Opinión

Renaciendo en septiembre

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8 de septiembre de 2019, 4:00 AM
8 de septiembre de 2019, 4:00 AM

Empieza septiembre, mes que se vuelve cada vez más gris. Este año, el mes cruceño será recordado por los devastadores incendios en la Chiquitania, los mismos que se han devorado ya más de un millón de hectáreas de hábitat y de modo de vida. Mientras miles de personas nos plegamos a apoyar la causa, intentando desesperadamente mitigar sus efectos, nos vemos confrontados a la necesidad de explicar semejante catástrofe ambiental y humana.

Son muchas las voces que corean de uno y otro lado la atribución de responsabilidades. Cual cortinas de humo que nos impiden llegar a la verdad, las acusaciones y angustia se apoderan del debate. Es que más allá del cuestionamiento a los ganaderos, a los productores de biodiésel, a los colonos, debemos recordar nuestra condición histórica: la tensión siempre irresuelta y manifiesta entre región y Estado. De un lado se encuentra el espíritu del modelo de desarrollo cruceño, caracterizado desde su incepción por buscar el equilibrio territorial regional, entendiendo la vocación productiva de su gente. Del otro se sitúa el MAS, con un modelo extractivista y entreguista de los recursos naturales a los nuevos capitales internacionales, depredador y sin ápice alguno de vocación democrática.

Han sido muchos los embates que el modelo de desarrollo cruceño ha recibido a lo largo de su existencia. Como si 450 años de exclusión y pobreza fueran poco, tuvimos que sufrir agravios por exigir el pago de recursos que por ley nos correspondían en las luchas cívicas para la obtención de regalías de petróleo. No obstante, gracias a ello creamos instituciones como el Comité de Obras Públicas y la Corporación de Desarrollo, entidades matrices para catalizar el modelo cruceño. Luego en los 90 sufrimos la desaparición de la Corporación. Con ello se nos negó la oportunidad de una transición hacia gobiernos departamentales, un clamor con el respaldo de la sociedad civil.

Nos vimos forzados a perder autonomía política e institucional, a ver atomizados nuestros recursos intelectuales, humanos y políticos regionales, a ceder el manejo de las regalías y la autonomía financiera que tanto nos costó conseguir al Gobierno central a través de la Prefectura. Hoy nos toca defender las competencias que el modelo autonómico logró, luchando por preservar el poco espacio que aún tenemos para cumplir nuestro derecho a la libre autodeterminación.

Es fácil olvidarse de que Santa Cruz ha sufrido gravísimos embates en el pasado, que no siempre fuimos la locomotora económica del país. Pero, ante el más acérrimo centralismo y ante pésimas decisiones centralistas, persistimos. Y persistimos porque a pesar de la tendencia siempre presente del poder central de monopolizar el control político de un Estado escuálido e ineficiente, supimos construir modelos de gobernanza que respetaran las diferencias, apegándonos a la búsqueda de equidad y soluciones autogestionadas.

No nos equivoquemos sobre quiénes son los culpables de la tragedia en la Chiquitania. No perdamos la perspectiva sobre lo que los hechos sucedidos representan. El MAS ha demostrado una y otra vez encarnar los peores vicios y tragedias de la política boliviana. Sus intenciones jamás han sido honestas o nobles. No existe elemento que demuestre su apego a la verdad, a la ética o a la modernización del país. Por el contrario, solo ha causado heridas cada vez más hondas en un país plagado de injusticias históricas. En septiembre, mes de flores y cantos, comprometámonos a persistir, a rehusarnos a ser ceniza. Renazcamos como lo hemos hecho siempre, con el valor y la convicción de sabernos del lado correcto. Recordemos cuál es nuestra lucha constante, de qué estamos hechos y cuál es nuestro legado histórico. Solo así sobreviviremos al periodo más nefasto y oscuro de la historia de nuestro país, buscando, como siempre lo hemos hecho, nuestro propio camino hacia la justicia.

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