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24 de septiembre de 2024, 11:38 AM
24 de septiembre de 2024, 11:38 AM

Marcelo Añez Mayer

Marcelo Áñez
Marcelo Áñez

Vivimos un final de ciclo. Donde lo que conocíamos no se acaba de morir, y lo que viene, lo nuevo, no se anima a nacer. Es como un parto, incierto, confuso, angustiante. Pero en definitiva estamos viviendo el pataleo de una cosa que termina y el comienzo de algo nuevo.

En el siglo XIX en Bolivia quien deseaba labrarse un porvenir debía necesariamente ir a Sucre. En el XX a La Paz. Ahora, en el siglo XXI, quien desea progresar viene a Santa Cruz. Eso marca la dirección del futuro.

Gran parte de Bolivia está ya, desde hace años, refugiada en Santa Cruz. Y la que no está, mira con esperanza a Santa Cruz. Por eso, no se trata de si es fácil o difícil ser boliviano siendo cruceño. La cuestión es otra. En este siglo XXI la bolivianidad se está redefiniendo en Santa Cruz. Y Santa Cruz no solo que es parte de Bolivia, sino que Santa Cruz es la nueva Bolivia.

Bolivia no es enemiga de Santa Cruz. Quienes la agreden permanentemente para aislarla y enfrentarla al resto del país son otros. El enemigo no es el colla. La mejor respuesta de Santa Cruz contra el asedio permanente de sus enemigos es no reaccionar contra "Bolivia" (que es justamente lo que quieren esos enemigos). La mejor respuesta de Santa Cruz es abrazar Bolivia, liderarla. Porque, autonomía, federalismo, o como quiera llamársele a la autodeterminación cruceña, vendrá de construir poder político nacional. No de la declamación de las virtudes del modelo cruceño al opresor, o peor, del lloriqueo y la súplica.

Otro yugo debe ser roto este 24 de septiembre, o algún 24 de cualquier año. Lo hecho en el pasado ya no sirve para conquistar el futuro. Produciendo vacas más gordas o el doble de soya nuestra suerte no cambiará. El desarrollo de Santa Cruz en el siglo XXI será posible únicamente adueñándonos de nuestro destino, dándonos a nosotros mismos. Dejando de rechazar Bolivia. Liderando Bolivia.

Salgamos de la tutuma. La lucha de Santa Cruz no es solo de Santa Cruz. Ni siquiera de Bolivia. Es la verdadera batalla de fondo en el mundo en este siglo XXI; la lucha por la vida en libertad, por la posibilidad de prosperar por el propio esfuerzo. El conflicto derecha e izquierda es cosa del pasado. Hoy en el siglo XXI lo que está en juego es la democracia, atacada por varios flancos por un bloque global que quiere destruirla para erigir sobre sus ruinas una liga de autocracias.  Nuestros desafíos no son, como creen algunos, locales. Son globales.

Pero para eso, primero, debemos darnos cuenta. Y parar con tanta pequeñez y mezquindad. Parar con tanta división, que además es sembrada por otros intereses, para conveniencia de otros intereses que no son los de Santa Cruz.

Luego liberarse de esa mentalidad de esclavos productivos, de la maligna influencia de los traficantes de influencias devenidos empresaurios, y dejar de buscar como sea y a cualquier costo la manera de acomodarse con quien esté mandando en Bolivia. Las condiciones están dadas. La historia, la demografía y la economía están de nuestro lado.  Devolvámosle la esperanza a la gente, construyamos el futuro que Santa Cruz y Bolivia necesitan. Seamos eso nuevo que nace.

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