Monseñor Gualberti presidió la celebración del domingo de bautismo de Jesús. Instó a los fieles a que, en este periodo de pandemia sean más solidarios con el prójimo.

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9 de enero de 2022, 17:31 PM
9 de enero de 2022, 17:31 PM

Por: Eduardo Ruilowa

“Hoy, domingo del Bautismo de Jesús, termina el tiempo de Navidad en el que con alegría y gratitud hemos celebrado y contemplado el misterio del amor del Hijo de Dios hecho hombre para que nosotros pudiéramos ser hijos de Dios”, con esta frase iniciaba la homilía de domingo el arzobispo de Santa Cruz, monseñor Sergio Gualberti.

El religioso indicó que los cristianos debemos reconocer que no sabemos vivir en plenitud el bautismo como el gran don de Dios que hay que valorar, acogerlo y testimoniarlo a través de nuestra existencia llevada conforme al Evangelio y a la voluntad de Dios.

También, recalcó que vivir el bautismo exige participar como miembros activos en la vida de la Iglesia, “la casa de todos los bautizados y donde vivimos en comunión como hermanos, y donde encontramos los medios necesarios para vivir en la gracia de Dios y crecer en la fe, la esperanza y la caridad”.

En este tiempo de recrudecimiento de la pandemia, con su secuela de dolor y de muerte, señaló que tenemos la oportunidad de ser misioneros siendo solidarios con las personas solas, abandonadas y necesitadas de ayuda. “De la misma manera, tenemos que defender la vida, dando el ejemplo cumpliendo las medidas de bioseguridad, porque al cuidar nuestra vida cuidamos la vida los demás”.

“No debemos olvidar que todos somos pecadores necesitados de la misericordia y del amor de Dios, llamados a subir en la misma barca con Jesús y a remar juntos para que se vaya instaurando siempre más, en el mundo, el reinado de amor y de vida que vence a la muerte y al mal, pregustando así la felicitad y la vida eterna de Dios, nuestra meta definitiva”, dijo el arzobispo.

“La palabra de Dios de esta fiesta del bautismo de Jesús, nos ha ayudado a redescubrir y a revivir este don precioso del Señor que mueve nuestro corazón a abandonar nuestros males y pecados, a asumir las virtudes y valores del Reino de Dios y a experimentar la realidad de hombres nuevos en Cristo, que se rigen con los criterios del amor de Dios y del Evangelio de la mansedumbre y la fraternidad, del perdón y la reconciliación, de la justicia y la paz. Amén” concluyó Gualberti.