Karen Lopes es una de las musas de la escuela Grande Rio, que este año quedó en tercer lugar en la reñida competencia. Es socia de una farmacéutica que está casada con un médico ignaciano y juntos hacen mucho bien a bolivianos que llegan en busca de salud

24 de febrero de 2024, 10:00 AM
24 de febrero de 2024, 10:00 AM



Mientras la mezcla de la cuíca, caixa, pandeiro y el tamborín inyectan su ritmo seductor y magnético viernes, sábado, domingo y lunes de Carnaval, en el sambódromo Marques de Sapucaí, en Rio de Jainero, la 'boitatá' (serpiente de fuego) que Karen tiene bordada en las sandalias de taco parece cobrar vida propia desde los pies, y se ondea por el resto del cuerpo hasta culminar en el tocado de la cabeza, donde asoma entre llamaradas de fuego la culebra que se, según la leyenda indígena, es la protectora de los bosques ante la mano incendiaria del hombre malo.

Karen Lopes baila con 'muita alegría' a lo largo de los 700 mts de la avenida por la que unas 70 'escolas de samba' desfilan con el pecho que estalla de orgullo, por aquello que han ensayado desde el miércoles de ceniza del año anterior.

Tiene 45 años, empezó a bailar toda clase de danzas desde que tenía 11 y ahora la experiencia acumulada le permite ser una de las musas que irrumpe en el desfile de su escuela, Grande Rio, que este año quedó en el podio de las tres primeras (269.2 puntos), luego de Imperatriz (269.3) y Viradouro (270), algo por lo que todas se desviven y trabajan duro.

No importa la lo que haya pasado en un año, sea bueno o malo, ahora es el momento de la catarsis. 

Karen baila con 'muita alegría' para la gente en las graderías, en la avenida, y para los fotógrafos y camarógrafos. Entre la muchedumbre están su mamá, su esposo, y sus dos hijos. 

Fue hija única de una madre, que como muchas de este lado del mundo, crían solas a sus hijos. Con un salario de secretaria la sacó adelante sin el padre, que cuando la niña tenía solo 4 años, se apartó del seno familiar.

Lo que faltó en recursos económicos sobró en música y baile corriendo por sus venas, esas que cada año llevan sangre hasta las piernas para que sambe por una hora y 20 minutos. "Voy a seguir haciéndolo hasta que el cuerpo me lo permita", dice, y ella se asegura de que ese plazo se siga estirando cada vez más, por eso tiene una esmerada dieta, entrenamiento profesional personal, y todo aquello que haría palidecer de asombro a un artista de Hollywood.  

El Carnaval más majestuoso del mundo tiene más de 70 escuelas de samba y todas ellas desfilan durante cuatro días. Trabajan desde el año anterior en el tema de su próxima presentación, lo que incluye música y letra, la preparación de sus disfraces y carrozas, y ensayan varias horas al día durante meses para ganar la competición del desfile.

Unidos da Tijuca, Salgueiro, Grande Rio, Mocidade y Beija Flor son algunas de las escuelas de samba más famosas. Su fuerza emana de su misma gente y la comunidad en donde están ancladas, porque el Carnaval no es solo la fiesta de febrero-marzo, es también los otros días del año en los que tampoco falta la colaboración y solidaridad. Así se esfuerza en contar Karen, que como empresaria farmacéutica, la suspensión de la fiesta por el Covid-19 los volcó a las calles de Caxias (municipio brasileño del sur de Brasil, ubicado en el estado de Río Grande del Sur) para llevar atención y remedios.

Pero no son solo brasileños los beneficiados. Muchos bolivianos la conocen y la quieren. Todo empezó por el médico Juan Maiser Roca, un cruceño de corazón grande que salió de su natal San Ignacio de Velasco e hizo carrera en el vecino país, donde se casó con una mujer que va en su misma sintonía de solidaridad, Leandra Bomfim. Ella es socia de Karen y así fue como el tapiz de sus vidas unió sus hilos. Incontables veces han acogido bolivianos que precisan ayuda médica, muchas veces llegan con las manos vacías y se van con un final feliz.

Los tonos brillantes de sus plumas exóticas, lentejuelas y pedrería de su traje combinan con el color de su corazón. Karen misma diseña su atuendo, tiene que ser extravagante y llamar la atención. Hay que impresionar al público y a los jueces del desfile.

Baila en el sambódromo desde hace dos décadas, pasó antes por otras escuelas de samba y desde hace siete Grande Rio es su casa, cuando surgió una gran oportunidad de ser musa. "Yo vine sin menor pretensión de quedarme, pensé que iba a desfilar aquel año y se acabaría. Y no fue así", se ríe, como quien se da cuenta de los caprichos del destino.

Karen LopesKaren y sus hijos


- ¿Sambar era un sueño para usted? ¿Cuesta ser aceptado en una escuela? ¿Qué exigencias hay?

Además de saber samba, usted tiene que entrenar durante meses atrás, hacer mucho cardio. Tiene que entrenar en el aula de samba para llegar a desarrollar mucha fuerza, porque el gasto calórico que pierde es muy grande. Se tiene que alimentar muy bien, disminuir el consumo de alcohol (para quien gusta de beber). Yo, por ejemplo, llevo una vida súper saludable, tengo un nutricionista que me acompaña y una médica que cuida de mi salud, además de personal que me entrena en la academia. Entonces, cuento con todo un equipo detrás para ayudarme. Además, hay una asesora de prensa, que ve mis noticias en los diarios, que me lleva a programas de televisión y a hacer sesiones de fotos. Sola no podría con todo eso. No soy ninguna niña. Ya tengo 45 años, entonces, trabajo mucho.

- ¿A qué edad empezó a bailar por primera vez? 

Danzo desde muy cría. Mi madre se casó luego con un hombre que era profesor de baile de salón. Y yo ya con 11 años comencé en ello, después hice jazz, un poco de ballet, danza de calle, y después hice samba. Entonces, la danza siempre ha estado en mi vida, desde pequeña. 

- Usted ha encabezado el paso de su escuela en el sambódromo, pero por lo que describe ha empezado desde abajo...

Éramos sólo mi mamá y yo. Soy hija única. Mi mamá siempre estaba presente, me llevaba, me esperaba y me recogía (de la escuela). Cuando ella no podía, mandaba a mi tía, cuando esta no podía, un tío iba. Tuve una infancia complicada. Fui criada sin padre, mi mamá se separó de él cuando tenía cuatro años de edad, y, finalmente, mi padre nunca me ayudó, entonces, fui criada literalmente por mi mamá, sola. Nosotras somos muy unidas, porque pasamos las dificultades solas, y, por otro lado, eso fue bueno, porque soy lo que soy gracias a mi mamá, todo lo que tengo le agradezco a ella. 

Ella era secretaria de una institución que aglutina todas las inmobiliarias en Rio de Janeiro. Trabajó 47 años en ese mismo lugar. Nunca tuvo otro empleo en la vida. Ella está viva y muy bien, tiene 69 años. 

- ¿Y qué ha dicho de verla bailar tan espectacular este Carnaval? 

Ah, ella llora, se emociona. También está preocupada, porque la exposición es muy grande. Ella se pone nerviosa, quiere que todo salga bien. Porque también hay los imprevistos de los desfiles, la pantalla puede romperse, la fantasía puede dañarse. Hay muchas cosas por detrás que pueden suceder. Ella siempre, siempre, está. 

- ¿Cuántos hijos tiene? ¿qué opinan de su madre como musa de una escuela de samba tan importante?

Tengo dos hijos. La niña tiene 22 años y el varón tiene 21. Ella no baila, no le gusta; estudia Odontología, está en el sexto periodo, y el niño está en el tercer periodo de Economía. Ellos me apoyan, van a los ensayos y al sambódromo. 

- ¿Cómo debe ser una musa?

No puede ser cualquiera. Ella no genera puntos para la escuela (en competencia), pero si el carro se frega, la musa sirve para hacer pasar desapercibida la pausa, interactúa con el público desde su caminata y baile. No puede estar parada en el mismo lugar, tiene que circular. 

Las musas tienen que ser bonitas, tienen que saber bailar, tienen que tener presencia. Además, debe invertir en su vestimenta, el maquillaje, las sandalias, el cabello... No es fácil mantenerse.

No puede ser tímida, tiene que ser extrovertida, natural, ser alguien muy cálida, que se dé con todo el mundo. Tiene que saber que hay miles de personas que se quieren tomar fotos con usted. Tiene que ser simpática, solidaria, educada. Tiene que tratar bien a las personas. Tiene que ser amorosa con todo el mundo. 

- ¿No hubo quien se quiso propasar con usted?

Yo nunca estoy sola, tengo seguridad, aunque nunca, en estos seis o siete años (como musa) no fui irrespetada por alguien. Nadie me tocó en la espalda, nadie me tocó, nadie me apretó. Siempre son cariñosos. Siempre quieren una foto, o quieren pedir una entrevista.

-¿Se puede entender que la musa tiene una posición de privilegio? 

Sí, claro, con certeza que sí. Después de la reina, son las más privilegiadas.

- ¿Una musa tiene fecha de caducidad?

Yo voy a seguir mientras mi cuerpo aguante. Yo no tengo cirugía plástica, la única fue por mis senos, porque tengo prótesis, el resto es natural. Entonces, mientras mi cuerpo aguante, yo me siento bien para pisar de nuevo la avenida porque amo a Grande Río. Es la escuela de mi corazón. Es una familia grande que hay por detrás. Yo estoy muy bien tratada allí y la comunidad de Caxias es una comunidad muy unida. Me siento muy arropada ahí. Pero debo reconocer que mantenerse es difícil. Tienes que tener una conducta correcta, tienes que ir a los ensayos, tienes que estar siempre presente. También tienes que ayudar a la comunidad.

En la época del Covid, la comunidad fue muy ayudada por la escuela cuando mucha gente quedó sin empleo, sin estructura. 

Nosotros tenemos farmacia, y lo que podemos donar es medicamentos, porque también recibimos muchas muestras gratis.

Hubo que ayudar para la cesta básica, para dar agua, remedios, para no dejar a medias el puente de salud. Llegó un momento en el que no había más remedios ni hospital para internarse. Entonces, la Escuela Grande Rio y muchas otras movieron a muchas personas para poder ayudar.


Karen Lopes

-¿Cada escuela tiene un carro o son varios? 

Son varios, así como las musas. Este año éramos nueve. 

-Quedaron en tercer lugar, ¿Cuál es el premio? 

Es dinero, también se gana un trofeo, además del prestigio, 

- ¿El premio económico compensa lo gastado?

No, no, no. Ni se llega de cerca al gasto. Son millones los que se gastan para hacer una presentación. 

- ¿Cuánto gastó este año en su participación en el Carnaval? 

23.000 Reales (4.600 dólares).

- Para darnos una idea, ¿cuánto gana un brasileño promedio en un trabajo? 

El salario mínimo son 1.900 Reales al mes. 

- O sea que hay gente que seguramente ahorra todo el año para bailar, y hasta por mucho más tiempo... 

Sí, sí. 

- ¿Vale la pena? ¿qué sensación tiene que cada vez que ingresa al sambódromo?

¡Ah, mucho! Cada año es una energía diferente. Es el calor humano de las personas, de la comunidad. Porque quien hace el Carnaval es la comunidad. En la comunidad de Caxias las personas trabajan 24 horas (para el espectáculo). Hay una gran dedicación, es con mucho amor. Incluso puede ir a la medianoche y va a encontrar a todo el mundo trabajando, están todos volcados en ello. Entonces, sí, es una energía sinigual. Es el mayor espectáculo de la Tierra. 

- ¿Cómo es el ambiente al interior de la escuela? Una cosa deber ser lo que ve la audiencia, en la tele, o desde los asientos en el sambódromo, pero el que está involucrado por dentro, así como usted. ¿cómo diría que es? ¿Es un ambiente positivo o hay de todo? Seguramente hay muchas que quieren ser musas, ¿No hay envidia de por medio? 

Hay mucha alegría, viene gente de todo el mundo que se quiere divertir. Se ven muchas familias. El Carnaval es más una expresión de amor. Entre la musa y la reina de la escuela, no hay competición.

- Estamos pasando por tiempos duros, la economía no está muy bien en el mundo. Me imagino que sacar adelante un Carnaval como este espectáculo que ustedes brindan debe ser un esfuerzo enorme, ¿vale la pena? ¿o se podría canalizar todo eso en satisfacer otras necesidades?

 A pesar de que es un espectáculo caro, por más que haya crisis económica, la gente igual ve la forma de que se mantenga el show, el lujo y la elegancia. Además de ser el espectáculo más grande de la Tierra, el Carnaval también genera muchos empleos. Hay gente, las personas de la comunidad, de todas las escuelas, que esperan que el Carnaval suceda para que puedan trabajar, ganar su sustento y trabajar. El Carnaval también es un gran generador de empleo. El Carnaval es necesario en nuestro país. 

- Sé que usted ha tenido oportunidad de colaborar a gente de Bolivia que ha necesitado ir a Brasil por temas de salud, ¿En qué colabora? ¿Y por qué lo hace? 

Yo participo mucho de la vida de Bolivia, estoy pendiente de todo lo que sucede y de las dificultades de salud de Bolivia, que es muy precaria. Juan (el muy querido médico ignaciano especialista en urología), por ejemplo, sale de aquí y va a Bolivia y hace varias atenciones allá. Mi socia es casada con él, y ellos son nuestros amigos, yo diría que ambos son de otro planeta, por tanto bien que hacen a las personas.

- ¿Hay algún caso en particular, alguna historia especial que le haya marcado?

Un niño que necesitaba una operación y no tenían los recursos económicos y  conseguimos ponerlo en un hospital, hicimos todo lo que pudimos, desde medicamentos, exámenes y estadía. Juan es una persona muy bien relacionada aquí. Es muy emocionante verlo en acción. Para quien es madre, es difícil ver a un hijo en la situación en que este niño llegó. Los dos esposos son personas así... formidables. Son ángeles de la guarda, y nosotros estamos siempre juntos, estamos siempre participando de todo lo que viene de Bolivia. 

- ¿Qué más destacaría de Bolivia, además de la calidad de este doctor solidario?

Yo amo la comida de Bolivia, ¿sabe? En especial el bizcocho y el cuñapé. 

Karen Lopes
Karen y sus amigos, el doctor boliviano Juan Mayser Roca y su esposa, Leandra Bomfim