24 de septiembre de 2022, 7:19 AM
24 de septiembre de 2022, 7:19 AM

El departamento de Santa Cruz nació con una impronta rebelde y con el alma libre. Eso no ha cambiado, muy a pesar de los diversos gobernantes del miope centralismo de Bolivia. Santa Cruz es lo que es por su propio esfuerzo, porque nadie logró doblegar a sus habitantes. Desde su emancipación hasta la primera mitad del Siglo XX, este pueblo fue postergado de manera vergonzosa. Mientras en el resto del país había vinculación caminera ni servicios, se veía a Santa Cruz como una aldea y no había afán gubernamental para mejorar la calidad de vida de sus habitantes.

Esa condición es motivo de orgullo y tiene que ver con el modo de vida de los cruceños (los nacidos y los no nacidos en este departamento): gente emprendedora, gente creativa para resolver los problemas. No por nada, es la región que atrae a bolivianos y extranjeros, con un alto índice de inmigración. Es dónde más se tributa y de donde sale el mayor aporte al Producto Interno Bruto, así como las exportaciones. Es un departamento donde sus habitantes aman profundamente a su tierra.

Su desarrollo ahora atrae a todas las miradas. Las buenas y nobles y las que quieren aprovecharse. El próximo presidente de Bolivia tendrá que ganar en Santa Cruz para ocupar el codiciado sillón. El modo de vida de los cruceños es lo que convierte a esta tierra en cuna de bienestar y de generación de riqueza sin que medie el Estado. En este departamento se plasma la demostración de que los bolivianos pueden emprender y triunfar, de que puede haber empleo de calidad, a pesar de los históricos obstáculos.

El gran déficit de Santa Cruz es la falta de liderazgos políticos que graviten a escala nacional, desde la perspectiva del cruceño: es decir, líderes que no se embriaguen con el poder y olviden sus raíces. Tampoco se necesitan liderazgos que, en un afán personal o sectario de poder, traicionen los valores y las demandas de su pueblo para conseguir prebendas o favores a cambio. También son innecesarios los bravucones, que ganan apoyo a fuerza de discursos explosivos, pero que no plantean caminos a seguir ni soluciones. Esta tierra necesita conductores con mirada grande y estadista; hombres y mujeres que proyecten, que planifiquen y que engrandezcan.

El liderazgo de Santa Cruz debe avanzar sin complejos. Si decenas de miles de bolivianos y extranjeros eligen esta tierra cada año para forjar una nueva vida es porque valoran el espíritu y el modo de vida del cruceño. Aquí comienzan las luchas: por recursos, por autonomía, por autoridades electas, por democracia; pero son otros los que administran las conquistas y también las distorsionan, siempre desde el centralismo o aliándose con él.

Los cruceños estamos orgullosos de serlo, pero que eso no nuble la visión. Éste es un momento crucial. Los que miran a Santa Cruz con ambiciones personales y sectarias buscan doblegarla. Eso no es nuevo, pero las estrategias están renovadas. Cuando Santa Cruz muestra que es capaz de unirse para hacer escuchar su voz, aparecen voces para dividir esa cohesión, regalos y hasta afanes de dialogar y escuchar a los sectores que mantuvieron postergados todo el tiempo, como los empresarios. La región debe ser atendida e incluida en el radar de los gobernantes. Lo que no estará bien es que se pretenda manipular, presentando una visión sesgada o pretendiendo imponer un modelo que no respete la forma de ser de los cruceños.

Este 24 de septiembre marca un punto de inflexión. Que Santa Cruz mire sus luchas y reivindicaciones para tomar fuerzas y seguir planteando demandas que beneficien al país. La impronta rebelde y libre debe permanecer, pese a los circunstanciales poderes que intentan impedirlo.

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