24 de marzo de 2022, 4:00 AM
24 de marzo de 2022, 4:00 AM


Estamos viviendo una situación riesgosa e incierta. Según el índice de riesgo geopolítico de los académicos Dario Caldara y Matteo Iacoviello, los eventos actuales son los más importantes desde la Operación Tormenta del Desierto en Kuwait en 1990 en términos de concentraciones militares.

Las repercusiones a nivel mundial se sentirán porque los países directamente involucrados en el conflicto son actores relevantes en los mercados de cereales (15% del total mundial) y de hidrocarburos (10%). Es más, existe una alta dependencia de este último combustible en los países europeos; y en el caso de los aceites de semillas, Ucrania es responsable del 40% del comercio internacional.

Por ese motivo es que los precios internaciones de alimentos, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO, por sus iniciales en inglés), se encuentran en los niveles más altos desde mediados de los años 70 del siglo pasado.

En este contexto, como en el de la pandemia, no es posible determinar cuándo y cómo acabará este evento.

Por ese motivo es mejor construir escenarios en función a las reacciones entre ambos países. Estas van desde un embargo a Rusia que ya ha sido efectivizado hasta la interrupción del flujo de gas ruso a Europa.

Según el prestigioso centro de pensamiento The Conference Board, en el escenario más benévolo el precio del barril de petróleo estaría en $us105, mientras que en el de mayor escalada se podría observar hasta $us180 en el tercer trimestre de este año.

Esta alza se reflejaría inmediatamente en un aumento de la inflación, en una situación en la cual el alza de precios en Estados Unidos está en torno a 8% y en Europa alrededor de 5%, cuando la meta deseada es de 2% en ambos. Esto sería más agudo en países como Egipto, que es dependiente de los cereales ucranianos; o en África, donde los alimentos llegan a ser 40% del total gastado en promedio por las familias.

Otro efecto negativo es que el alza de petróleo implica costos de insumos más altos y, por ende, menor actividad económica. Dependiendo de la naturaleza del conflicto, el crecimiento del PIB mundial podría caer entre 0,5 y 1,5 puntos porcentuales. Paradójicamente, la economía rusa podría experimentar una caída de 20% este año como resultado de las diversas sanciones, razón por la cual este país enfrenta la disyuntiva entre objetivos geopolíticos y económicos.

Bolivia no es una isla y experimentaría efectos mixtos de este conflicto. Según los cálculos del Centro Boliviano de Economía (Cebec) que integro, dado el aumento importante de los precios de materias primas, el país se beneficiaría en el ámbito de comercio exterior en torno a $us 500 millones en términos netos.

Este efecto ocurre porque los precios de los envíos al exterior aumentan más que el alza de los precios de importación, en especial de exportaciones mineras (incluyendo oro) y agroindustriales. En hidrocarburos el efecto es levemente negativo porque el mayor ingreso por exportación de gas natural se ve contrapesado con las importaciones de gasolina y diésel.

Es más, el efecto negativo en las finanzas públicas por los subsidios en hidrocarburos implicaría gastos adicionales entre $us 300 y $us 1.100 millones según el escenario que se considere.

Debido al menor dinamismo mundial, se reduciría la perspectiva de crecimiento nacional entre 0,1 y 0,4 puntos porcentuales. Esto no se da por el comercio exterior que tenemos con Rusia y Ucrania, sino por los efectos que tendría el conflicto en el crecimiento de los principales socios comerciales bolivianos.

Desafortunadamente, esta crisis ya ha implicado algunas respuestas inadecuadas de política económica, como más restricciones a las exportaciones, razón por la cual los eventuales efectos comerciales positivos serían menores.

Resumiendo, pese a que existirán eventual y temporalmente ganadores y perdedores, debemos concentrarnos en más productividad y eficiencia, medios genuinos de desarrollo duradero que dependen menos de las circunstancias.

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