción de los Estados Unidos y dominar el planeta entero. Así empezó la Segunda Guerra Mundial.  La invasión rusa a Ucrania reproduce en gran medida la lógica nazista y se inscribe en los parámetros fascistas, que después de la guerra desplegó inmisericordemente Stalin bajo un régimen de terror que prontamente fue calificado como “fascismo rojo”

No estamos en los tiempos en que la Unión Soviética era capaz de cualquier cosa a fin de contrarrestar el poder de occidente y los Estados Unidos en el trágico concierto de la Guerra Fría, empero, el espíritu invasor de Hitler es sin duda el origen de su inspiración, lo que nos permite calificar el régimen de Putin como una versión renovada del fascismo nazi, o en el mejor de los casos como “fascismo rojo”.

Dicen los eruditos que la historia suele dar vueltas escabrosas y Nietzsche sostenía que la historia es siempre la misma ejecutada de manera diferente, quizá esto se aplique de mejor manera ahora que un tirano repite la historia que resultó abominable para la humanidad entera; desatar un desenlace devastador para todo el planeta.

En el trasfondo de todas las intentonas de corte totalitario como las de Hitler, Mussolini o Putin se esconde agazapada la idea de dominar y doblegar un tercero, de reconquistar un imperio, de reescribir la historia y de volcar a su favor el destino de los pueblos más débiles, lo cierto es que más allá de sus argumentos, que por lo general nos resultan de una calidad argumentativa propia de esa inmensa cadena de absurdos que los tiranos suelen argüir, solo podremos ver la devastación que dejan a su paso y la sangre de miles de ciudadanos indefensos que perdieron la vida en manos del invasor.

Para cualquiera que se interese mínimamente en el legado de las guerras que asolaron el siglo XX y en general la historia, queda claro que un mínimo juicio común recomienda condenar todo acto que atenta contra la vida humana. Para el 99.9% de los ciudadanos de cualquier país que se jacte de ser libre, un acto como el que observamos asolados es un crimen a la humanidad, y en consecuencia la inmensa mayoría de los ciudadanos de a pie condenarían sin dubitación alguna una invasión al mejor estilo de los intereses imperiales que guiaban los actos de Hitler, excepto para los que participan de esa mentalidad criminal, imperial y fascista.

Condenar una invasión como la de Rusia a Ucrania hace parte del sentido común de los ciudadanos del siglo XXI, de los hombres y mujeres que, al margen de las ideologías políticas y los intereses partidarios, personales o las alucinaciones hegemónicas de algunos políticos en desgracia, se muestran claramente como un acto descabellado propio de las mas aberrantes dictaduras. Cualquiera de nosotros, con un mínimo de cultura universal sabe que los experimentos fascistas del siglo pasado solo llevaron a la humanidad a sus niveles más envilecidos, a la exacerbación mas abominable del crimen y al derramamiento inútil de la sangre de millones de seres humanos que cegaron sus propios destinos por los intereses enfermizos de algunos caudillos que, como todos los caudillos, creen poseer la verdad única, universal e imperecedera de la historia.

Apoyar oficialmente este tipo de acciones devela la verdadera naturaleza de los regímenes que así lo han hecho, su carácter anacrónico y una moral que la historia ha superado después del Holocausto, no por casualidad el dictador Putin solo recibió apoyo político y diplomático de las peores dictaduras que aún sobreviven en calidad de sarcomas terminales.

En nuestro caso, las declaraciones ambiguas, inconsistentes, timoratas y engañosas no lograron borrar la clara impresión de que el régimen de Arce Catacora y Evo Morales está claramente alineado con lo peor de la humanidad. Lo grave de esto es que si pudieran repetir la historia de los invasores fascistas lo harían sin la menor dubitación, y nos dirían que esa es la mejor parte de su vano esfuerzo por reescribir la historia en consonancia con la abrumadora egolatría de sus caudillos.