Opinión

Santa Cruz y Bolivia: ¿cómo será nuestro 2021?

11 de enero de 2021, 5:00 AM
11 de enero de 2021, 5:00 AM

El año 2020 ha sido uno de los más desafiantes para la humanidad. Hay señales importantes que se manifestaron y que marcan el límite de lo posible para 2021. ¿Estamos preparados para lo que se nos viene?

El gobierno nacional ha anunciado profundizar el modelo de demanda interna y la sustitución de importaciones, lo que, sumado al nuevo calendario electoral y la pésima calidad institucional del país, se espera que haya un uso arbitrario de muchos recursos económicos (como destinar recursos estatales a despropósitos), cuyo impacto se traducirá en la generación de efímeros puestos de trabajo y/o de mala calidad, pero lo preocupante es el conjunto de distorsiones que habrá en el mercado con una pésima asignación de recursos y malas inversiones.

Como la previsión del PGE es un crecimiento del PIB en 4,8%, hay -por si fuera poco- malas noticias para los pequeños empresarios en particular y el sector empresarial en general: 2021 habrá doble aguinaldo. Otra señal preocupante es la corporativización de las decisiones de política económica, por lo que también se espera que haya incrementos salariales y del salario mínimo bajo el argumento de “reactivar la economía” cuando la evidencia económica demuestra que en Bolivia, pese a los desorbitantes incrementos salariales, el salario medio real del sector privado continúa por debajo de los niveles de marzo de 2004, con el aditamento de que las primeras en ser despedidas ante la imposibilidad de pagar un incremento salarial, son las mujeres.

Recordemos que en toda crisis los más afectados son los más vulnerables y Bolivia comenzó la pandemia siendo uno de los países más vulnerables y menos preparados de todo el continente, según Oxford Economics y el PNUD-LAC. Desde 2013 -es decir, hace 7 años- que no hay importantes avances en cuanto a la reducción de la pobreza en Bolivia, por lo que la población no tolerará tan fácilmente un paro total de actividades como lo hizo en 2020.

Al ser la pandemia el tema central del 2020, 2021 no será muy diferente. Si el Covid-19 se acaba con la cura, la pregunta central es cuándo llegará la vacuna y cuál(es) será(n) la que llegue(n) al país. Sobre el tema, ya hay importantes señales: el vocero presidencial mencionó que están esperando un mix de vacunas y que no tendrán reparo en aceptar los ofrecimientos de apoyo que surjan. Lo preocupante ahí son dos cosas: 1, Bolivia es identificada por The Economist como uno de los países que recién tendrá disponible las vacunas de manera masiva en 2023 y en el peor de los casos, 2024. Las expectativas deben apuntar, entonces, a que 2021 no será el año del fin de la pandemia en Bolivia. Y 2, no todas las vacunas son iguales en precio ni en efectividad. Lo barato puede salirnos muy caro.

Los gobiernos locales son los principales actores para hacer frente al Covid-19, sin embargo, hay elecciones a nivel municipal y departamental, por lo que la politización de los escenarios incrementará los costos de transacción e impedirá que haya una buena coordinación para hacerle frente al Covid-19 justamente durante la segunda ola.

Es importante analizar lo que ocurrirá con los menores de 29 años (son más del 60% de la población): buscarán satisfacer necesidades, la principal será la generación de ingresos abriendo un emprendimiento o buscando un trabajo, y otra será la educación.

La educación virtual es parte del salto tecnológico al que hay que apuntar. En este sentido, universidades privadas, algunas facultades de la Uagrm han logrado adaptarse. Con pesar hay que admitir que no se puede decir lo mismo en los otros niveles de educación. Los padres de niños y adolescentes (los menores de 18 años son el 40% de la población) tienen que encontrar opciones educativas. El primer desafío a superar es la conectividad.

Por el lado de la generación de ingresos, las medidas que está tomando el gobierno central (restricciones a las exportaciones e incremento de impuestos) y las orientaciones discursivas de Arce Catacora no apuntan a un buen puerto: se prevé que los jóvenes no podrán ingresar a un puesto de trabajo de calidad por el incremento al salario mínimo, lo propio para las empresas que se pretendan abrir, pero esta vez a causa del doble aguinaldo. Los jóvenes no tendrán muchas oportunidades económicas de calidad.

Por último, cabe recordar que estamos en una coincidencia de crisis: la económica (que viene desde el gobierno de Evo Morales), la de salud (por la pandemia) y la política. La resolución de la crisis política marcará la forma de responder a las dos crisis mencionadas. En este sentido, nuestra calidad institucional es clave, pero como fue destruida casi por completo por la administración de Evo Morales, cuesta que la población haga caso a sus autoridades; fueron 14 años de que el individuo más poderoso y popular del país “le metía nomás” y otros se encargaban de hacerlo legal. Evo Morales institucionalizó el desprecio a las normas y hoy lo pagamos. La institucionalidad es una vieja señora que cobra facturas muy caras cada vez que osamos despreciarla.

Ante este panorama, ¿hay espacio para la esperanza? Sí, pero lo veremos en otra columna.

 



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