27 de junio de 2022, 4:00 AM
27 de junio de 2022, 4:00 AM


Los adversarios políticos que sin un ápice de respeto ni consideración tildaban al presidente Luis Arce de ser títere del señor Evo Morales (supuesto poder detrás del trono), hoy guardan un silencio institucional como si la lengua se les hubiera pegado al paladar. Excepto uno que otro comediante que por las redes sociales trata de satirizarlo por causa de su voz atiplada, chillona, que no le ayuda cuando discursea a sus bases en las concentraciones; probablemente, extrañan el vozarrón del exgobernador Rubén Costas cuando gritaba ¡Autonomía carajo!, Con seguridad que el día de mañana le buscarán otro falso negativo en el afán perverso de desacreditarlo. Pero está sobradamente comprobado que veneno que no mata, engorda.

A diferencia de cómo actuaría un títere real y verdadero, el presidente viene demostrando que gobierna con total autonomía y que es capaz de tomar sus propias decisiones sin depender para nada del humor del jefazo del partido, muchas de las cuales incluso lo contrarian y hacen que se tironee de los cabellos. La decisión, por ejemplo, de no acceder al pedido reiterado de expulsar del gabinete al cuestionado ministro de Gobierno, es una muestra palpable de que ejerce el principio de autoridad, pero no ha sido el único caso, puesto que abundan otros que han hecho que don Evo lo amenace con marchar a la cabeza de los cocaleros chapareños hasta la sede de Gobierno para ejercer presión y llamarlo al orden. ¡Con esta clase de amigos para qué quiere enemigos!

Pero, ¿a qué obedece este cambio cualitativo, este cuarto de conversión de 180 grados que tanto incomoda a sus criticones? Más que a las injurias que estos propalan, tal postura, se podría atribuir con mayor aproximación a la pugna interna existente dentro del MAS por causa de las futuras elecciones generales, escenario que está siendo aprovechado por algunos jerarcas de segundo orden que pretenden resquebrajar la hegemonía del jefazo y restarle el poder que aún le queda. Algo impensable antes de la movilización de “los pititas” que logró finalmente el propósito de instalar en el Gobierno a la señora Jeanine Áñez, que por la vía democrática, probablemente no hubiera llegado, claro que también fue factor determinante la ayuda material del Ejército y la Policía, que tienen entre nosotros una larga tradición golpista. ¿O no?

Sea como fuere lo cierto es que se puede ver -mirando sin anteojeras- la existencia de un antes y un después de la revuelta de noviembre de 2019; un “antes” en el que quedó en evidencia, una vez más, que no hay Gobierno ni gobernante eterno, y que estos suelen caer estrepitosamente y quedar incluso en la humillación, algo que el señor Morales debió experimentar cuando tuvo que salir a la disparada como alma que lleva el diablo; y un “después” en el que es posible renacer -como el ave Fénix- de las cenizas. 

Y es lo que está intentando hacerse dentro del MAS con el proceso de democratización del cual, además de evaluar la coyuntura, también se procederá a elegir nuevos líderes (aunque sea a las patadas), porque, en política, la alternancia es necesaria y saludable. Sin embargo, don Evo, como viejo lobo de mar, interpreta el proceso como un intento de derechización del partido por parte de algunos descontentos funcionales a la oposición, en una abierta alusión a lo que pasó dentro del MNR histórico que, debido a sus contradicciones internas, hoy vive el tiempo de las cosas pequeñas, como bien dijera Sergio Almaraz tras el cuartelazo del 4 de noviembre, un mes que parece haber sido escogido a propósito para los golpes de Estado.

Sin embargo, el presidente no debe contentarse tan solo con desvirtuar la sindicación de títere, ni tampoco por contradecir o resistirse a las imposiciones del jefe, sino en demostrarle a los gobernados que está abocado a gobernar en favor de todos los bolivianos, incluyendo a los adversos que no votaron por él, y que su mandato tiene por finalidad ‘democratizar’ (término más suave que socializar) el bienestar económico y social del cual disfrutan unos cuantos. 

El expresidente Goni Sánchez -de no muy grata memoria- solía repetir en todo momento, parafraseando al líder chino Seng Xiaoping, que no importaba el color del gato siempre que cazara ratones, algo que él estuvo muy lejos de hacer. Ojalá que el presidente Arce resulte un gran cazador no solo de ratones caseros, sino de ratas de albañal que ningún gobierno se atrevió a exterminar, y por eso estamos como estamos. “Facta non verba”, es decir, hechos y menos discursos es cuanto importa, y no averiguar si tiene la voz aguda o grave.

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