Opinión

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Reinventar la educación en Bolivia

8 de julio de 2020, 6:46 AM
8 de julio de 2020, 6:46 AM

Alrededor de doscientos países han cerrado escuelas y universidades afectando al 90 % de la población estudiantil del planeta, según datos de la UNESCO.  En Bolivia, profesores y alumnos saltaron a las plataformas digitales con clases virtuales intentando dar continuidad a la educación, suspendida temporalmente para prevenir la propagación del COVID19.

Pero, pasar de un sistema educativo que no ha cambiado en más de cien años, a un enfoque pedagógico basado en la cooperación entre el profesor y la tecnología y centrado en los estudiantes, se requiere reinventar el sistema educativo boliviano que superando el sistema repetitivo y memorístico los estudiantes encuentren su pasión, se motiven a sí mismos, aprendan a contar historias, a tener empatía, donde el maestro cuente con inteligencia artificial que le permita conocer las habilidades lingüísticas de cada uno de los alumnos, el color favorito y el talento de cada uno, el jugador o artista que admira, haciendo que la educación sea personalizada y experimental.

Un primer paso hacia esta transformación debiera recoger las lecciones aprendidas de la experiencia  de educación a distancia que estamos experimentando y en este sentido que mejor que conocer la percepción de los sujetos centrales de este proceso, para lo cual acudimos a U-Report, una iniciativa de UNICEF con la que interactúa con adolescentes y jóvenes para conocer sus opiniones, en este caso referidas a la educación, mencionando al respecto que sólo un 12,6% de sus maestros están preparados para enseñar a distancia, un 34.7% más o menos y un 11,7% sólo algunos; más aún,  la situación es similar respecto a las capacidades de las y los estudiantes, puesto que casi el 50% no ha tenido ningún tipo de tutorial, y el 30% lo ha recibido por YouTube, generalmente buscado por ellos mismos, pero además el 63,3% opina que interactúan poco y un 24,4% no interactúa en las plataformas virtuales de aprendizaje con las y los profesores y compañeros/as de clase y sólo el 26,7% menciona que recibe apoyo para realizar las tareas virtuales.

Entre las ventajas de la educación a distancia mencionan que pueden repetir las clases gracias a la grabación de las mismas en “distintos horarios y a distancia", el mayor acceso a material de apoyo puesto que “algunos videos explican mejor que los docentes" o “puedes buscar cosas en línea para aclarar dudas", así como el “el ahorro de tiempo al no tener que trasladarse al centro educativo” y el aprendizaje al “utilizar un poco más la computadora para hacer trabajos", aspectos que explican el que un 67,8% extrañan la rutina y los amigos, mientras sólo 5,6% la enseñanza de los maestros.

Y en cuanto a las desventajas se reitera la falta de preparación de los docentes por lo que “no son comprensibles las instrucciones del profesor" y “recurren a las tareas de forma absurdamente excesiva” y junto a ello el hecho que “no todos los estudiantes tienen los recursos, herramientas o medios para poder pasar las clases virtuales”.

Con base en estos datos preliminares sería aconsejable formular una política educativa que en primer lugar considere el acceso y capacidad respecto al uso de la diversidad de medios tecnológicos que van desde las plataformas de aprendizaje digital, lecciones por vídeos e incluso de la difusión de los cursos mediante cadenas de radio y televisión, junto a ello siempre con el propósito de garantizar el carácter inclusivo de la política de aprendizaje online, los gobiernos nacional y sub nacional deben considerar la dotación de equipos informáticos a las familias y facilitarles acceso a Internet. Pero junto al acceso se debe proporcionar a docentes y alumnado asistencia en cuanto al uso de las TIC para realizar las sesiones online.

Además de asegurar el acceso, es clave centrarse en los problemas psicosociales del alumnado antes de impartir la enseñanza, creando comunidades virtuales que promuevan la interacción familiar saludable, favoreciendo las medidas de protección social y la respuesta a los problemas psicosociales a la que los alumnos y alumnas pueden verse confrontados en situaciones de aislamiento; junto a ello es aconsejable establecer las reglas del aprendizaje online con las familias y el alumnado, es decir, cómo se resolverán dudas, cómo se realizarán los ejercicios y se evaluarán, definiendo el tiempo de duración de las clases online en función de los niveles de educación.

Crear comunidades virtuales de directores y docentes para determinar si el programa de aprendizaje online debe centrarse en la enseñanza de nuevos conocimientos o reforzar aquellos ya adquiridos durante las lecciones precedentes, definiendo la combinación de herramientas tecnológicas en función de la situación de la zona de intervención, el nivel de enseñanza, las necesidades del alumnado y la disponibilidad de las familias, facilitando los intercambios de experiencias, así como el debate de las estrategias de gestión de las dificultades de aprendizaje.

Finalmente conviene remarcar que esta política de educación sólo tendrá el carácter de una política pública si es el resultado de una construcción participativa que involucre no sólo al gremio de educadores, sino a redes y agrupaciones de pedagogos, comunicadores, artistas, psicólogos y otros actores comprometidos con el derecho al acceso de niños y jóvenes a una educación inclusiva durante este período de interrupción repentina y sin precedentes en la educación.

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