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4 de agosto de 2024, 4:00 AM
4 de agosto de 2024, 4:00 AM

Clara Solórzano / pedagoga y experta en educación superior


La educación superior tiene un papel crucial en la construcción de un nuevo modelo de desarrollo que integre innovación, investigación, desarrollo tecnológico, industria y servicios, impulsando así la sostenibilidad en Bolivia y en América Latina.

Nuestra región está desafiada a pensar de manera diferente e invertir en su futuro. Esto implica evaluar nuestros sistemas de educación y plantear investigaciones desde las ciencias y la tecnología que den como resultados innovación en todas las áreas del desarrollo humano, apoyadas por políticas públicas que incentiven a las universidades a convertirse en epicentros del cambio sostenible y de la transformación de la realidad local y regional.

Por ese motivo, urge integrar en espacios de diálogo y discusión, respecto al futuro que construimos, a la quíntuple hélice del país, conformada por la política, los sistemas educativos, la economía, la cultura y el cuidado del medio ambiente a fin de promover el desarrollo sostenible de nuestra región.

En tiempos de incertidumbre y caos, detenernos a repensar la educación y su rol en el siglo XXI es una necesidad imperante si queremos sobrevivir como especie.

Nuestra mirada no solo debe detenerse en la innovación educativa, sino explorar sobre qué se espera de la educación en este siglo. En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados y la incertidumbre se ha vuelto parte de nuestra vida diaria, la educación debe adaptarse para preparar a las futuras generaciones frente a un futuro hiperconectado, dinámico, incierto, complejo y volátil.

La promoción de ambientes de inteligencia colectiva donde se puedan apreciar avances en el uso de la inteligencia artificial generativa y cómo diversas universidades están utilizando esta tecnología para transformar la educación permite comprender a los actores del ecosistema educacional que la educación no solo se trata de impartir conocimiento, sino también de adaptarse y evolucionar constantemente.

Por eso, debe hacerse énfasis en la importancia de tener una mirada global y local, de valorar y adaptar las mejores prácticas globales a nuestro contexto local para trabajar en el desarrollo de una educación que responda a las necesidades y desafíos específicos de nuestra región.

La colaboración y el intercambio de conocimiento son fundamentales para insertarnos en la sociedad del conocimiento y preparar a las generaciones futuras para enfrentar los desafíos del actual siglo.

La sociedad y el mercado laboral actuales demandan profesionales que sean disruptivos, capaces y eficientes, con un equilibrio entre competencias técnicas y habilidades blandas. Esta realidad impone un reto significativo a las universidades, que deben adaptarse para formar graduados que cumplan con estas expectativas.

 Para responder a esta exigencia, las instituciones de educación superior necesitan llevar a cabo una transformación estructural profunda. Esto implica no solo actualizar los contenidos curriculares, sino también innovar en métodos de enseñanza y fomentar un entorno que desarrolle tanto las habilidades técnicas como las interpersonales de los estudiantes.

La globalización de la educación es una tendencia inevitable y beneficiosa. El intercambio de experiencias y la colaboración mutua entre universidades de la región permiten la realización de proyectos de investigación conjunta y programas que enriquecen la experiencia educativa.

Estas asociaciones no solo facilitan el intercambio de conocimientos, sino que promueven una mayor comprensión intercultural y colaboración global. Es vital resignificar la importancia de la educación en el escenario futuro, identificando oportunidades y nuevos espacios de cocreación.

Repensar la educación en Bolivia debe partir desde conectar los puntos de la sociedad que están innovando en nuestro contexto local para que desde nuestra posición dentro del entramado humano nacional podemos contribuir a un futuro mejor para las generaciones venideras.