Para Edgar Arce, experto en manejo de crisis y docente de la UPDS, la ausencia de espacios de diálogo y negociación agrava las demandas sociales en Bolivia.

16 de agosto de 2023, 7:08 AM
16 de agosto de 2023, 7:08 AM

En medio de la creciente tensión social, Bolivia se enfrenta a un problema preocupante: la falta de espacios de diálogo y negociación para abordar las demandas ciudadanas. Esta ausencia ha llevado a un estancamiento en la búsqueda de soluciones pacíficas y ha generado un aumento en la polarización y el conflicto.

Diversos sectores de la sociedad boliviana han expresado sus demandas legítimas en temas como educación, salud, empleo y descentralización. Sin embargo, la falta de canales efectivos para el diálogo entre el gobierno y la sociedad civil ha obstaculizado la resolución de estos problemas.

La falta de estos espacios impide que las voces de los diferentes actores sean escuchadas y consideradas en la toma de decisiones. Esto ha generado frustración y malestar entre la población, alimentando aún más la desconfianza hacia las autoridades.

Edgar Arce Rudon es comunicador social y especialista en manejo de crisis. Además, imparte clases en la Universidad Privada Domingo Savio (UPDS) desde donde analiza la realidad actual con una mirada académica.

- ¿Por qué es importante que una sociedad se generen espacios de diálogo y de concertación?

- Ninguna sociedad debería funcionar sin un espacio de diálogo y concertación. Las sociedades se generan a partir de la necesidad y vínculos que existen entre diferentes actores. Debe estar basado precisamente en procesos de relacionamiento en el cual tú entiendas que los otros también tienen necesidades y visiones diferentes a las tuyas. Una sociedad se construye a partir de esas normas de respeto, de esas visiones y perspectivas que existen.

- ¿Se supone que, en democracia, el diálogo sería protsgonista?

- Vemos al otro como un enemigo y además el otro no lo comprendemos. Tzvetan Todorov ​dice eso, que la esencia está en la comprensión de la dinámica de que el otro simplemente es diferente a ti. Y esa es la esencia de la democracia, puede aceptar o no ciertas situaciones, pero finalmente respetarlas”.

- ¿Qué pasa en Bolivia, por qué se salta este proceso de diálogo y se va directo a la fase de radicalización?

- Es algo histórico, viene desde nuestro nacimiento como sociedad, es parte de nuestro ADN, desde la colonia, de decir “nosotros y ellos”. Es decir, el otro no me va a dar el espacio necesario entonces directamente voy a los espacios de radicalización. Y si estás del otro lado, entendemos también que el otro vendrá agresivamente a quitarte lo tuyo y que debes atrincherarse en tus posiciones. Finalmente, deriva en estos espacios beligerantes y conflictivos. 

Y además, las propias instancias donde debería desarrollarse el diálogo tampoco tienen la capacidad de generar espacios de comprensión sino que simplemente se adecúan a las circunstancias y se convierten en actores que no ayudan, sino que más bien, contribuyen al proceso porque lo que les interesa es tomar su posición.

Si hay un A y un B, ellos toman la C para salir rápidamente del asunto, con resultados superficiales que solo van a tapar un hueco momentáneo, que solo agrava más la crisis. Por eso es que sentimos que cada crisis que llega es peor, porque hemos irresuelto la anterior. Hay un cansancio y sentimos que nada avanza en este país porque sentimos que seguimos con los mismos conflictos, pero no es el mismo, sino que ha ido mutando hacia un conflicto cada vez más complejo.

- ¿Cuál es el riesgo, si seguimos saltando los procesos de diálogo y concertación?

- La normalización del conflicto que es lo que vivimos. Hemos aprendido a normalizar la realidad del conflicto, ya ni siquiera se vuelve algo dramático. En algunos casos como el 2019 sí se vuelve dramático, pero nos hemos acostumbrado a vivir en guerras de baja intensidad. En una conflictividad muy limitada porque no resolvemos nada, somos incapaces de resolver y hemos vuelto normal saber que hay bloqueos o que cada cierto tiempo habrá problemas. Es casi cíclico inclusive, marzo y octubre son los meses más conflictivos por naturaleza en este país. Hay casi una agenda de conflictos. Por eso cuando suceden hechos históricos tampoco sabemos manejarlos porque no hemos aprendido a manejarlos. Se ha normalizado ese tire y afloje.

- ¿Qué medidas o estrategias puede asumir la sociedad para avanzar hacia la concertación, desde el punto de vista académico o técnico?

- Lo primero es comenzar a desmitificar el conflicto porque debemos aprender a comprender que la crisis generada puede ser un elemento saludable porque quiere decir que algo no está funcionando correctamente. 

Lo segundo es entender que el proceso de resolución de ese conflicto va a pasar por un resultado en el que ambas partes siempre ganen. El gestor de la mediación o el facilitador, que lo maneja correctamente, podrá hacer que en la estrategia ganen ambos actores. No será la ganancia ideal, pero sí gestar que exista una cierta complacencia entre ambos. Si no, será escenario de una nueva crisis. 

Lo tercero es comenzar a generar estrategias creativas, que rompamos aquello de que solamente hay ciertas formas de diálogo que son infructíferos. Se debe hacer un mapeo de actores para entender cómo es la dinámica de relacionamiento de poder entre los actores involucrados y cómo se podrían utilizar dichos mecanismos de poder generar estrategias novedosas. La persona que maneje los conflictos debe ser ampliamente creativa, no puede ser rígida. La rigidez es ridícula en el manejo de una crisis. Hay que tomar lo que hay. Desde la academia debemos enseñar a los gestores que siempre hay espacios que debes utilizar; si no los ves es porque no has entrado a la médula del asunto.