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29 de noviembre de 2024, 3:00 AM
29 de noviembre de 2024, 3:00 AM

Alex Mauricio Suárez Roca

Autoridades de esta casa cívica, representantes de la Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra, directivos de la “Escuela Cruceña”, distinguidos profesores, queridos compañeros de aula y amigos invitados, muy buenas noches.                                           

Hace aproximadamente siete meses, la Escuela Cruceña se aventuró al lanzamiento de la primera versión del curso de historia cruceña, y dio como resultado, con mucho éxito, la reunión de unos 30 estudiantes cuyas edades y procedencias eran diversas. A nombre de todos ellos tomo la palabra para describir un poco de lo aprendido de manera didáctica y sintetizada, pero sin lograr hacer justicia a todo el maravilloso contenido avanzado; Ahora, a todos los presentes, los invito a que me acompañen con su imaginación a través de este relato.                                                      

En este curso condensamos un viaje extenuante de ya casi 500 años, en el que nos subimos a una carabela en el viejo continente comandada por Alvar Núñez Cabeza de Vaca, varios tripulantes y un joven lugarteniente de nombre Ñuflo de Chaves. Con él, después de llegar al puerto marino sudamericano, entramos por la selva hasta aguas navegables, haciéndonos amigos y parientes de los nativos. Luego, tras tener problemas con el colega caminante Andrés Manso, fuimos y vinimos hasta Lima en lomo de caballo dos veces, encontramos nuestro hogar y fundamos la cruceñidad. Conocimos, entendimos y respetamos la tierra como lo hacían nuestros fraternos nativos. Desde que nos mezclamos con ellos, creamos una estirpe virtuosa. Más tarde se unieron al viaje los religiosos de la Compañía de Jesús, quienes nos evangelizaron respetando nuestra cultura. Ellos nos educaron y dejaron una huella indeleble en nuestro suelo y corazones. Dadas las circunstancias, sin pensarlo mucho, tuvimos que mudarnos dos veces, y después de que el Rey tuviera el gesto de regalarnos un escudo, tuvimos que despedirnos de los sacerdotes jesuitas. El profesor Carlos Cirbian fue nuestro guía turístico hasta este período.

Sin perder más tiempo, mochila en hombro, nos fuimos hasta Buenos Aires junto con el licenciado Delmar Méndez. Teníamos que asistir a una junta en la que hablaban de nuestras tierras y nos invitaban a separarnos de la corona. Cuando estábamos de vuelta, con misiva en mano, y con la astucia que nos caracteriza, se nos adelantó el padre Andrés de Salvatierra, tomando el fuerte de Membiray, que está al sur del departamento (hoy Choretí). Cuando llegamos a Santa Cruz de la Sierra, nos organizamos por nuestra libertad en otra junta. Al poco tiempo, el general Manuel Belgrano, a quien conocimos en Buenos Aires, envió a su coterráneo Ignacio Warnes para comandar nuestras batallas, que, de ser libertarias, pasaron a ser independentistas. Fuimos con Warnes desde la retaguardia del Batallón de los Pardos Libres hasta Florida, donde, por conocer el terreno, aniquilamos al ejército del coronel Blanco. Luego nos dirigimos a la Chiquitania, y en Santa Bárbara lo vimos subirse a Ignacio Warnes en una tarima para gritar por primera vez “independencia” en medio de la batalla contra los realistas. Después de que animáramos a más vecinos a unirse al ejército cruceño, nos tocó enfrentarnos en el Pari contra el brigadier Aguilera y su ejército. Más bien que estábamos parapetados detrás de un relato, porque lo más seguro es que hayamos caído en batalla, como nuestro coronel. Todos nosotros junto con el colorado Mercado y Cañoto, a los años, tomamos la plaza y declaramos nuestra independencia.

Fundada la República, la licenciada Paula Peña nos llevó desde Sucre hasta La Paz en un viaje muy cómodo. De La Paz a Cochabamba también, pero de ahí hasta Santa Cruz llegamos como pudimos, porque nunca construyeron el ferrocarril a pesar de que lo exigimos. También acompañamos a Andrés Ibáñez, con sus ideas, pero sin un proyecto claro a través del departamento. Estuvimos en Samaipata y hasta sentimos disparos pasarnos cerca estando en El Trompillo, también huimos por la Chiquitania, donde a nosotros no nos fusilaron, pero no todos tuvieron la misma suerte. Juntos hicimos de mensajeros para llevar el memorándum de 1904 a La Paz, para que miren a Santa Cruz como una oportunidad de desarrollo nacional y además que articulen el país con carreteras para que podamos volver cómodamente, Sin embargo, el plan Bohan les dijo lo mismo, pero en inglés. luego viendo que nuestras calles estaban en tan mal estado, junto con los jóvenes cruceños tomamos “prestados” unos tractores de YPFB para arreglarlas. El “control político” nos quiso poner en vereda y en uno de los fuertes reclamos vimos morir a uno de los nuestros mientras exigíamos regalías para mejorar nuestras condiciones. Fuimos testigos de los diferentes planes que ordenaron la ciudad y el nacimiento a la institucionalidad, hasta la llegada del gobierno actual.

Nuestro viaje continuó, pero ya no hacia diferentes lugares, sino hacia las profundidades del pensamiento de ilustres personajes de la cruceñidad. Esta aventura fue dirigida por el profesor Enrique Fernández, quien, con mucha destreza, nos llevó por un camino sinuoso y enmarañado de corrientes de pensamiento, donde con la más mínima distracción perdíamos el rumbo hacia la concepción de las ideologías. En esta parte del viaje entramos a la tienda de recuerdos, que estaban ordenados de los más baratos a los más caros, empezando por la “integración” hacia el país, luego pasamos por la “descentralización”, con las autonomías y el federalismo. Por último, en una vitrina muy bien exhibida y adornada, estaba la “emancipación”.

En la recta final hicimos un recorrido violento nuevamente por nuestras tierras, a través de los años, hasta la actualidad, para saber cuánto y en qué invertimos. Descubrimos con el tiempo cuáles cultivos nos rinden más, y también nos detuvimos unos momentos para hacer cálculos matemáticos con el licenciado Carlos Hugo Barbery, quien, despejando la “X” de la ecuación, nos mostró que nuestro porvenir es incalculable, porque tiende a infinito. Eso es verdad gracias a que, como factor productivo, más allá de la tierra, el trabajo y el capital, tenemos a la institucionalidad.

El viaje ha terminado en esta aula queridos compañeros, pero continúa el viaje individual, donde con certeza nos volveremos a encontrar en algún recodo trabajando por nuestros intereses y también por Santa Cruz. En cada uno de nosotros encontraremos no solo a un compañero del “tour” que hicimos, sino a alguien alineado con el cumplimiento de los ideales de los pueblos orientales. Así, todos con ese horizonte, haciendo eco a las palabras de la licenciada Peña, seguiremos construyendo Santa Cruz y logrando lo que nos propongamos “sin el estado, contra el estado y a pesar del estado”. Muchas gracias.

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