Opinión

Una iniciativa de la sociedad civil: la Declaratoria de las Misiones Jesuíticas de Chiquitos como Patrimonio Cultural de la Humanidad

22 de agosto de 2021, 14:40 PM
22 de agosto de 2021, 14:40 PM

Resumen: Ante la necesidad de dar a conocer el proceso de declaratoria de Patrimonio Cultural de la Humanidad a las nuevas generaciones, el autor se ha propuesto escribir este breve ensayo sobre la zona de Chiquitos, porque se trata de un proceso sui generis en el que fue la comunidad la que planteó la necesidad de esta declaratoria y no los organismos estatales.

El autor cree que es un proceso que se podría replicar en otras partes de nuestra América, en regiones que están en la periferia, lejos de los organismos de poder.

El resultado es altamente positivo, pues gracias a esta declaratoria la región de las antiguas Misiones Jesuíticas de Chiquitos, se han convertido en la región cultural más importante de Bolivia, pues en ella se ha organizado un magnífico archivo de partituras musicales y se ha organizado un Festival de Música al que asisten grupos musicales de todo el mundo.

Palabras clave: Chiquitos, Patrimonio, Periferia, Festival, Misiones.

 

Antecedentes históricos

La gobernación de Santa Cruz de la Sierra se creó en 1550 y un año más tarde, en 1561, se fundó la que sería su ciudad capital. Esta gobernación abarcaba todas las tierras bajas que correspondían a la Audiencia de Charcas, desde las últimas estribaciones de los Andes. Este territorio comprende actualmente la parte norte del departamento de La Paz, los departamentos de Pando, Beni y Santa Cruz y parte del de Cochabamba.

En 1604 fue creado el obispado de Santa Cruz de la Sierra, que abarcaba todo el territorio de la Gobernación y parte del actual departamento de Cochabamba. En el siglo XVII los jesuitas crearon las llamadas misiones de Moxos, que dependían del Colegio Jesuítico de Lima, y del obispado cruceño. Unos años más tarde, en 1691, estos mismos religiosos, y a pedido del gobernador de Santa Cruz de la Sierra, crearon las misiones de Chiquitos, que dependían del colegio jesuítico del Paraguay. Después de la expulsión de los jesuitas, los pueblos que pertenecían a las misiones de Moxos y Chiquitos pasaron a depender de los llamados “curas doctrineros”.

Muy avanzado el siglo XIX, por tanto, durante la república, los franciscanos, dependientes del Colegio de Tarata, establecieron las misiones de Guarayos, donde permanecieron hasta el primer tercio del siglo XX. A mediados del siglo XX los franciscanos se hicieron cargo de los antiguos pueblos jesuíticos de Chiquitos. En este territorio se establecieron dos Vicariatos Apostólicos, el de Ñuflo de Chávez y el de San Ignacio.

Los jesuitas permanecieron en Chiquitos menos de 80 años, sin embargo, fue el tiempo suficiente para establecer las bases de lo que con toda justicia se llama la cultura misionera chiquitana, o simplemente cultura chiquitana, que no es otra cosa que el maridaje entre la cultura europea cristiana, que trajeron los religiosos de la Compañía de Jesús, con la cultura de los grupos aborígenes del lugar. Después de la expulsión de los hijos de Loyola los pueblos chiquitanos mantuvieron viva esta cultura a pesar de todas las vicisitudes que sufrieron.

La cultura chiquitana se plasma en todos los aspectos de la vida de las comunidades, ya sea material o espiritual. La misión o reducción era algo más que un simple espacio creado para la evangelización de los indígenas, pues abarcaba toda la existencia de sus habitantes. Visto desde esta perspectiva representa la estructura espacial sobre la cual se desenvuelve la cultura y el espíritu de una comunidad; es en ella donde se da el proceso de aculturación.

La provincia de Chiquitos está alejada de los centros de poder de Charcas y hasta ella llegó lo que se ha dado en llamar cultura de frontera, que no es otra cosa que una cultura que se ha despojado de todo elemento accesorio: solo conserva lo esencial e indispensable para sobrevivir en un medio aislado en el que el tiempo marcha a un ritmo lento y cansino que incluso puede dar la sensación de haberse detenido.

A diferencia de las reducciones paraguayas las de Chiquitos estaban formadas por gentes de diferentes “nacionalidades” o “parcialidades” cada una de las cuales tenía una lengua diferente. Con la experiencia de las Misiones de Moxos los jesuitas recurrieron a una lengua franca que era usada por los misioneros para la evangelización y la enseñanza, así como para los actos oficiales, tanto civiles como religiosos. Sin embargo, las diferentes “parcialidades” podían seguir usando sus propias lenguas en sus respectivos barrios. Cuando los documentos hablan de enseñar a leer y a escribir se están refiriendo a esta lengua franca para la que, en tiempo récord, se creó una gramática y un vocabulario, que es atribuida al Padre José de Arce, el primer jesuita en entrar a Chiquitos y hacer la primera fundación.

En poco tiempo se impuso la lengua “chiquitana, chiquita o besüro” en las recientemente formadas misiones de Chiquitos Se trata de una lengua muy difícil, compleja en su artificio y amplia en sus variaciones, con una pronunciación clara y suave, aunque algo nasal y gutural.

En la actualidad uno de los mejores conocedores del besüro es Jesús Galeote Tormo OFM, que durante muchos años ha permanecido como párroco en la antigua misión de San Javier, desde donde atendía San Antonio de Lomerío. En 1993 publicó una gramática y un vocabulario básico en el que señala las siguientes características de esta lengua:

1.    Los besüro parlantes “no reduplican nunca las consonantes ni las unen entre sí, lo que hace que el hablar discurra fácilmente”. Una de sus principales singularidades es “la existencia de dos formas de hablar que las denominamos 'hablar masculino' y 'hablar femenino'”.

2.    El nombre sustantivo chiquitano no tiene casos, pero unido a los posesivos se hace más variado por la diferencia de las partículas pronominales que se les anteponen.

3.    Hay distinción de sexo en las terceras personas del verbo.

4.    En contraste con esta gramática tan complicada, la numeración es muy pobre, pues “no se distingue sino la unidad, algunos, pocos y muchos.

La construcción del chiquito o besüro se realizó en los primeros años del período jesuítico. A partir del momento en que se convirtió en la lengua franca sufrió los cambios propios de todo elemento cultural. Así, pues, la lengua actual que hablan los chiquitanos, especialmente los de San Ignacio de Lomerío, es la construcción creada a partir del P. José de Arce.

Galeote afirma que los habitantes de la región de Lomerío —al sur del pueblo de Concepción— se reconocen descendientes de siete grupos indígenas. Por otra parte, dice que “la lengua chiquitana que hablan los diferentes grupos es la misma, y solamente se observan algunas pequeñas variantes, dependiendo del grupo de procedencia”.

El proceso de recuperación

Alcides d'Orbigny, el viajero francés que visitó en el primer tercio del siglo XIX la provincia de Chiquitos, es el primero que llama la atención sobre esta cultura, reparando en aspectos tan importantes como su historia y la música. Este descubrimiento del sabio francés se sumió en el olvido hasta que se inició el proceso de restauración: habían pasado más de cien años.

En el siglo XX don Plácido Molina Barbery (1910-2005) volvió a llamar la atención sobre ellas: con toda propiedad se puede afirmar que es el segundo descubridor de Chiquitos. Es un humanista con un profundo sentido cristiano se la vida. Cuando estuvo en la Universidad Gregoriana de Roma, donde permaneció diez años y obtuvo la licenciatura en Filosofía y Letras, era el momento en el que los intelectuales europeos estaban buscando una nueva forma de humanismo. Regresó al país en 1934 y desde entonces trabajó incansablemente en servicio de la comunidad. La cultura fue una constante en su vida.

Al saber que don Plácido estaba yendo a Chiquitos en misión oficial, un amigo muy cercano, don Rafael Gumucio, le regaló una máquina fotográfica Kodak. Don Plácido estaba en aprietos, pues nunca había hecho una fotografía. En su estadía en la antigua misión de San Ignacio hizo una buena amistad con el Padre Pío, que, conociendo los planes de su amigo, le prestó una cámara fotográfica de mayor precisión y le enseñó cómo usarla. En el período comprendido entre 1943 y 1948 don Plácido fotografió todos los pueblos misioneros: sus templos, tanto en la parte exterior como interna, las imágenes y adornos, así como también la gente con la que se encontró. Trató de llamar la atención de las autoridades para que estos monumentos pudieran ser preservados, pero no fue escuchado. “Fueron cartas al lucero del alba”, decía con mucha nostalgia.

Tuve la suerte de hacer una buena amistad con este singular humanista; lo visitaba en su sencilla pero linda y cálida casa rodeada de muchos árboles. Un día lanzó un desafío: proponer a UNESCO las antiguas misiones de Chiquitos para que fueran declaradas Patrimonio Cultural de la Humanidad. La primera reacción fue negativa, porque se trataba de una osadía que rayaba en la temeridad. Sin embargo, gracias a su insistencia el reto fue aceptado.

El año 2004 don Plácido Molina Barbery llegaba cada noche al templo de San Roque, en Santa Cruz de la Sierra, para asistir a los conciertos del V Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana “Misiones de Chiquitos”, con sus 93 jóvenes años mostraba su amor por lo nuestro y sobre todo aquello de que obras son amores y no buenas razones.

En 1995 la Fundación Cultural del Banco Hipotecario Nacional (BHN) hizo una publicación monumental en la que, entre otras cosas, se incluyeron las fotografías de don Plácido, a las que se sumaron las del fotógrafo alemán Hans Ertl (antiguo fotógrafo de Rommel) que se había ido a vivir a Chiquitos donde permaneció hasta su muerte y las del padre Pío, debidamente restauradas, que constituyen el Archivo fotográfico de Chiquitos, con un amplio texto de don Plácido.

Los franciscanos que se habían establecido en Ñuflo de Chávez empezaron el proceso de recuperación de los templos. Monseñor Eduardo Bösl OFM (1925-2000) fue el abanderado de esta cruzada. Se ordenó sacerdote en 1951 y al año siguiente llegó a Bolivia para trabajar con el Obispo Kilian. Fu nombrado Vicario Parroquial de Concepción y poco tiempo más tarde fue párroco del Fortín Libertad hasta 1973. Fue designado por el Vaticano Obispo del Vicarito Apostólico de Ñuflo de Chávez; su consagración como obispo fue en 1973. Durante 18 años fue Presidente de la Comisión Social de la Conferencia Episcopal Boliviana. Siendo obispo consiguió los medios económicos para iniciar el proceso de restauración de los templos chiquitanos. Tal vez su principal logro fue haber contratado los servicios de arquitecto Hans Roth.

En 1992 el obispo Bösl publicó un libro en el que relata, en forma breve y clara, no solo el proceso de restauración de los templos sino también los templos modernos, de acuerdo a diseños de Hans Roth, que se han sembrado a lo largo y ancho de su obispado y en los pueblos guarayos, El libro contiene planos, mapas y fotografías antiguas y modernas.

Hans Roth (1934-1999) se incorporó a la Compañía de Jesús en 1955. Estudió arquitectura en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich. Después de un tiempo de permanecer en Asia, donde trabajó un tiempo, fue enviado a Bolivia por el Procurador de la Compañía de Jesús, en Zúrich, donde debía encargarse de la restauración de las iglesias misionales.

Por una feliz coincidencia, Roth había nacido en el mismo pueblo que en el siglo XVIII lo hiciera el padre Martin Schmid, un jesuita que tuvo una influencia fundamental en Chiquitos. Mientras Roth era un hombre de pocas palabras que se dedicaba totalmente a su trabajo casi sin levantar cabeza, Schmid era extrovertido que por su habilidad para hacer las cosas fue apodado “el artífice”. En una carta que Schmid escribió a Europa dice:

Vivo y gozo de una salud buena y estable; llevo una vida alegre y hasta amena, pues canto —a veces a la tirolesa—, toco todos los instrumentos que me gustan y bailo también en rueda, por ejemplo, la Danza de las espadas. Pero, ¿qué dicen los superiores de esta vida?, preguntará Vuestra Reverencia. Yo le respondo, si soy misionero es porque canto, bailo y toco música…  Acabo de decir que no solo canto y toco mis instrumentos, sino que también bailo. Para que Vuestra Reverencia no censure mucho el baile del misionero, le pido recuerde otro pasaje de la Sagrada Escritura: 'Cuán hermosos son los pies de los evangelistas'. No sé si Vuestra Reverencia sabe que los españoles festejan sus más altas fiestas religiosas, sino también con danzas, dando así mayor solemnidad al oficio divino, imitando el ejemplo de David. Los hijos de los indígenas aprenden con facilidad el arte de bailar”.

Lo que unía a estos hombres tan dispares era un amor incondicional por Chiquitos. Roth era un ferviente admirador de Schmid; uno se dedicaba a construir templos y organizar coros y orquestas mientas que el otro a restaurarlos, aunque al poco tiempo también hará diseño de templos, dentro de un estilo muy peculiar, y a su construcción.

El joven Roth aceptó el desafío e inició el más grande proyecto de restauración que se había hecho en el país. Los templos de San Rafael, Concepción, San Miguel y San Javier fueron restaurados; posteriormente hizo los correspondientes proyectos para los de San José y Santa Ana; en este último no se trataba solo del templo, sino que incluía todo el pueblo; ambos proyectos quedaron inconclusos. Como se hace camino al andar, en el proceso creó talleres para satisfacer las necesidades de la restauración; en éstos de recuperó gran parte de la tradición artesanal que estaba perdida.

Gracias a la custodia que hicieron los cabildos indígenas, Roth hizo uno de los más grandes descubrimientos culturales del siglo XX: más de 5000 hojas de música manuscrita que constituyen el Archivo Musical de Chiquitos, actualmente en custodia en Concepción, que se ha convertido en el archivo musical barroco más importante de Latinoamérica.

Pasado el tiempo, Roth tomó una decisión que cambió su vida: renunció al celibato y quedó en calidad de hermano. Poco tiempo más tarde se casó con Heidi, una enfermera que había llegado a esas tierras dentro del programa Médicos sin Frontera. Fruto de esta unión nacieron dos hijos, el mayor es arquitecto como su padre.

A poco de cumplir 65 años una penosa y dolorosa enfermedad hizo que abandonara su trabajo. Bajo los cuidados de Heidi fue internado en una clínica de Santa Cruz de la Sierra y en su lecho de enfermo pasó su cumpleaños. La familia al ver la gravedad de la situación, decidió llevarlo a Europa donde murió a los 65 años, lejos de la tierra de sus amores, tal como le ocurriera a Schmid.

Hans Roth dejó el recuerdo del profesional competente y honesto: los tempos jesuíticos restaurados hablan por él. Chapye tupass (muchas gracias) don Hans Roth.

 A fines de 1988 el desafío que había lanzado don Plácido Molina Barbery seguía en pie. El insistía como la gota que agujerea la piedra. Aceptaron el desafío dos profesionales cruceños. que se pusieron manos a la obra: Virgilio Suárez Salas, arquitecto formado en Córdoba (Argentina) que ya estaba interesado en el tema y que había hecho un estudio sobre el mismo; y Alcides Parejas Moreno, historiador, que hacía varios años venía trabajando sobre el tema, sobre todo en el Archivo General de Indias.

Una iniciativa de la sociedad civil

Al revés de lo que ha ocurrido con las declaratorias de Potosí, Sucre, Samaipata, Kallawayas, Carnaval de Oruro y Tiahuanaco, éste ha sido un proceso de abajo hacia arriba. Es decir, es una propuesta que prepara la sociedad civil, por su cuenta y riesgo, y se presenta al gobierno de turno.

Los dos profesionales prepararon el dossier correspondiente por su cuenta y riesgo. No contaron con ningún apoyo económico ni público ni privado: dedicaron muchas horas de trabajo, quitando tiempo a sus actividades personales porque estaban convencidos que el proyecto valía la pena. Enterados que necesitaban un vídeo en el que mostraran estos pueblos, buscaron a Rubén Poma para encargarle este trabajo y pagaron el vídeo correspondiente, que era de factura casi artesanal.

Concluida la preparación del dossier correspondiente —sabedores de que algunas voces decían que la arquitectura maderera no era digna de atención, establecieron que se solicitaba la declaratoria de todos estos pueblos por ser pueblos vivos— Alcides Parejas Moreno se trasladó a La Paz, ciudad en la que hizo los siguientes trámites;

1.      Los presentó ante la Directora del Instituto Boliviana de Cultura, Arq. Teresa Gisbert, quien le dio su visto bueno.

2.      En compañía de la Arq. Gisbert pidieron audiencia para visitar al Canciller de la República, Dr. Valentín Abecia. Ante la ausencia de éste, por motivo de viaje, fueron recibidos por el Vicecanciller, Dr. Jorge Gumucio.

3.      La Cancillería aprobó el pedido. El Vice-Canciller pidió los documentos para remitirlos a París. Alcides Parejas Moreno solicitó ser él mismo quien lo mande a nuestro representante en París, don Augusto Céspedes, por temor a que los papeles no llegaran a tiempo o se perdieran.

4.      Alcides Parejas Moreno mandó directamente los papeles a París y habló por teléfono al señor Augusto Céspedes, quien se comprometió presentar los papeles inmediatamente le llegaran. Y así lo hizo.

5.      A partir de este momento los representantes oficiales se hicieron cargo del trámite, que va a culminar con la declaratoria en 1990.

La UNESCO estableció claramente que la declaratoria de Patrimonio Cultural de la Humanidad es a seis pueblos de las antiguas Misiones Jesuíticas de Chiquitos. No se trata, por tanto, de una declaratoria ni a los jesuitas ni a los pueblos chiquitanos, sino a la cultura que surge como consecuencia del proceso de evangelización. Por otra parte, a diferencia de otras antiguas misiones que son ruinas (caso de las paraguayas), estos son pueblos vivos, es decir, pueblos reales que viven esta cultura.

A partir de la declaratoria empezaron a surgir poco a poco iniciativas para afianzar este patrimonio y sobre todo para hacer que los lugareños, en primer lugar, y después el resto de los bolivianos nos apropiemos de este patrimonio. Lo que más ha contribuido a ello ha sido el Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana “Misiones de Chiquitos” que no sólo ha inscrito a Chiquitos en la geografía cultural universal, sino que ha contribuido a que los chiquitanos hubieran empezado a recuperar la autoestima a través de la música. Por otra parte, Chiquitos ha sido lanzado como destino turístico a nivel internacional.

Diez años después

Año del Señor de 1996. Catedral de Concepción. Inauguración del I Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana “Misiones de Chiquitos”. El concierto inaugural estaba a cargo del Coro y Orquesta de Urubichá —integrado por niños y jóvenes de la etnia guaraya— bajo la dirección de Rubén Darío Suárez Arana. Incredulidad, emoción, lágrimas: se puso en marcha una locura que es fruto del amor.

Ese año la naciente Asociación Pro Arte y Cultura (APAC) lanzó al mundo el verbo “barroquear”. Poco a poco del “yo barroqueo” y el “vos barroqueás” hemos llegado al “nosotros barroqueamos”, al “ellos barroquean”. Y no podía ser de otra manera, pues de una forma u otra todos somos hechura del barroco, esa maravillosa corriente que se creó en Europa, cruzó el océano y tomó carta de ciudadanía en nuestra América mestiza.

Año del Señor de 2006. Han transcurrido diez años. Se ha hecho camino al andar. Se han superado una y mil dificultades. Se ha mostrado a Bolivia y al mundo la riqueza y la magia de la cultura chiquitana. Se ha preservado para Bolivia y el mundo el rico patrimonio musical que encierran los archivos musicales de las antiguas misiones jesuíticas de Chiquitos y Moxos. Se han reclutado cada vez más cómplices que se involucraron en la locura que significa llevar adelante este festival. El Festival “Misiones de Chiquitos” se ha convertido en la actividad cultural más importante que se realiza en Bolivia; asimismo, es el festival de música antigua más grande del mundo y uno de los más importantes. A partir del festival, en marzo de 2006 Chiquitos ha sido lanzado al mundo como destino turístico.

Año del Señor de 2006. En este afán de hacer camino al andar tiene un papel protagónico la Asociación Pro Arte y Cultura (APAC), la institución que creó un grupo de ciudadanos enamorados y comprometidos con lo nuestro para llevar adelante este festival, que empezó a gestarse en 1995.

APAC es una asociación sin fines de lucro que está empeñada en revalorizar y dar a conocer la cultura de las tierras bajas de Bolivia. Para poder hacer realidad este proyecto APAC ha contado desde 1996 con el patrocinio del Estado Nacional, a través del Vice-Ministerio de Cultura; del Gobierno Municipal de Santa Cruz de la Sierra; de la Prefectura del Departamento de Santa Cruz. Además, ha contado con el apoyo de organismos internacionales (UNESCO, CAF, Convenio Andrés Bello, Fundación Príncipe Claus), embajadas de países amigos y de la empresa privada; pero sobre todo con el trabajo de un ejército de voluntarios.





A manera de conclusión

Año del Señor de 2006. Diez años es tiempo prudente para hacer un rápido recuento de los logros de a través de este Festival:

1.  Es un Festival que, en primer lugar, está programado para los descendientes de los creadores de esta música; por tanto, tienen lugar en los templos donde se interpretaron por primera vez y en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.

2.  Además de las antiguas misiones jesuíticas en Moxos y Chiquitos, el festival también se realiza en las antiguas misiones mercedarias y franciscanas de la región. Las 16 sedes del Festival realizado en 2006 abarcaron 3000 kilómetros de recorrido.

3.  Una de las principales consecuencias de este Festival, hasta el 2006, es la creación de 12 coros y orquestas en toda esta geografía, compuestos por niños y jóvenes lugareños, la mayor parte indígenas. El SICOR (Sistema de Coros y Orquestas) —autónomo y bajo la dirección de Rubén Darío Suárez Arana— que tiene a su cargo 12 orquestas y atiende a más de

2000 niños que mañana serán mejores ciudadanos; además, las orquestas y coros de San Javier y San Ignacio de Moxos.

4.  Durante su realización en cada una de estas sedes el turista no solo tiene la posibilidad de tener un encuentro con la música chiquitana y moxeña –interpretada por grupos internacionales se renombre o de indígenas locales- sino también con la cultura de estos pueblos a través de la gastronomía, la artesanía, el folklore…

Año del Señor de 2006. Por obra y gracia de una nueva ley —promulgada en diciembre de 2005— el Festival “Misiones de Chiquitos” fue excluido de los fondos del TGN (Tesoro General de la Nación). De pronto la única presencia que tenía el Vice-Ministerio de Cultura en el departamento cruceño desapareció de un plumazo. Sin embargo, a pesar de la estupidez, seguimos “barroqueando”.

Cuando el domingo 11 de mayo  casi mil personas que colmaban la iglesia de San Roque, en Santa Cruz de la Sierra, aplaudían de pie al Coro y Orquesta de Urubichá, dirigido por el maestro Rubén Darío Suárez Arana, que acababa de ofrecer la ópera San Ignacio —que clausuraba el IV Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana “Misiones de Chiquitos”— comprendí que el Festival que hacía diez años se había inaugurado precisamente con la actuación de este grupo que apenas había tenido tres meses de preparación,  era un fruto maduro y bien sazonado.

Este fruto maduro y bien sazonado se ha convertido, además, en el evento cultural más importante del país y, según sus características, del mundo. Además de haber inscrito la cultura chiquitana en el panorama de la cultura universal, también ha incorporado a la región como oferta turística a nivel mundial.

Hemos trabajado para recuperar lo nuestro. Y lo nuestro es eso, el mestizaje entre lo europeo y lo nativo.

Referencias bibliográficas

Bols A.E. OFM (1997) Tesoros de la Iglesia Chiquitana. La Paz, Banco Nacional de Bolivia.

D´Orbigny, A. (1958) Viaje a la América Meridional. En: Viajes a la América del Sur. Madrid, Biblioteca Indiana. Aguilar, Págs.14-920.

Galeote Torno L. OFM (1996) Manityana auki bësuro. Gramática moderna de la lengua chiquitana y vocabulario básico. Santa Cruz de la Sierra.

Parejas Moreno, A. (2019) Historia de los cruceños. Santa Cruz de la Sierra, Grupo Editorial La Hoguera.

Parejas Moreno, A. (2012) El inicio de lo cruceño. Santa Cruz de la Sierra: Grupo Editorial La Hoguera.

Querejazu, P. (1995) Las Misiones Jesuíticas de Chiquitos. La Paz, Fundación Cultural BHN.

Sanabria Fernández, H. (1979) Breve historia de Santa Cruz. Santa Cruz de la Sierra: Grupo Editorial La Hoguera.


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