2 de febrero de 2022, 4:00 AM
2 de febrero de 2022, 4:00 AM

Un reportaje de investigación del periodista Roberto Navia descubrió que, sin autorización del Gobierno ni ningún estudio de impacto ambiental, más de 200 familias menonitas construyeron un puente de 150 metros sobre el río Parapetí, a un costo de aproximadamente medio millón de dólares, en medio de los bosques de los Bañados del Isoso, en la región del Gran Chaco cruceño.

Por sus aguas caudalosas y sus arenas deleznables, el río Parapetí era el límite natural que defendía al Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado (AMNI) Kaa Iya de invasiones de agricultores o ganaderos. Una elemental lógica financiera llevaba a concluir que no era buen negocio producir al otro lado del río, si en épocas de lluvias o de intensa sequía no se podría trasladar productos o ganado.

Así que lo que hizo ese grupo de menonitas fue comprar 14.400 hectáreas del bosque seco chaqueño de Cuarirenda, al otro lado del río, y construyó el puente cuyo primer uso fue introducir maquinaria pesada y deforestar el bosque. Lo hicieron, dice el periodista, en silencio, y a espaldas del Estado.

Esa estructura de 150 metros de longitud se construyó durante el tiempo de la pandemia de 2021, y está situada en la provincia Cordillera, en el municipio de Charagua, a 15 kilómetros de la comunidad guaraní de Cuarirenda, a 285 kilómetros al sur de Santa Cruz de la Sierra.

En paralelo, los menonitas han abierto un camino de 15 kilómetros de largo y 25 metros de ancho entre la comunidad de Cuarirenda y el lecho del río, y otros 3,5 kilómetros al otro lado del Parapetí.

El puente se concluyó en octubre de 2021 y desde entonces 15 orugas desmontadoras se instalaron dentro del predio comprado y depredaron todo lo que encontraron a su paso.

Hasta ahora, dice Roberto Navia, se han desmontado alrededor de 3.000 hectáreas y la maquinaria se reabastece de combustible gracias a una cisterna que cruza el puente con 30.000 litros de diésel para que las orugas no descansen.

Lo curioso, según se lee en el relato del periodista, es que los menonitas no tienen ningún inconveniente en hablar de puente, cuentan sin problemas que les costó 500.000 dólares, que lo hicieron sin pedir permiso al Gobierno, que lo construyeron solos, “sin ayuda de autoridades de Bolivia” -dicen como si ellos estuvieran en otro país- ni de ingenieros.

Y aun así, sin haber sido construido por ingenieros, ellos conocen al dedillo toda la información técnica de la estructura: pesa 150 toneladas, mide 150 metros de largo, 3,5 de ancho, una altura de cinco metros, y está sostenido por cinco pares de columnas enterradas a una profundidad de 7,5 metros.

Si ya existe una colonia menonita al otro lado del río, nada impedirá que varias otras lleguen al lugar, crucen el puente y se instalen en los Bañados del Isoso.

Ya nada se puede hacer, todo el trabajo está encaminado, las imágenes muestran extensas franjas deforestadas en medio de un contorno completamente verde, ya hay casas construidas y hasta 18 pozos de agua ya fueron perforados, aunque el objetivo es llegar a 100, objetivo que conseguirán fácilmente porque están sobre uno de los humedales más importantes del país y del continente.

Es más, dicen que pronto piensan cambiarle el nombre a la nueva colonia donde se instalaron, que por ahora mantiene su nombre de Cuarirenda.

El gran trabajo periodístico de Navia -de excelente factura, como nos tiene acostumbrados- pone en evidencia la triste realidad del manejo de tierras en Bolivia: aquí cada quien hace lo que quiere, y no importa si en esas invasiones se afecta áreas protegidas, como en este caso ocurre con el AMNI Kaa Iya.

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