12 de abril de 2021, 5:00 AM
12 de abril de 2021, 5:00 AM


Tristes imágenes nos devuelven una realidad inexorable y contundente que vive hoy la Universidad Gabriel René Moreno en Santa Cruz de la Sierra.

La pandemia que insiste en castigar por más de un año a la población y al mundo, desnudó falencias, irregularidades y una olvidable gestión en uno de los centros educativos más poderosos del país. Hasta se podría decir que la llamada Casa de altos estudios está abandonada a su suerte, pero tal vez todo este panorama de desprolijidades tenga más de una respuesta.
El viernes 9 de abril, el Ilustre Consejo Universitario (ICU) aprobó la convocatoria a nuevas elecciones que serán llevadas a cabo el 16 de julio próximo, donde también se estableció que se prohíbe la reelección en el mismo cargo de las máximas autoridades. Es decir que el actual rector, ya reelegido (2012 y 2016), no podrá volver a postularse en el mismo cargo por tercera vez.

El veto al prorroguismo es una buena señal para evitar no solo la concentración de poder en pocas manos, sino que también establece claramente que la democracia es un sistema abierto, perfectible, mejorable y de amplitudes irrestrictas que no permite el enquistamiento en el poder, de unos cuantos, sencillamente porque no es saludable para nadie.
Al concluir la sesión, el actual rector universitario dijo en tono de promesa y confesión que estaba conforme con el acuerdo del ICU: “Yo siempre soy respetuoso del Estatuto Orgánico”, dijo Saúl Rosas.
En sesión extraordinaria del ICU el 6 de octubre del año 2020 se aprobó un presupuesto plurianual ajustado, el Plan Operativo Anual y el Anteproyecto del Presupuesto Anual para la gestión 2021 de Bs 1.305.277.430, entre otras cosas. Haciendo un ejercicio simple, sería más de Bs 3,5 millones por día, incluyendo sábados y domingos.
La inscripción de postulaciones es hasta el 11 de junio y al menos cinco candidatos ya dieron el visto bueno a la carrera hacia el sillón más preciado.
Quien tome la posta en la nueva gestión tendrá que revisar todo puntillosamente y demostrar no solo a la institución sino públicamente cómo fueron utilizados los recursos en el año de pandemia.

Corresponde entonces un escaneo a las cuentas ilustres para demostrar nobleza, hidalguía y transparencia, valores que la educación pública no debe soslayar.
Mucho que explicar y mucho por hacer. Limpiar tanto desorden no es tarea fácil, pero sí necesaria para tener una universidad pública eficiente y digna.
Si había un año para demostrar la tecnología, la educación y las nuevas dinámicas que imperan en el mundo, era éste. El confinamiento era la excusa para poner en práctica todos los recursos intelectuales. Pero las imágenes que nos brinda hoy la universidad pública demuestran todo lo contrario. Suciedad, desorden, dejadez y abandono. Una triste realidad que nos golpea hasta los huesos, porque si algo tan esencial para el desarrollo de una ciudad y un país se resume en una palabra, es educación.
El 16 de julio se elegirá rector, vicerrector, decanos, vicedecanos y directores de carrera. Más de 100.000 estudiantes y más de 1.500 docentes podrán votar para elegir a sus máximas autoridades que ejercerán desde 2021 hasta 2025. El 9 de agosto, tal vez empiece otra historia.



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