6 de abril de 2022, 4:00 AM
6 de abril de 2022, 4:00 AM


Es la frase que solía repetir Pablo Escobar Gaviria, el narcotraficante de mayor peligrosidad y fama de Latinoamérica, cuando identificaba a sus enemigos. Llegó a incursionar en la política colombiana, sin alcanzar la meta que se había trazado. Cuando murió, su fama, impregnada en su apellido, obligó a su descendencia a cambiarse los nombres a fin de evitar la persecución de moros y cristianos. A pesar de ello, su hijo, Juan Pablo Escobar, que había cambiado su nombre y apellido en su nuevo país de residencia, Argentina, a Juan Sebastián Marroquín Santos, vivía (¿o vive?) con sentimientos divididos por su padre. A través de sus posteriores declaraciones a la prensa, se puede colegir que lo admiraba. “Soy un bandido, asúmelo”, le dijo cuando Juan Pablo tenía apenas 8 años; “agradezco que mi padre me tuviese ese respeto, no como a los hijos del cártel de Cali, que se enteraron de que sus padres eran unos criminales cuando les vieron con las esposas puestas”, dijo en una entrevista con “Cinco días” de El País.

El dijo también, en la misma entrevista, que se conocen “los organigramas de los cárteles de la droga desde la Patagonia hasta México” (¿será por eso que entre los narcos del Estado Plurinacional habría tanta intranquilidad?). Obviamente, nada de lo que hagan hará desaparecer esos “organigramas”.

Pablo Escobar Gaviria ¿era populista? Su hijo Juan Pablo dice al respecto que “si digo que era muy malo y al mismo tiempo muy bueno, no estoy mintiendo. Si pregunta a las 5.000 familias a las que brindó una casa digna en el basurero municipal de Medellín, seguro que le hablaban de él de forma distinta a una familia de la oligarquía de Bogotá que sufriera atentados terroristas o secuestros…” ¿Qué métodos nos recuerdan esos hechos relatados por el hijo de Pablo Escobar?

Juan Pablo, dice también en un segmento estremecedor de su entrevista, que su padre, Pablo Emilio Escóbar Gaviria, “no le tenía miedo a la ley. No conozco ningún otro bandido que haya diseñado y financiado su cárcel, cambiado la Constitución del país y promulgado leyes para evitar su sometimiento a la justicia” (https://cincodias.elpais.com/cincodias/2017/03/03/sentidos/1488568021_454395.html).

Hoy, probablemente los “narcos” nacionales y de otros países, aprendieron de la experiencia del mayor y más peligroso narco en lo que va de historia latinoamericana, unos más que otros, unos con éxito, otros no tanto, unos se enriquecen y otros no, porque la finalidad del narcotráfico no cambia, fue, es y será siempre el dinero, la ganancia, el lucro y el lujo que parece ser el denominador común para los narcos que alcanzan sus metas.

Lastimosamente Bolivia se encuentra en este tenebroso circuito, sin poder salir del mismo. Los escasos recursos con que contamos, ante un déficit ya crónico de labores de inteligencia y logística (¿qué pasó con los radares franceses que ya debían estar funcionando?) a los que se suma la corrupción y la infiltración del narco en las instituciones que lo combaten y que son de dominio público, nos muestran un horizonte sin meta. Las incautaciones de droga suben en los países vecinos que les obliga a reforzar sus controles fronterizos porque saben que el país plurinacional es fabricante, acopiador, refinador y distribuidor de droga…

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