Su historia no solo se enmarca en la guerra, su vida multifacética lo llevó a ser una persona muy querida en Sucre, donde echó raíces y vio crecer a sus hijos

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3 de septiembre de 2022, 13:07 PM
3 de septiembre de 2022, 13:07 PM

José Pradel Loaiza, uno de los últimos excombatientes de la Guerra del Chaco, falleció este sábado a la edad de 108 años en Sucre. El llamado penúltimo benemérito de la Guerra murió mientras dormía, bajo el cuidado sus hijos y nietos, según confirmaron los propios familiares a EL DEBER.

Pradel nació en julio de 1914 en Potosí, pero echó raíces en Chuquisaca. Era considerado una de las personas más longevas de Bolivia y uno de sus reconocimientos más recientes fue su inclusión al Museo de los Benémeritos, según el testimonio de su hija, Mery Pradel.

El benemérito pasó su infancia y su adolescencia en su natal Potosí, donde fue reclutado en uno de los últimos años de la Guerra del Chaco, siendo todavía un joven de cerca de 20 años de edad.

Pero su historia no solo se enmarca en la guerra, su vida multifacética lo llevó a ser una persona muy querida en Sucre, donde también vio crecer a sus hijos, por eso se consideraba más chuquisaqueño que de otra zona del país.

También vivió en Oruro, pero su trabajo, sus estudios y su familia lo llevaron a instalarse definitivamente en Sucre. Se formó como farmacéutico y fue propietario de la famarcia Mayo, una de las boticas más conocidas en la capital histórica boliviana ubicada a media cuadra de la plaza principal. Desde su laboratorio emergían cientos de recetas, cremas, ungüentos y fórmulas para atender las afecciones.

Hasta la botica llegaban desde distintas zonas de la ciudad. Era consciente de la necesidad de las personas enfermas, a quienes también orientaba y explicaba sobre las afecciones y su tratamiento. 

Si los enfermos no tenían dinero, don José comprendía. "Cuando tengas para pagar, traes", decía, pero sin llevar cuentas un cuaderno y sin ánimos de cobrar. Había gente que volvía y pagaba, otros no regresaban. Esa una de las mayores lecciones que recuerda su hija: la solidaridad, la empatía y el desprendimiento.

El benemérito fue una persona muy apegada a su familia

También a la botica llegaban personas desde el campo, incluso desde pueblos indígenas, quienes apreciaban la virtud de don José para tratar enfermedades. 

En una de esas ocasiones, un campesino sin dinero le ofreció su charango. Sin saber tocarlo, don José lo compró. Aprendió a tocarlo, puesto que su gusto por la música hacía de él un autodidacta. Zampoña, quena, piano, violín y mandolina son algunos de los instrumentos a los que sacó melodías.

La pintura y el tallado en madera también fueron sus aficiones. Tenía un violín fabricado por él. Pero sin duda por lo que muchos sucrenses lo recuerdan es por su amor al deporte. 

Pradel fue aficionado a los deportes y ayudó a la formación de nuevos talentos

Era tanta su afinidad con la actividad física que llegó a inaugurar un gimnasio, donde entrenó diferentes disciplinas y formó también a deportistas. Boxeo, natación y otros deportes olímpicos se practicaban en el lugar. Sus amigos envejecieron, pero él siguió practicando lo que más le gustaba.

Se casó con la señora Mery Peñaranda, con quien tuvo tres hijos, dos mujeres y un varón. Pero anteriormente también tuvo dos varones, uno que falleció hace 20 años y otro que vive en el exterior.

Los familiares se reunirán para darle el último adiós y recordarlo por su labor con la comunidad, sus restos descansarán en Sucre, lugar de donde se va siendo muy querido por la comunidad y sus allegados.